El nombre divino utilizado en contextos mágicos. Los restos de magia en el Antiguo Testamento (XVI)

Hoy escribe Antonio Piñero

Hemos mencionado ya lo sacrosanto y numinoso del nombre divino, como dotado de un poder especial. Si el nombre de Dios es tan santo que no debe ni ser pronunciado, podría pensarse que en el Antiguo Testamento aparecerían huellas al menos de una tendencia previsible: la utilización del Nombre para aprovecharse de su virtud oculta, que se desencadenaría por si sola con tal que se observaran ciertas reglas.

Ahora bien, tal tendencia apenas aparece en el Antiguo Testamento. Apenas encontramos en él un uso estrictamente mágico del nombre divino, salvo en algunos pocos casos: el nombre de Yahvé se usaba como amuleto tatuado en la propia carne, al estilo de lo que sabemos en otros pueblos semitas como los cananeos, y más lejanos como el testimoniado en el Código de Hammurabi (parágrafo 226).


Esta práctica estaba relacionada con el uso del tatuaje religioso aunque su empleo es oscuro. El tatuaje existía entre el pueblo israelita, probablemente a imitación de ritos análogos en el exterior junto con la costumbre de decalvarse y hacerse incisiones entre los ojos a favor de los muertos: Dt 14,1 y Lv 19,27-28. Ésta era quizás una práctica supersticiosa --¿defensa contra el ataque del espíritu de los difuntos? ¿Hacerse irreco¬nocible ante el espíritu de los muertos?--, aunque naturalmente también se veía como signo de tristeza, algo común ante la muerte: Is 22,12; Jr 16,6.

Ciertos textos obscuros como Is 44, 5 y Zac 13, 6 aluden a esta práctica. El primero reza:

“El uno dirá: 'Yo soy de Yahvé', el otro llevará el nombre de Jacob. Un tercero escribirá en su mano: 'De Yahvé' y se le llamará Israel".


En un contexto de arrepentimiento, el profeta Zacarías pinta la conversión de los israelitas, en particular de los profetas consagrados a otras divinidades y de los tatuados en señal de pertenencia a otros dioses. Entonces:

"Si alguien le dice (a un tatuado): '¿Y esas heridas que hay entre tus manos?' (es decir, tatuajes o incisiones en el pecho en el pecho, como se hacían los profetas de Baal [1 Re 18,28; 20,35ss] durante los trances), responderá: 'Las he recibido en casa de mis amigos'" (= no tienen ya significado religioso).



Reminiscencias de prácticas de tatuaje se hallan también en Ez 9,4 ("Pasa por la ciudad y marca una cruz en la frente...) y Ex 13,16 ("Esto será como señal en tu mano..."). Véanse las reminiscencias de esta práctica en el Nuevo Testamento: Apocalipsis 7,3 (sello en la frente: adoradores de Dios) y 13,16 (marca en la mano: seguidores de la Bestia).

De cualquier modo, el código sacerdotal prohibía expresamente las tatuajes (Lv 19,28):


"No rapéis en redondo vuestra cabellera, ni cortes los bordes de tu barba. No haréis incisiones en vuestra carne por los muertos; ni os tatuéis tatuaje. Yo, Yahvé".


En la evolución del ideario religioso del Antiguo Testamento la bendición y la maldición se van poniendo paulatinamente en el haber de Yahvé y van perdiendo fuerza antiguos usos coactivos y mágicos ligados al Nombre. Este podía seguir siendo eficaz en los exorcismos contra demonios y espíritus perversos, pero no encontramos casos claros de ellos en el Antiguo Testamento.

Quizás pueda consignarse en este apartado la imprecación de Sarra contra el demonio Asmodeo en el libro deuterocanónico de Tobías 3,7ss. Dicho sea de paso, el diablo Asmodeo es probablemente la contrapartida de Rafael en el Libro de Tobías. Si Rafael es "Dios cura", Asmodeo sería el demonio de la destrucción (Schemadon o Aschmedon: Gen. Rabba 36, derivado de shamad [hifil] "destrozar"). Originariamente, el nombre del demonio procede sin duda del iranio Aesma Daeva, uno de los siete espíritus malignos por antonomasia que forman el cortejo de Ahrimán en la religión irania.

En los apócrifos veterotestamentarios, como el Libro 1º de Henoc (69,14ss) sí aparece indirectamente el uso de Yahvé como algo mágico. Cuenta Henoc que se le había revelado en uno de sus viajes celestes que Kasbeel -uno de los ángeles caídos, probablemente uno de los jefes-había pedido al arcángel Miguel:

Que le enseñara el Nombre Oculto para que lo pronunciaran en juramento, para que temblasen ante este Nombre y juramento los (demonios) que habían mostrado a los hijos de los hombres todo lo oculto…


En este pasaje se ve claro cómo el Nombre es un arma mágica contra el poder de ciertos demonios. En los papiros mágicos griegos de época helenística e imperial sí aparece el nombre de Yahvé, o similares, utilizado como arma mágica contra enfer¬medades y demonios tanto por magos judíos como paganos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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