Las mujeres en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Las mujeres en los Hechos Apócrifos

Dejamos el Adopcionismo en los anaqueles de la historia de la teología como uno de los “Cristianismos Derrotados” en expresión de Antonio Piñero. La mano de Roma y el apoyo del poder político pudieron más que la fuerza de las razones de los contendientes. Y volvemos al tema que dejamos aparcado sobre las Mujeres en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles. El hiato que ha pasado impone la necesidad de actualizar algunas nociones y justificaciones. Me refiero al concepto de Hechos Apócrifos y su valores históricos y literarios.

Ante todo, el concepto de Hechos Apócrifos. Son unas obras en cierto modo paralelas a los Hechos de los Apóstoles canónicos. El calificativo de “apócrifos” deja claro que no fueron admitidos en la lista de los libros inspirados. Las connotaciones negativas del calificativo han influido en el escaso aprecio que tuvieron en la historia de la piedad cristiana, al menos en la guiada por la doctrina oficial. Apócrifo según su etimología significa algo oculto o reservado. Pero ha venido a significar también inauténtico e indigno de confianza. La postura hostil de algunos Padres de la Iglesia frente a esta clase de obras determinó el abandono en que cayeron de parte de la Gran Iglesia. Sin embargo. han sido fuente y base de tradiciones conservadas en la literatura y en el arte.

Una característica sorprendente en los Hechos Apócrifos es la presencia destacada de las mujeres, que ha llevado a algunos autores a considerar la posibilidad de que fueran obras surgidas en el ámbito social de las mujeres y destinado para su “consumo”. La postura de muchas de sus protagonistas de resistencia al matrimonio habitual fue interpretada en algunos casos no como actitud ascética, sino como rebelión contra la autoridad opresiva de los maridos. Es decir, las mujeres reivindicaban de esa forma su libertad y autonomía frente al poder totalitario o tiránico de los maridos.

Además, su carácter de historias apostólicas da a entender que se trata de unas obras en las que los apóstoles de Jesús son los protagonistas. Protagonismo no colectivo sino individual. El fin de los Hechos suele decantarse por el martirio de los apóstoles correspondientes, detalle que también los distingue de los canónicos. Al lado de los apóstoles epónimos, aparecen mujeres que comparten su protagonismo. Destacan sobre ellas algunas que presentan un perfil muy definido: son mujeres de la alta sociedad, hermosas, castas, generosas, de gran personalidad, superior a la de sus maridos. Recuerdo los casos de Maximila (HchAnd), Drusiana) HchJn, Tecla (HchPl) y Migdonia (HchTom).

De Migdonia comentamos ya el perfil de su personalidad: 1) Era mujer de la más alta sociedad.- 2) Escucha con interés la doctrina sobre la continencia.- 3) Se convierte a la vida de castidad perfecta.- 4) Estalla el conflicto con su marido Carisio, el segundo en importancia del reino.- 5) Migdonia persevera en su decisión contra viento y marea.- 6) Tomás es perseguido y muerto como responsable.

Migdonia, la mujer amada

Precisamente nos quedamos comentando la figura de Migdonia, la esposa del favorito del rey. Un aspecto que se repite con cierta reiteración en la descripción de las mujeres protagonistas de los Hechos Apócrifos es su cualidad de hermosas y amadas. Es natural reconocer que hay mucho de hipérbole literaria en esta presentación. La hermosura de las mujeres y su correspondiente situación de personas amadas proporciona a los autores argumentos más que suficientes para abundar en sus tesis. En el caso de Migdonia, se añaden las palabras a los acontecimientos. La desesperación, el desencanto y la frustración que padece su esposo Carisio tiene una firme base en el amor que sentía por su mujer. Y aunque el amor tiene sus leyes, la simplicidad de las personas piensa que la hermosura es la razón fundamental de ese amor.

El texto del Apócrifo alude repetidas veces a esa hermosura. El mismo Tomás se refiere claramente a ella para adoctrinar a Migdonia sobre la nueva categoría de valores que el Cristianismo ha venido a establecer. Nada significan ahora ni la belleza del cuerpo ni la elegancia de los vestidos. El cuerpo envejece irremediablemente; los vestidos se deterioran (HchTom 88, 2). Por su parte Carisio andaba conturbado por la conducta extraña de Migdonia, cuya ausencia resultaba insoportable para el amante marido. Por cenar con ella era capaz de renunciar a la invitación del rey (HchTom 89-90). Como le hubiera sido más natural hacer esperar al rey toda la noche para no disgustar a Migdonia. Todo resulta insignificante ante el hecho más grave de verse separado de su esposa a la que califica de distinguida (HchTom 99). Los fieles que rodeaban a Tomás le contaron cómo Carisio había alabado a su esposa ante el rey hasta reconocer que "no había nadie igual que ella en el mundo" (HchTom 93).

En un contexto de ayes y quejas, amenazas y halagos, Carisio se dirige a su esposa: "¡Ay de mí, consorte mía, y ay de ti también! Pues tan pronto me he visto privado de ti. ¡Ay de mí, queridísima mía, pues eres mejor que toda mi estirpe!" (HchTom 100, 1). Tenía la impresión de que, perdiendo a su mujer, lo perdía todo: el descanso, la tranquilidad, la alegría, la vida. Su corazón se rebelaba contra los dioses que tantas pesadumbres le habían causado gratuitamente. Se sentiría feliz incluso si le amputaran un brazo siempre que pudiera abrazar a su mujer con el otro (HchTom 115).

Carisio volvió a la carga con halagos y argumentos variados. Recordaba a su mujer cómo la había escogido entre todas las mujeres de la India. Y aunque había otras mujeres superiores a ella y más hermosas, ella había sido la preferida. Aunque, a decir verdad, añade rectificando que no es posible pensar en una mujer que la pueda superar en nada. Migdonia es superior a todas en belleza, decoro, elegancia y maneras. Sin embargo, ahora no dirige a su esposo enamorado ni la más mínima palabra ni la más esquiva mirada. Despréciame, le dice Carisio, pero mírame. Presume, porque puede, de alcurnia y honores, pero confiesa que ella tiene a sus ojos más valor que toda su estirpe y sus honores. Por eso es más doloroso el que pretendan arrebatarla de su lado (HchTom 116, 2).

Saludos cordiales de Gonzalo del Cerro
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