La profecía y la clarividencia. Restos de magia en el Antiguo Testamento (XX)

Hoy escribe Antonio Piñero

Algo muy parecido a lo que notábamos en nuestra postal anterior (XIX), ocurre con el don de la profecía y la clarividencia. Exteriormente tampoco se distinguen en estos ámbitos los servidores proféticos de Baal, por ejemplo, de los de Yahvé.

Lo mismo pasa con los poderes sobrenaturales/mágicos en general. El Antiguo Testamento reconoce tranquilamente la existencia y el poder supranatural de otros magos, como atestigua 1 Samuel 6,1-18, texto en el que se ve que Yahvé se deja aplacar casi mecánicamente (hace cesar la peste que había lanzado sobre los filisteos) cuando se le ofrecen unas imágenes de oro, que complementan la devolución del Arca de la Alianza que los filisteos retenían injustamente. Veamos el texto:

Siete meses estuvo el arca de Yahvé en territorio filisteo. Llamaron los filisteos a los sacerdotes y adivinos y preguntaron: «¿Qué debemos hacer con el arca de Yahvé? Hacednos saber cómo la hemos de enviar a su sitio.» Ellos respondieron: «Si queréis devolver el arca del Dios de Israel, no la devolváis de vacío, ofrecedle una reparación y entonces sanaréis y sabréis por qué no se ha apartado su mano de vosotros.» Preguntaron ellos: «¿Qué reparación hemos de ofrecer?»


Y respondieron:

«Conforme al número de los tiranos de los filisteos, cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, porque el mismo castigo sufrís vosotros que vuestros tiranos. Haced imágenes de vuestros tumores y de vuestras ratas que devastan el país y dad gloria al Dios de Israel. Acaso aligere su mano de sobre vosotros, vuestros dioses y vuestra tierra. ¿Por qué habéis de endurecer vuestros corazones como endurecieron su corazón los egipcios y Faraón? ¿No los tuvieron que dejar partir después que Dios los hubo maltratado? Ahora, pues tomad y preparad una carreta nueva y dos vacas que estén criando y que no hayan llevado yugo; unciréis las vacas a la carreta y haréis volver sus becerros al establo. Tomaréis el arca de Yahvé y la pondréis sobre la carreta. Cuanto a los objetos de oro que le habéis ofrecido como reparación, los meteréis en un cofre a su lado, y la dejaréis marchar. Y fijaos: si toma el camino de su país, hacia Bet Semes, es él el que nos ha causado esta gran calamidad; si no, sabremos que no ha sido su mano la que nos ha castigado y que todo esto nos ha sucedido por casualidad.»


El texto continúa prolijamente:

Así lo hicieron aquellos hombres: tomaron dos vacas que estaban criando y las uncieron a la carreta, pero retuvieron las crías en el establo. Colocaron sobre la carreta el arca de Yahvé y el cofre con las ratas de oro y las imágenes de sus tumores. Tomaron las vacas en derechura por el camino de Bet Semes y mantuvieron la misma ruta; caminaban mugiendo, sin desviar ni a derecha ni a izquierda. Los tiranos de los filisteos las siguieron hasta los confines de Bet Semes. Estaban los de Bet Semes segando el trigo en el valle, y alzando la vista vieron el arca y fueron gozosos a su encuentro. Al llegar la carreta al campo de Josué de Bet Semes, se detuvo; había allí una gran piedra. Astillaron la madera de la carreta y ofrecieron las vacas en holocausto a Yahvé.

Los levitas bajaron el arca de Yahvé y el cofre que estaba a su lado y que contenía los objetos de oro, y lo depositaron todo sobre la gran piedra. Los de Bet Semes ofrecieron aquel día holocaustos e hicieron sacrificios a Yahvé. Cuando los cinco tiranos filisteos lo vieron, se tornaron a Ecrón el mismo día. Estos son los tumores de oro que los filisteos ofrecieron en reparación a Yahvé: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat, uno por Ecrón. Y ratas de oro, tantas cuantas son las ciudades de los filisteos, las de los cinco tiranos, desde las ciudades fortificadas hasta las aldeas abiertas. Testigo, la gran piedra sobre la que se colocó el arca de Yahvé y que está en el campo de Josué de Bet Semes, hasta el día de hoy.


El pasaje es largo, pero lo cito porque en él se ve bien claro que el contexto de sabor mágico es aceptado de algún modo por Yahvé.

En otros casos y acciones hay idénticos trances extáticos, idénticos signos y acciones, oráculos muy parecidos que asemejan al menos externamente a los taumaturgos de Yahvé y a "los magos de las naciones". Las predicciones y los milagros que ejecutan los adivinos y magos no adoradores de Yahvé se deben en todos los casos a la invasión en los cuerpos humanos de un espíritu -en unos, el de Baal u otra divinidad en otros, el de Yahvé- que los hace a todos hombres dotados de poderes sobrehumanos, pues ya hemos dicho anteriormente que los antiguos israelitas aceptaban sin mayor problema la existencia de otros poderes divinos al lado de e inferiores a Yahvé.

Como hemos visto ya, el espíritu divino era transmisible:

Reunió Moisés a setenta ancianos del pueblo y los puso alrededor de la Tienda. Bajó Yahvé en la nube y le habló. Luego tomó del espíritu que había en él y se lo dio a los setenta ancianos. Y cuando reposó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar, pero ya no volvieron a hacerlo nunca más (Números 11,24).



Lo que de algún modo deja transparentar una concepción del Espíritu aún material. Se pensaba que esa transmisión del espíritu se realizaba normalmente por medio del acto físico de la imposición de las manos (Núm 27,18.23; Lv 1,4; Dt 34,9), acción que fue primitivamente un rito mágico (sabemos que el sacrificar un animal como expiación por el pecado e imponerle las manos se la transmite la culpa), luego espiritualizado, y, como tal, recogido posteriormente por el cristianismo.

Pero, y en ello radica de nuevo la diferencia, sólo los profetas de Yahvé son verdaderos; los demás son simplemente magos y hechiceros. La ruda condena que expresa el Deuteronomio (18,9ss) de la magia y adyacentes es también interesante a propósito del profetismo y la clarividencia:

"Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvé, tu Dios, te da, no aprenderás a cometer abominaciones como esas naciones. No ha de haber en ti nadie... que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros, ni... evocador de muertos. Porque todo el que practica estas cosas es una abominación... las naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti Yahvé tu Dios no te permite semejante cosa. Yahvé... suscitará en medio de ti un profeta... a quien escucharéis... Yo pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que le mande".


Así pues, los pueblos paganos tienen "astrólogos y adivinos"; el pueblo de la alianza, "profetas".

Ya llegamos casi al final de esta serie. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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