¿Existió Jesús realmente? (y 5)

Hoy escribe Antonio Piñero

Finalizamos hoy con la presentación del libro ¿Existió Jesús realmente? con un comentario muy sucinto a las conclusiones. Más bien, un apunte, pues creo que es el lector el que debe obtener sus propias conclusiones. Deseo poner de relieve -como se verá- que el libro presente no se limita a plantear cuestiones, a lanzar interrogantes, para luego dejarlas sin solución o en la semioscuridad. Al contrario: hemos procurado que no sea así y que exista en lo posible una respuesta clara.

El Epílogo del libro aborda:

1. El testimonio de las fuentes antiguas extracristianas.

En él se discuten qué valen los muy famosos textos de Flavio Josefo (Ant. XVIII 63-64 y XX 200) , de Tácito (Anales XV 44) y de Mara bar Serapión.

Como novedad se apuntan nuevas perspectivas sobre el pasaje de Josefo tomados del texto reconstruido por R. Esissler en su obra de 1931 The Messiah Jesús, y se discute si según Josefo, en realidad Jesús agitó con su predicación a las masas judías y fue un eslabón más de los que la condujo a la catástrofe del 66-70 d.C. Por tanto, la mención de Jesús podría no ser una interpolación.

Por el contrario, el tan traído y llevado texto de Tácito, al que casi todos los estudiosos conceden valor probativo, me parece interpolado. El pasaje del estoico Mara bar Sarapión también es dudoso en cuanto a fuerza probatoria.

El lector verá si está de acuerdo o no con la idea de que debe resaltarse que inicialmente es muy comprensible que “No existiera interés alguno en el Imperio por los comienzos de aquella nueva secta judía que era el cristianismo ni por su fundador… Pero… estas escasas noticias son de gran valor, pues confirman, al menos indirectamente, la existencia histórica de Jesús… y sirven de testimonio firme de que, en los albores del cristianismo, no se puso en duda la figura histórica de Jesús”.

2. Las tesis de los mitistas

Respecto a las tesis de los mitistas se pone de relieve que como norma general debe adoptarse el argumento más “económico”, sencillo y que explique a la vez el mayor número de datos posibles, aunque quizá no todos.

Así: se puede explicar más fácilmente la existencia real de Jesús que probar la existencia histórica de un fraude masivo por quienes lo han inventado a partir de una fusión y concentración en su persona de mitos religiosos previamente existentes. En otras palabras: para un historiador independiente del mundo antiguo plantea muchos menos problemas partir del supuesto de la existencia histórica de Jesús –independientemente de las reinterpretaciones posteriores- que de lo contrario.

La existencia misma del cristianismo, con sus episodios inmediatos de cierta persecución de sus adherentes por parte de las autoridades, que implicaba sufrimientos por parte de quienes daban testimonio, se explica mucho más fácilmente -desde el punto de vista del historiador profesional de la Antigüedad- presuponiendo la existencia de Jesús, que imaginando ésta como una pura invención…, y además reciente.

Parece poco verosímil la hipótesis de que todas las historias sobre los dichos y hechos de Jesús dependan de la actividad creadora y reflexiva de cuatro autores más o menos independientes, los cuatro evangelistas, cada uno con estilo y con concepciones diferentes. Esas fuentes son discordantes e incluso contradictorias entre sí en la interpretación de un personaje que se les impone como real; el lector no obtiene la impresión de que sean variaciones sobre un personaje imaginario. De ser así se habría percibido, ya desde la Antigüedad-



3. Las tesis de Francesco Carotta y Llogari Pujol

Aquí el lector verá si le convence o no la síntesis de los argumentos por los que se defiende que son grandes ejercicios de ingenio, pero poco convincentes.

4. Pruebas de la existencia histórica de Jesús a partir de la crítica interna de los testimonios cristianos contenidos en el Nuevo Testamento

Sobre las pruebas de la existencia histórica de Jesús a partir de la crítica interna de los testimonios cristianos contenidos en el Nuevo Testamento, mi opinión es que los argumentos derivados de esta crítica constituyen las pruebas más perentorias y pertinentes de cuantas disponemos acerca de la existencia histórica de Jesús.

