Las mujeres en los Hechos Apócrifos



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Mnesara, la nuera del rey

El papel desempeñado por Mnesara en la narración de los Hechos de Tomás es más bien limitado y discreto. Al contrario de los otros casos de mujeres, es el marido Vazán, hijo del rey, el protagonista de los sucesos en que ella se ve implicada. El Hecho XII lleva incluso el epígrafe "Hecho XII sobre Vazán, hijo de Misdeo"; y el siguiente: "Hecho XIII cuando Vazán recibe el bautismo con los demás". Entre los demás se encontraba también Mnesara. Pero ya tendremos ocasión de comprobar las razones de este protagonismo, basado en la misión pastoral que Tomás encomendará al joven converso.

En Mnesara se dan, además, otras circunstancias. Debía de ser persona de alta alcurnia para haberse casado con el hijo del rey. Su presunto destino la encaminaba hacia el trono como esposa del heredero. Era joven, muy joven, pues tenía solamente diecisiete años y se encontraba gravemente enferma. Vazán, impresionado por la personalidad y la actitud del Apóstol, designado en estos dos Hechos con el nombre de Judas, quiso actuar como hijo del rey. Exigió de los soldados que le entregaran al Apóstol para parlamentar con él antes de que llegara su padre el rey. Al parecer, le movían buenas intenciones. Éstas fueron las palabras que dirigió al Apóstol prisionero: "¿No sabes que yo soy el hijo de Misdeo, el rey, y que puedo decir al rey lo que quiera, y si le digo algo, te permitirá vivir? Dime, pues, quién es tu Dios, en qué poder te basas y te glorías. Pues si se trata de un poder o arte de magia, dímelo, enséñamelo y te liberaré" (HchTom 139, 1).

Pero llegó el rey y sometió a Judas al preceptivo interrogatorio. La dignidad y la libertad con que el Apóstol respondió a las preguntas del rey, enfurecieron a Misdeo, que pensó acabar con el prisionero no sin antes atormentarlo con unas planchas de hierro incandescentes. Vazán buscaba la manera de facilitar a Judas la huida y la salvación. Pero cuando los soldados obligaron al Apóstol a subirse sobre las planchas, surgió un chorro de agua de la tierra que amenazaba con anegar y sumergir a los presentes. El mismo Misdeo suplicó al prisionero que los librara de aquel peligro, lo que hizo Judas Tomás mediante una oración. El rey lo devolvió a la cárcel mientras deliberaba sobre lo que tenía que hacer con el misterioso personaje. A su lado caminaban Vazán, hijo del rey, y Sifor, general de sus ejércitos.

En la cárcel se reunieron con Tomás los dos mencionados junto con la mujer y la hija de Sifor. El Apóstol pronunció un larguísimo parlamento lleno de reminiscencias bíblicas, en el que daba a entender que su muerte estaba cercana. Vazán dirigió a Tomás un alegato, mezcla de súplicas e informaciones, por el que conocemos detalles de la vida de su mujer Mnesara: "Te lo ruego, hombre Apóstol de Dios, permíteme que me vaya a persuadir al carcelero para que te deje ir a casa conmigo, y para que reciba yo de ti el sello, y me convierta en siervo tuyo y custodio de los mandamientos del Dios que tú predicas. Pues ya antes viví conforme a lo que tú enseñas hasta que mi padre me obligó a unirme a una mujer llamada Mnesara; pues aunque tengo veintiún años, estoy casado desde hace siete. Antes de unirme en matrimonio, no conocí a ninguna mujer; por este motivo pasaba por un inútil ante mi padre. Tampoco he tenido hijo alguno ni hija de esta mujer. Ella ha vivido conmigo en castidad durante este tiempo, y hoy, si estuviera sana y te hubiera escuchado, sé que yo descansaría y ella recibiría la vida eterna. Pero se halla en peligro y probada con una grave enfermedad. Yo convenceré al carcelero si prometes venir conmigo, pues yo vivo solo; y a la vez curarás a esa pobrecilla" (HchTom 150, 1-2).

Los conversos solicitaban en seguida el sello o bautismo. Judas Tomás envió a Vazán para que trajera todo lo necesario para los ritos. Volvió a repetirse el prodigio de las puertas, que se abrieron solas para que Vazán pudiera salir de la prisión. Fue en aquel contexto cuando se encontró con su mujer Mnesara que se dirigía a la cárcel a encontrarse con los demás fieles. La que no podía moverse de la cama iba ahora andando por la calle camino de la prisión. Fue ella la primera que abordó a Vazán diciéndole: "Hermano mío Vazán, ¿eres tú?" Vazán respondió: "Sí. ¿Y tú eres Mnesara?" A la respuesta afirmativa de su esposa, volvió a preguntar Vazán: "¿A dónde vas caminando, sobre todo tan a deshora? ¿Y cómo es que has podido levantarte?" Mnesara contó su pequeña peripecia: "Este jovencito poniendo sobre mí su mano, me levantó; y vi en sueños que debía ir a donde se encuentra el extranjero para ser curada totalmente". Vazán le preguntó por el joven de que hablaba. Mnesara contestó: "¿No ves a éste a mi derecha, que me va conduciendo?" (HchTom 154, 2).

Estaban los jóvenes esposos conversando en plena calle cuando llegaron Tomás con Sifor, la mujer e hija de éste, Tercia; venían también Migdonia y Marcia, que se dirigían a la casa de Vazán. Mnesara se postró diciendo: "¿Has venido, tú que nos has salvado de una peligrosa enfermedad? Tú eres aquel a quien vi anoche entregándome a este joven para que me guiara hasta la prisión. Pero no ha permitido tu bondad que me fatigara, sino que tú mismo has venido a mí". Mnesara se volvió, pero el joven había desaparecido. Entonces dijo al Apóstol: "No puedo caminar sola, pues el joven que me diste ya no está". Judas Tomás la tranquilizó: "Jesús te conducirá de ahora en adelante" (HchTom 155, 1-2). A continuación, ella se puso a correr delante de todos. La joven estaba realmente curada. Una larga oración del Apóstol creó el ambiente propicio para la administración del deseado bautismo. Tomás pensaba especialmente en los nuevos neófitos: "Permanece al lado de Vazán, hijo de Misdeo, de Tercia y Mnesara, congrégalos en tu redil y únelos al número (de tus ovejas)" (HchTom 156, 2).

Sigue en la narración del Apócrifo la escena del bautismo, en la que Migdonia, bautizada ya, hace las veces de ayudante. Ella fue la encargada de desnudar a las mujeres y envolverlas con lienzos de lino. Después de la oración de Judas Tomás sobre el óleo, fue también la que ungió a las mujeres, mientras el mismo Apóstol ungía a Vazán. "Hecha la unción, los hizo bajar al agua en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". En muchos lugares arqueológicos, en los que se conservan baptisterios, la piscina está en un nivel más bajo que el pavimento del templo. Además, suele haber tres escalones que de algún modo significarían la Trinidad mencionada en la fórmula del bautismo.

Cuando hubieron subido del agua, tomó el Apóstol pan y una copa "mezclada" según la versión siríaca, pronunció la bendición e inició una plegaria en la que recordaba numerosos detalles de la Pasión de Jesús. Luego, "partiendo el pan eucarístico, se lo dio a Vazán, a Tercia, a Mnesara, a la mujer de Sifor y a su hija diciendo: Sea para vosotros esta eucaristía salvación, alegría y salud de vuestras almas. Ellos respondieron: Amén" (HchTom 158, 3). Una voz del cielo vino a poner el colofón a una ceremonia llena de simbolismos.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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