La pureza en el interior del individuo. Jesús y Juan Bautista en "Jesús y su gente" (XII)

Hoy escribe Antonio Piñero

La concepción de la impureza como fuerza maléfica, sustancialmente coincidente con el pecado y el mal, llegó a su más extrema radicalización en el esenismo. Impureza y pecado coinciden y forman parte de la naturaleza misma del hombre. La liberación del pecado es liberación de la impureza, es purificación.

Según los qumranitas, el ser humano es ya pecador desde el seno de su madre porque la impureza está en toda la naturaleza; por tanto es connatural con el ser humano. El único modo de liberarse es apartarse del mundo, entrar en la secta y dejarse purificar por el Espíritu de Dios que habita en ella:

“Porque por el espíritu del consejo verdadero son expiadas todas sus iniquidades para que pueda contemplar la luz de la vida. Y por el espíritu de santidad que le une a su verdad es purificado de todas sus iniquidades. Y por el espíritu de rectitud y de humildad su pecado es expiado” (1QS [= Regla de la Comunidad] 3,6-8.


En este ámbito Juan Bautista parece tener una teología muy parecida a la de los esenios: mantiene el vínculo entre impureza y pecado. Por ello, para él, el individuoque transgredía la Ley era, además de pecador, un impuro. Esta concepción no parece ser la judía normal. El espíritu del texto del Levítico para el Día de la expiación (Lv 16) era purificar al pueblo en general, pero sobre todo al templo y a los sacerdotes también en general, no a los individuos concretos.

Juan Bautista debía llevar en la práctica una vida que evitaba la impureza, salvo la del contacto con los pecadores (en lo primero se parecía a los de Qumrán; en lo segundo se diferenciaba profundamente de ellos). Si se examina el modo de vida del Bautista: vida solitaria en el desierto, alimento puro (miel y saltamontes [que eran totalmente puros]), vestidos de pieles quizá hechos por él mismo de modo que no pudieran estar contaminados, se puede intuir que llevaba a la práctica su concepción de que el pecado generaba impureza, y a la inversa.

Como perteneciente al grupo del bautista durante meses quizá, Jesús debió de aceptar al principio estas ideas, sobre todo que el pecado –sometimiento al Príncipe de las tinieblas- era el principal mal de Israel. Pero para él debió de ser también claro finalmente que no había que quedarse en el desierto esperando que las gentes fuesen a él, sino que él tenía que ir a buscar a las gentes para convencerlas de que debían prepararse para la inmediata venida del Reino.

Probablemente este acercamiento más directo al pueblo le condujo a concebir la relación pureza-pecado con otros ojos un tanto distintos a los del Bautista. Probablemente la bienaventuranza “Felices los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”, si es que procede de Jesús, como es probable, apunta a una concepción de la pureza que mira más hacia el interior del individuo. Es ésta una concepción más esencial y profunda: “Lo que sale (del interior) del hombre es lo que contamina (verdaderamente) al hombre” (Mc 7,15).

Por último, parece que Juan Bautista no pretendía imponer a nadie su ideal de pureza –probablemente sólo a sus discípulos directos-, pues sus exigencias morales a los que iban a bautizarse se dirigían a cosas esenciales de la vida diaria o del oficio que practicaban. Exigía por tanto el cumplimuiento de normas éticas prácticas. Así parece expresarlo el texto siguiente:

“Le preguntaban también los soldados: ‘Y nosotros ¿qué hemos de hacer?’. Y les respondía: ‘no hagáis extorsión a nadie y contentaos con vuestra soldada’”: Lc 3,14).


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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