La contramagia divina. Moisés. Restos de magia en la Biblia (XVIII)

Hoy escribe Antonio Piñero

La idea directriz de la postal anterior era que los “narradores bíblicos presentan la acciones mágicas de los adversarios vencida por la potencia procedente del Dios único, Yahvé, que actúa a favor de los héroes israelitas. Esos textos, sin embargo, mirados con ojos de hoy nos revelan un no menor proceder mágico al servicio de aquellos que se proclaman heraldos del Dios único”. Y presentábamos sobre todo el caso de José, el patriarca, hijo de Jacob.

Igualmente ocurre con Moisés. Se ha formulado la pertinente observación que este personaje, el fundador de la religión israelita, opone a la magia de los hechiceros de Egipto la contramagia procedente de Yahvé. Moisés recibe de Dios una vara mágica o cayado (Éxodo 4, 17)79, que actúa como la de un prestidigitador taumatúrgico:

"Toma también en tu mano este cayado, porque con él has de hacer los (mismos o superiores) prodigios" (o "señales": 7,20; 9,22; 10,13s)
.

Recordemos a este propósito el bastón que Eliseo da a su criado para resucitar al hijo de la sunamita: 2 Reyes 4,29. Y voliendo a Moisés, por orden de Yahvé arroja la vara a tierra y se convierte en una serpiente. Toma a ésta por la cola y se torna vara otra vez. Moisés introduce su mano en el pecho y al sacarla aparece cubierta de una escama blanca como la nieve ("lepra", dice el texto). La vuelve a meter y cuando la presenta de nuevo aparece sonrosada y normal como el resto de su carne. Moisés toma agua del río, y cuando la derrama por el suelo, se convierte en sangre (Ex 4, 2-9). El lector obtiene la impresión de que estos actos son tan mágicos como aquellos a los que dice vencer por orden divina.

En el capítulo 7º (vv. 8ss) del Éxodo observamos una escena de magia que nos parece bastante clara, dentro de lo legendario:

"Se presentaron, pues, Moisés y Aarón ante el monarca e hicieron lo que Yahvé les había ordenado: Aarón arrojó su vara a tierra delante del Faraón y sus servidores, y aquella se convirtió en serpiente".


El monarca entonces llamó a los magos y sabios de Egipto; y también ellos

"Lograron hacer con sus encantamientos las mismas cosas. Echó cada cual su vara y se trocaron en sierpes, pero el cayado de Aarón devoró a las otras varas".


Observamos aquí un juego de poderes y contrapoderes con varas mágicas. El narrador acepta con naturalidad el poder taumatúrgico entre los adversarios paganos de Moisés: son "artes secretas", y la fuente del poder es diversa. Finalmente, se revela que la magia de moisés y Aarón, respaldada por el poder de Dios es más poderosa (véase también Ex 8,19 y 9,11).

La historia de la serpiente de bronce es de un tono muy parecido (Nm 21), aunque en este caso se trata de una curación mágica en nombre de Yahvé. En esta caso, no vale la sola oración de Moisés (v. 7). La teología posterior sublima el acto y su significado teológico: lo que curó verdaderamente fue la confianza en Yahvé: Sabiduría 16,5-6. Como es sabido, el pueblo en el desierto se había levantado contra Dios y Moisés. El primero envía como castigo contra el pueblo un contingente de serpientes abrasadoras. Por indicación de la divinidad, Moisés fabrica un ofidio de bronce y lo fija sobre un mástil. Ocurrió después que "si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba a la serpiente de bronce, quedaba con vida". En 2 Reyes 18,4 aparece que ese ofidio era aún adorado por el pueblo en el s. VIII, por lo que fue destruido por el reformador Ezequías bajo influencia de Isaías profeta (Is 2,8; 17,8).

Subyace a esta historia una creencia primitiva que une la serpiente con poderes de curación (cf. quizás la "Fuente del Dragón" de Nehemías 2,13). La historia de la serpiente de bronce es un relato etiológico para explicar -y en el fondo oponerse por un hecho portentoso de Moisés- una creencia popular (paralelos en la historia de las religiones presenta abundantes Frazer en La rama dorada). Como la imagen de la serpiente sirve para curar mordeduras del mismo animal, así la imagen de las ratas, o ratones, sirvió -como ya hemos considerado- para curar la peste de los filisteos, como vimos cuando escribimos sobre el ritual de los sacrificios. El famoso Apolonio de Tiana, en el siglo I d.C., liberó a la ciudad de Antioquía de una plaga de escorpiones haciendo imágenes de estos animales.

En la historia a la que anteriormente hemos aludido sobre la oración de Moisés con los brazos abiertos en la batalla de Rafidim, el texto precisa (Ex 17,9) que Moisés dijo: "Me pondré en la cima del monte con la vara de Dios en la mano" (también en 8,12.12). Qué duda cabe que esta vara, o cayado, tenía virtudes milagrosas. En Nm 20, 9 sirve para hacer brotar agua, milagrosamente, de una roca:

"Tomó Moisés la vara de la presencia de Yahvé como se la había mandado éste... convocó al pueblo... alzó su mano y golpeó la peña con su vara dos veces. El agua brotó en abundancia, y bebió la comunidad y su ganado".


Este cayado tenía forma de serpiente y se conservó en un lugar sagrado. Que el pueblo israelita le atribuyó con el tiempo poderes mágicos se deduce de la orden de destrucción contra él dictada por el reformista rey Ezequías, como sabemos por 2 Reyes 18, 4, al que nos hemos referido ya.

El cayado prodigioso, o vara mágica, es utilizado también por Aarón en Ex 7,9.19; 8,1.12. No es extraño todo lo que hemos dicho sobre los poderes mágicos de los ofidios pues en el entorno de Israel se practicaba el culto a la serpiente, lo cual pudo haber influido en las creencias populares de Israel. En el santuario de Gazer se han encontrado restos de serpientes metálicas.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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