¿Prohíbe la Iglesia la lectura de los Apócrifos? La Biblia rechazada por La Iglesia (y IV)

Hoy escribe Antonio Piñero

Existe entre muchos lectores la idea de que la Iglesia cristiana, en concreto la Católica -con el Vaticano a la cabeza-, se opone frontalmente a la difusión de los Apócrifos. En especial –se dice y me lo han dicho en persona repetidas veces- no le interesa que se lean los evangelios apócrifos, y menos los gnósticos, porque de ellos se deduciría una imagen muy atractiva de Jesús que “daría al traste” / ”se caerían los palos del sombrajo” con la oficialmente mantenida. Esta idea está unida a otra similar: la Iglesia católica nunca quiso que se publicaran los Manuscritos del Mar Muerto “porque en ellos está contenida, aunque encriptada, la verdadera historia del cristianismo primitivo”.

Estas opiniones no me parecen sensatas, e incluso -¡y lo digo sin el menor ánimo de ofender!- podrían ser calificadas cuanto menos de asombrosas. Piénsese que la Iglesia, y en concreto tampoco el Vaticano, no ha tenido nunca posesión física de los manuscritos del Mar Muerto, ni tampoco de ninguno de los 13 códices que albergan los más o menos cincuenta tratados de la Biblioteca copto-gnóstica de Nag Hammadi. De los otros apócrifos tiene en la Biblioteca Vaticana, y de otras instituciones, algún que otro manuscrito, que es visible y copiable –por microfilm u otro medio- por cualquier investigador con la acreditación suficiente.

Además –como he dicho también repetidas veces- las grandes ediciones de los apócrifos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento están hechas por eclesiásticos, católicos o protestantes y a veces promovidas por la Iglesia. También es rotundamente falso que en los Manuscritos del Mar Muerto se encuentre alusión alguna a Jesús o al cristianismo primitivo. Todos los textos importantes –y no importantes- de los diversos apócrifos y de Qumrán están hoy publicados.



No es necesario -como afirma un conocido publicista en una edición divulgada de los evangelios gnósticos-, y ni siquiera conveniente, acudir a fotografías de los manuscritos originales, porque hacerlo directamente no es científico. Diversas Universidades independientes de Europa y América han producido series completas con ediciones diplomáticas primero (reproducción en letras de imprenta modernas y legibles el contenido de un “diploma” o manuscrito, con todos sus defectos y errores) y modernas, excelentes, científicas, de los Apócrifos. En concreto los Evangelios gnósticos están maravillosamente editados, en ediciones críticas del texto copto con anotaciones y aparato crítico por estudiosos independientes. Todo el variado mundo de los Apócrifos es accesible a quien quiera

Otra cosa es lo que ocurrió entre los “herejes”, y en especial los gnósticos de los siglos II al IV –y sus evangelios y otros escritos- y la Gran Iglesia oficial. En esos momentos, en los que se estaba jugando la supervivencia de una u otra forma de entender el cristianismo, la pelea, soterrada o a las claras, fue tremenda. Unos y otros intentaron acabar con los escritos de los adversarios. La Iglesia oficial, si pudo, destruyó o quemó y peleó ferozmente contra cuantos apócrifos cayeron en sus manos o de los que tuvo conocimiento desde Ireneo de Lyón con su “Refutación de todas las herejías” o Epifanio de Salamis con su “Caja de remedios medicinales contra los apócrifos”. Y los que no puedo destruir, fueron por Ella manipulados y enmendados, de modo que se convirtieran inofensivos. Un caso claro me parece el Evangelio de la infancia llamado del “Pseudo Tomás, filósofo israelita”. Lo mismo ocurrió con los Hechos y Apocalipsis apócrifos.

Respecto a los Apócrifos del Antiguo Testamento debo decir que mientras los judíos los ignoraban o despreciaban, la Iglesia los conservó con mimo, en múltiples manuscritos y traducciones a diversas lenguas de sus iglesias: etíope, copto, siríaco, eslavo eclesiástico… hasta hoy día. Ahora, en los siglos XX y XXI empiezan los eruditos judíos a reconocer la deuda para con la Iglesia cristiana que ha conservado en su seno estos tesoros de la literatura judía de entre los siglo IV a.C. hasta los siglos IX o más de la era común.

