Crítica de la presunta teología de los seguidores de Henoc (2) "Jesús y su gente" (VII)

Hoy escribe Antonio Piñero

Concluimos hoy la crítica iniciada en la postal de ayer.

Respecto al “Libro de las parábolas del profeta Henoc” (1 Henoc capítulo 37-71), si se mantiene una datación entre finales del siglo I a.C. o del siglo I d.C., vale el mismo argumento: tampoco parece posible que se haya conservado como escrito de alto valor espiritual en época de Jesús un texto que “ignorara la Ley”. Habría sido condenado a la hoguera al instante, pues es casi imposible imaginar un judaísmo del siglo I en el que se discutiera el valor de la Ley para negarlo. Entre los piadosos no se hablaba de ella si no era para cumplirla más y mejor.

4. Los pasajes que mencionan las “tablas celestiales” son tan poco concretos en normas legales que –opino- no podían valer para sustentar la vida normal y moral de un judaísmo piadoso de los siglos II y I a.C., el mismo judaísmo que se sublevó contra Antíoco IV por defender la ley de Moisés, por vivir acogiéndose a normas claras dadas por Dios. No me parece posible que a “La Ley de Moisés le fuera atribuido”, por un grupo numeroso de judíos tras la crisis de los Macabeos, “un valor puramente histórico… es decir, sólo podía considerarse válida en tanto en cuanto respetaba las leyes de las tablas celestiales” (pp. 37-38).

5. Cuando el henoquismo acepta el valor del Templo de Salomón, como dice Sacchi, ¿lo hace sólo fundado en las prescripciones de las “tablas celestiales” y no en la Ley, la que hace de este templo el sucesor del tabernáculo del desierto, consignado y decretado por otras secciones de los libros de esa misma Ley? Tampoco me parece posible.

6. El primer henoquismo hace ciertamente menos hincapié en los conceptos de puro e impuro. Pero en el “Libro de los Sueños” se efectúa una distinción muy clara que afirma con gran claridad la validez e importancia de las normas referentes a la pureza legal. Léase el siguiente pasaje:

“Pero nuevamente empezaron a construir como antes y levantaron la torre que se llamaba ‘Torra Alta’ (¿el Templo reconstruido de Esdras 5?). Comenzaron de nuevo a poner ante la Torre una mesa, pero todo el pan ante ella era inmundo y no era puro…” (1 Henoc, Libro de los Sueños”, 89,73).


En conclusión, no me parece posible la existencia de un movimiento judío de gran alcance para los siglos III-I a.C. y en el que la Ley y la distinción entre lo puro e impuro apenas desempeñaban papel alguno, sobre todo cuando, además, se lo considera padre del esenismo donde la Ley de Moisés y la pureza eran observadas al máximo.

Sintetizo: no dudo de la existencia de un grupo de apocalípticos a los que podemos denominar “henóquicos”, agrupados en torno a la figura del “profeta” Henoc sobre el que se construye una cierta teología. Pero no creo que se pueda afirmar de él con base textual suficiente que ignorara la Ley y que no hiciera hincapié casi ninguno en las leyes de la pureza y que sus normas legales estuvieran basadas en leyes de las “tablas celestiales”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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