La prueba mayor de que existió históricamente un hombre conocido después como Jesús de Nazaret radica en las invencibles dificultades que los Evangelistas afrontaron para armonizar o concordar las tradiciones -que se habían ido formando sobre este personaje y que ellos habían recibido- con las concepciones teológicas sobre este mismo personaje ya interpretado como Cristo o mesías celeste, concepciones nuevas también elaboradas teológicamente en esos mismos textos.

El estudio del conjunto documental de las fuentes cristianas, si se realiza aplicando correctamente todos los métodos de investigación que poseen hoy las ciencias históricas, prueba con plena evidencia que en la génesis del fenómeno cristiano son perfectamente identificables dos referentes distintos:

a) Un referente existencialmente real, auténtico y razonablemente datable, es decir, un personaje como Jesús;

b) Un referente sobrenatural, es decir, un ente puramente mental conocido como el Cristo de la fe.

Se discute si la escuela mitista ha fundido estos dos niveles hasta perder de vista la historicidad existencial de Jesús y del movimiento mesiánico que impulsaba. Los herederos más directos de la experiencia personal y del movimiento mesiánico de Jesús, los apóstoles y demás judeocristianos de la iglesia de Jerusalén, no hicieron de Jesús un salvador de corte helenístico, ni dudaron jamás de la existencia real de su maestro y líder mesiánico.

Y parece que Pablo cuando va Jerusalén a visitar a algunas figuras prominentes de esa iglesia judeocristiana para discutir con ellos, en particular con Cefas/Pedro su peculiar interpretación de Jesús y visita también al “hermano de éste”, Santiago (Gálatas 1,19), no estaba pensando en que este último era sólo el hermano de una figura en realidad inexistente.

Este conjunto de argumentos parece probar la existencia histórica de Jesús. Se constata, sin embargo, que lo predominante como "histórico" no es el "referente histórico Jesús de Nazaret", sino su reinterpretación como Cristo de la fe.

4. Los criterios de autenticidad

Si se aceptada la existencia histórica de Jesús como base imprescindible para explicar el cristianismo y su entorno, respecto a los llamados criterios de autenticidad, debe decirse que existe un cierto y notable consenso entre los investigadores, no confesionales o no, acerca de que el uso razonable y conjunto de los criterios de “dificultad y coherencia”, unido sin duda también al de “atestiguación múltiple”, ha ayudado enormemente a rescatar de entre el maremagnum de noticias sobre Jesús –algunas ciertamente legendarias; otras, ciertamente distorsionadas o amplificadas por la propaganda religiosa de los cristianos- algunos datos seguros que nos permiten reconstruir las líneas generales de la figura histórica de Jesús de Nazaret, e incluso dibujar los rasgos maestros de su ideario teológico y quizá de su autocomprensión esencial como heraldo del reino de Dios futuro dentro de las coordenadas ideológicas y sociales del Israel del siglo I de nuestra era.

En fin que el lector verá si le convencen más unos argumentos que otros, y al libro me remito, pues es difícil resumir en pocas palabras lo que se va desgranando en 350 páginas. El libro está escrito con rigor, pero con palabras comprensibles de modo que un lector interesado que sepa un poco de cristianismo , es decir prácticamente todos, pueda entender perfectamente los argumentos y razones que en él se expone..

Como dije, ojalá este libro que creo único en lengua española sirve de una buena base de debate y confirme el sentir unánime de los autores de los capítulos de este libro –salvo la excepción clara de Carotta y Pujol, invitados expresamente para proponer soluciones alternativas- de que tenemos razones serias, de enorme peso para sostener la existencia histórica de Jesús, mucho más que la hipótesis contraria…, la cual en esta misma línea ha perdido hoy día en la investigación peso específico.

Casi diría que el 99 % de los que hoy estudian a Jesús y el cristianismo primitivo, independientemente de su adscripción religiosa, o a ninguna, de su pertenencia a una escuela de investigación, o a ninguna, sostienen sin lugar a duda alguna que la respuesta a la pregunta “¿Existió Jesús realmente?” es un sí rotundo. Otra cosa es la interpretación que de su figura y misión se haga, tanto en los primeros momentos tras su muerte como hoy día.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Volver arriba