Creo que la pelea duró hasta el siglo XI (el Patriarca Focio y su lucha contra los apócrifos con comentarios muy negativos en su obra la “La Biblioteca”). Pero pasado este tiempo, la mayoría de los herejes peligrosos fueron vencidos, incluidos los cátaros. En la Edad Media los apócrifos, sobre todo del Nuevo Testamento, al ser traducidos casi todos ellos al latín, encontraron una vía de difusión en todas las naciones cristianas europeas. Como literatura popular los evangelios apócrifos ejercieron un notabilísimo influjo en la producción literaria, en el arte y la iconografía europeos posteriores, sobre todo en la Edad Media.

Aunque en esta época ya se había perdido el texto original de muchos de ellos, circularon reelaboraciones y manipulaciones. La literatura hagiográfica de la Edad Media se nutrió sobre todo de los apócrifos. En el área bizantina, los menologios y vidas de santos con reminiscencias de nuestros textos gozaron de notable difusión. En la tradición latina se conservaron directamente algunos apócrifos como el Protoevangelio de Santiago y algunos otros sobre la Dormición de María, pero sobre todo pequeñas historietas o leyendas sobre Jesús que circularon a través de las reelaboraciones del Speculum Historiale de Vicente de Beauvais y de La Leyenda Áurea de Jacobo de Vorágine. En las diversas iglesias locales, como la irlandesa, copta, siria, armenia, georgiana o etíope, estos apócrifos continuaron viviendo en innumerables traducciones, y hoy día la investigación comienza a encontrar y valorar múltiples manuscritos que vuelven a sacar a la luz esta tradición casi perdida sobre todo tras la Reforma y el Concilio de Trento.

Pienso que a la Iglesia no le parecerá mal esta obra que comentamos,“La Biblia rechazada por la Iglesia”, porque al fin y al cabo no es más que una introducción aséptica a la literatura apócrifa. La Iglesia en España sabe que, aunque historiador independiente, soy muy respetuoso con las creencias. Yo intento hacer mera historia y que cada uno obtenga las consecuencias.

Por tanto, insisto: espero que a la Iglesia le parezca bien un escrito que intenta ser tan sólo una pequeña llave a un tesoro del cristianismo primitivo:

· Del tesoro de los apócrifos del Antiguo Testamento, porque sin ellos no se entiende la matriz judía del cristianismo;

· Del tesoro de los apócrifos del Nuevo Testamento, porque sin ellos no se puede hacer la historia de la pluralidad y riqueza del cristianismo primitivo… de los “cristianismos derrotados”, como los he definido,

·Y del tesoro de la gran riqueza ideológica del principio que luego fue reconducida por la ortodoxia paulina que resultó ser la dominante, porque tenía los mejores elementos para formar un grupo sólido y compacto.

Tengo que confesar con toda honestidad que nunca he sufrido ninguna censura expresa ni ningún acoso explícito por parte de los poderes eclesiásticos. En verdad, no. En todo caso, la Iglesia en casos de investigaciones que le pueden fastidiar, no suele actuar con violencia, sino arrojando una capa de silencio e ignorancia sobre el investigador. Normalmente se le “declara invisible” y se espera a que pase la tormenta.

Lo que sí he notado es que cuando me salgo del marco de la mera edición de los textos, y me introduzco en terreno de la exégesis del Nuevo Testamento o de la figura del Jesús histórico y saco algunas conclusiones que pueden afectar al dogma, sí se me ha insinuado alguna que otra vez algo así como “zapatero a tus zapatos”. Es decir, dedícate a editar los textos y deja la teología para nosotros… Normalmente los estamentos eclesiásticos no me invitan a pronunciar conferencias en los centros confesionales. Yo, por mi parte, cuando organizo cursos (por ejemplo, de verano en la Universidad Complutense) invito siempre a los que no piensan como yo: una parte de los conferenciantes son de la Iglesia. A mí no me pagan con la misma moneda… y siempre es interesante contrastar opiniones.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Volver arriba