La voz celestial en el bautismo de Jesús y sus consecuencias. “Jesús y su gente” (XIV)

Hoy escribe Antonio Piñero

Sosteníamos el día anterior que tampoco la opinión de Sacchi (la frase "Hijo del hombre" era un título msiánico corriente en el judaísmo del siglo I) me parece correcta, pues en mi opinión no puede resistir la crítica, como hemos expuesto ya largamente en una serie anterior sobre el Hijo del Hombre.

Jesús –dice Sacchi en p. 84- confirmó claramente su título de Hijo del Hombre y sus funciones refiriéndose a las palabras de Daniel 7. Para sustentar su opinión aduce Sacchi un texto del Cuarto Evangelio que recoge esta tradición: Jn 5,22-27 cuyo centro es

“El Padre no juzga a ninguno… El Padre ha dado al Hijo el poder de juzgar porque es el Hijo del Hombre”.


Difícilmente puede juzgar un exegeta independiente este texto como probatorio viniendo del Evangelio de Juan. Estas palabras son pura teología del evangelista puestas en boca de Jesús y no tienen fuerza probatoria, ni aclaradora del pasaje que discutimos.

Tampoco es una prueba el otro texto aportado por Sacchi, Mc 14,62

“Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder…”,


que –como hemos argumentado ya no las refiere Jesús claramente a sí mismo. Es muy probable que Jesús aluda a otra figura distinta de sí mismo, como ya hemos dicho.

Para probar que era un título mesiánico usual, Sacchi recurre al tantas veces mencionado “Libro de las parábolas de Henoc” al que presume compuesto en torno al 30 a.C. Por tanto –argumenta- si el desconocido autor de esta obra dice en 71,14 que el profeta Henoc es el Hijo del Hombre

“Tú eres el Hijo del Hombre que naciste para la justicia; ella ha morado en ti y la justicia del ‘Principio de días’ [= Dios] ” no te dejará”,


es porque todo el mundo entendía esa expresión “Hijo del Hombre como un título. Dos son los textos principales que presenta al respecto:


En aquel momento fue nombrado aquel Hijo del Hombre ante el Señor de los espíritus, y su nombre ante el Principio de los días. Antes de que se creara el sol y las constelaciones, antes de que se hicieran os astros del cielo, su nombre fue evocado ante el Señor de los espíritus. Aquel servirá de báculo a los justos para que en él se apoyen y con caigan; él es la luz de los pueblos y él será esperanza de los sufren en sus corazones. Caerán y se prosternarán ante él todos los que moran sobre la tierra, y bendecirán, alabarán y cantarán el nombre del Señor de los espíritus. Por eso fue elegido y escogido junto a Él antes de que fuera creado el mundo y por la eternidad. La sabiduría del Señor de los espíritus lo reveló a los santos y justos, pues reservó el lote de los justos porque aborrecieron y desecharon este mundo inicuo, y aborrecieron todas sus obras y maneras en el nombre del Señor de los espíritus, por cuyo nombre son salvos, pues Él ha sido el vindicador de sus vidas (“Libro de las parábolas de Henoc” = 1 Hen 48,2-8).


Pregunté (Henoc) a uno de los santos ángeles que iba conmigo y me mostraba todos los secretos acerca de aquel Hijo del Hombre, quién era, de dónde venía y por qué iba con el Principio de los días. Me respondió así: “Éste es el Hijo del Hombre, de quiera la justicia y la justicia moraba en él. Él revelará todos los tesoros de lo oculto, pues el Señor de los espíritus lo ha elegido, y se aquel cuya suerte es superior a todos eternamente por su rectitud ante el Señor de los espíritus. Este Hijo del Hombre que has visto levantará a los reyes y poderosos de sus lechos y a los fuertes de sus asientos; aflojará las bridas de los poderosos y destrozará los dientes de los pecadores. Echará a los reyes de sus tronos y reinos, porque no lo exaltan ni lo alaban, ni dan gracias porque se les dado reinar…” (“Libro de las parábolas de Henoc” = 1 Hen 46,2-5; ambos textos trad. de F. Corriente-A. Piñero).


Estos pasajes son impresionantes en cuanto que este “Hijo del Hombre” judío, Henoc, tiene un enorme parecido con el “Hijo del Hombre” de los Evangelios Sinópticos que aplican el título y las atribuciones a Jesús como si él se las hubiese atribuido a sí mismo ya en vida, sobre todo antes de su pasión.

Pero me parece que el argumento (lo repito: el que Jesús se aplicaba este título porque todos los judíos de su tiempo lo conocían) no es válido, ya que la discusión científica sigue entablada sin llegar a solución clara a propósito de la fecha de composición de este “Libro de las Parábolas” (no recogido en Qumrán, cuando el resto de 1 Henoc sí aparece). ¿Es anterior o posterior al nacimiento del judeocristianismo?

Y también porque no puede excluirse que esta obra sea más tardía que lo que supone Sacchi, a saber que sea precisamente una reacción judía al hecho de que los Sinópticos aplicaron a Jesús esta expresión como título mesiánico… y con un sentido del todo especial que no era para nada judío (el mesías sufriente que acaba en el patíbulo de la cruz). Algo así como si este grupo henóquico hubiera dicho “Estos judeocristianos aplican a su Jesús el título del Hijo del Hombre, pero ignoran que el verdadero Hijo del Hombre es Henoc, el profeta judío, exaltado a los cielos”.

Concluyo con una cita de Sacchi en la que se ve –en mi opinión- cómo su argumento es puramente confesional y –por lo menos a mí- poco convincente:

“La existencia de esta creencia explica bien por qué Jesús había escogido este título para presentarse a sus contemporáneos y a la historia; era el concepto más cercano a la realidad que tenía a su disposición para explicarse: si podía perdonar los pecados y porque sabía que él estaba por encima de lo humano y porque él poseía esos poderes que una teología- bien conocida entonces- atribuía al Hijo del Hombre. Para la tradición posterior quedó la tarea de definir con más precisión esta presunción original de Jesús…, y ello ocurre en el Concilio de Nicea del 325. Pero la conciencia (de Jesús) de ser algo más que los hombres y de ser el hijo del Padre de una manera particular para clara ya en los Evangelios” (p. 85).


Quien hay leído nuestra pasada serie sobre el “Hijo del Hombre” verá con claridad que estas afirmaciones proceden del ámbito de la fe y que afirman aquello que se ha de probar y que es en extremo dudoso, a saber si es que puede aceptarse o no desde el punto de vista de la historia que los dichos sinópticos sobre el Hijo del Hombre que ha de morir y resucitar, que es un personaje divino en plenitud real y que es el juez universal de vivos y muertos en el Gran Juicio final pueden, o no, atribuirse al Jesús de la historia.

Por lo dicho, a nuestro entender, y en contra de la opinión de Sacchi, ello no es posible.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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