Controversia del Adopcionismo. Conclusión



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Conclusión

Que la carta de Alcuino no consiguió sus propósitos, lo dejó muy claro la respuesta de Elipando. Pero ya hemos dicho reiteradamente que los dos bandos contendientes abordaban el problema desde perspectivas diversas. Atacaban ferozmente lo que sus adversarios no defendían. Afirmaban unos enfáticamente lo que los otros no negaban. A nuestro parecer, al menos en un principio, las diferencias eran de matiz. E, Amann, en la obra citada de Fliche & Martin, pág. 133, cree que con ciertas explicaciones y matizaciones, las fórmulas de Elipando podrían comprenderse dentro de los parámetros de la ortodoxia. Opinión que comparten no pocos tratadistas del tema y que cae dentro de nuestros personales puntos de vista.

Que Cristo era verdadero Dios y hombre perfecto lo admitían y confesaban abiertamente las dos partes, que reconocían una sola persona y dos naturalezas en el Verbo hecho hombre y nacido de la Virgen María. Pero dos palabras (matices quizás) enquistaron el problema: “adoptivo” y “nuncupativo”, Hijo adoptivo y Dios nuncupativo. Los adopcionistas distinguían con celo innegable y excesiva claridad las dos naturalezas. Los ortodoxos defendían sin posibilidad de fisuras la unidad de persona. Una sencilla matización podía quizá haber puesto de acuerdo al principio de la controversia a las dos partes. Si Dios muere en la cruz, pero en cuanto hombre, ¿por qué no se va a poder decir que Cristo era Dios, pero que en cuanto hombre no podía ser hijo natural del Padre sino solamente “hijo adoptivo” de Dios.

El hecho teológico es, como ya hemos dejado sentado en estas páginas, que la controversia motivó una apasionada y apasionante disputa cristológica y que los matices del misterio de la Encarnación quedaron enriquecidos e iluminados. Creemos, pues, un error pensar que el debate teológico fue fruto de la ignorancia. Ya decían Beato y Eterio que los ignorantes no son herejes (cf. Ad Elipandum, Lib. I 51: PL 96, col. 923). Y Alberto Pincherle, en su artículo en la Enciclopedia italiana habla del Adopcionismo como de la “herejía de las clases doctas y de las inteligencias refinadas” (Art. “Adozionismo”, Enciclopedia italiana, vol. I, pág. 125). Pues el planteamiento de los adopcionistas no deja de ser una visión original y culta frente a la visión simplista de los monarquianos. Según el monarquianismo, aunque en la divinidad puedan distinguirse personas, Dios es sencillamente único. Dios Padre es como el monarca en el cielo. Jesucristo, el hijo del Padre, es Dios, pero subordinado al Padre y como de inferior categoría.

Según la tesis de Antonio Piñero en su libro sobre Los Cristianismos derrotados, es una realidad que los cristianos vivieron su fe en los hechos cristianos con distintos puntos de vista y diversas perspectivas. Pero todos reivindicaban su condición de cristianos. La Gran Iglesia los consideró como herejes, es decir, pertenecientes a una secta o separados de la comunidad oficial. En este sentido el Adopcionismo fue uno de esos cristianismos derrotados por la autoridad eclesiástica, apoyada entonces por el poder político. La actitud de los beligerantes era similar. Unos y otros se consideraban como los cristianos poseedores de la verdad. Sus adversarios dialécticos eran herejes. El papa Adriano I (772-795) en su Institutio Universalis comparaba a Elipando con Nestorio. Los Padres del Concilio de Frankfurt del 794 condenaban a Elipando y a Félix de Urgel sin paliativos. Detrás de la autoridad de Roma estaba el poder de Carlomagno, implicado de corazón en la controversia.

El Adopcionismo desapareció de la historia de la Teología. Pero sus razones quedaron en los recuerdos del debate. En ambos bandos hubo autores valorados como grandes teólogos y hasta como santos. Ni unos ni otros admitían el ser considerados como ajenos a la doctrina de la Iglesia. A veces sus argumentos partían de los mismos textos de la Biblia o de los Padres. Y desde luego no podían pensar que el suyo no fuera un cristianismo auténtico. Su actitud fue realmente propia de héroes, que perdieron fama y cargos por ser fieles a los postulados de su conciencia.

Algo de Bibliografía

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Grössler, A. Die Ausrottung des Adoptionismus im Reiche des Karls des Grossen, Eisleben, 1879,
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Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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