Problemas de la metodología del estudio del Jesús histórico (89-01)

Hoy escribe José Montserrat Torrents

Estoy preparando un regreso al tema del Jesús histórico. Como en mi El galileo armado, en esta nueva entrega me dirigiré exclusivamente al público laico. Me alejo definitivamente de la confrontación con los autores confesionales, incapaces, por más que lo pregonen, de deshacerse de sus prejuicios dogmáticos. Cada cual que labre su campo (con sus propios prejuicios).

La lectura de algunas de las recientes publicaciones laicas me ha suscitado dudas acerca de mi propia metodología, y quiero exponerlas en este blog para intentar aclararlas.

La mayoría de estudiosos, tanto confesionales como laicos, considera que los evangelios no pertenecen al género literario de la historia. Algunos pretenden matizar que se trataría de negar que pertenecen a la historia entendida en sentido moderno; los evangelios, a su manera, si serían libros históricos. A este respecto me gustaría observar que el concepto esencial de la historia está establecido en Occidente desde Tucídides. Para cerciorarse de ello basta con leer los prefacios de Tácito a sus Anales y a sus Historias, o el precioso tratadito de Luciano de Samosata Como debe escribirse la historia; aunque la lectura fundamental sería, como siempre, Sexto Empírico.

El consenso entre laicos y confesionales prosigue en el reconocimiento de que los evangelios, aun no siendo libros de historia, si contienen datos históricos, como todas las leyendas, desde Homero hasta las narraciones en torno a la Mesa Redonda. Entonces, para discernir estos elementos históricos se proponen los denominados "criterios de historicidad", que no son nada más que reglas de sentido común aplicadas a los textos narrativos. Y ahí es donde comienzan mis perplejidades.

Entiendo que los criterios de historicidad deben aplicarse a unidades de información homogéneas (por ejemplo: los textos del bautismo de Jesús por Juan). Su aplicación a secuencias extensas y variadas (por ejemplo: la "subida a Jerusalén" de Lucas) no tendría sentido. Ahora bien, las narraciones de la pasión son extensas, y están compuestas por varias unidades narrativas, que varían en los diversos evangelios. Parece que los criterios deberían aplicarse a cada una de las unidades, y no a todas ellas en bloque. Sin embargo, leo el siguiente pasaje de Antonio Piñero en el libro conjunto La verdadera historia de la pasión (EDAF, 2008, pág. 143):

"El relato de la Pasión en su conjunto -tanto en la versión presumiblemente anterior a Marcos como en la de este evangelista- es histórico básicamente, pues cumple con las exigencias de los más importantes criterios filológicos que sirven de prueba y contraste de la historicidad de las narraciones evangélicas: el criterio de desemejanza o disimilitud, el de dificultad y el de atestación múltiple".


A mi modo de ver, el análisis criteriológico no puede versar sobre la narración de la pasión "en su conjunto", sino sobre sus diversas unidades narrativas: Getsemani, juicio ante el sanhedrín, juicio ante Pilato, crucifixión... Efectivamente, hay en estos episodios notables discrepancias entre las fuentes, por lo que se hace preciso tratarlas uno por uno.

Piñero reconoce este factor un poco más adelante:

"El relato de la Pasión no puede considerarse histórico en todas sus partes" (pág. 144).


Si esto es así, no entiendo que pueda considerarse "histórico básicamente" en conjunto. No existe críticamente tal conjunto. Así Rudolf Bultmann:

"No puede afirmarse que la historia de la pasión, tal como la encontramos en los sinópticos, sea un conjunto orgánico" (Historia de la tradición sinóptica,, Sígueme, Salamanca,
p. 335


Por otra parte, los criterios de historicidad, lógicamente aplicados, conducen solamente a la posibilidad, a la plausibilidad o, todo lo más, a la probabilidad de lo narrado. Para el paso de lo posible a lo real haría falta la presencia de un dato histórico procedente de una fuente universalmente considerada como histórica (Pablo, Flavio Josefo, Tácito...), y los evangelios no pertenecen a este género. La suma de probables no genera certeza.

Pienso que el historiador laico debe mantener la "no historicidad básica" de la narración de la pasión, y proceder después al eventual rescate de algunos datos válidos, uno por uno. El método descrito por A. Piñero en la obra citada no es distinto del de los modernos autores confesionales.

También me suscitan perplejidades algunos pasajes de la reciente obra de Gonzalo Puente OjeaLa existencia histórica de Jesús, a pesar de que suscribo la orientación general de su escrito.

Dice el autor (pags. 73-74):

"En esta sección me propongo sintetizar lo que le sucedió al propio Jesús a la luz de lo que puede recuperarse con estimable seguridad sobre su vida y su pensamiento, apoyándome en investigaciones multidisciplinares a partir de datos históricos."


Pregunto: ¿de dónde provienen estos "datos históricos" capaces de informarnos "con estimable seguridad" de la vida y del pensamiento de Jesús? Si por "datos históricos" entendemos, correctamente, informaciones provenientes de documentos científicamente reconocidos como históricos, resulta que acerca de la vida de Jesús tenemos escasísismos datos, y acerca de su pensamiento, ninguno.

Si tales "datos históricos" provienen de los evangelios, ni son históricos ni generan seguridad. Una cosa es que de las leyendas evangélicas pueda extraerse alguna probabilidad histórica y otra cosa es que ofrezcan "datos históricos". Es altamente probable, por ejemplo, que Jesús fuera bautizado por Juan; pero llamar a esto "dato histórico" me parece una distorsión de los valores de la ciencia histórica.

En resumen, me parece que es imposible trazar una "vita laica" de Jesús. Intentar algún tipo de descripción coherente del personaje a partir de los textos evangélicos es lo que están haciendo, cada uno por su cabo, los autores confesionales en los últimos cien años.

Lo que en realidad hace Puente Ojea, apoyado sobre todo en H. Maccoby, es deslindar agudamente dos estratos literarios, el del "Jesús helénico" de Pablo y el del "Jesús judío" de la tradición palestinense. Pero se trata de literatura, no de historia. El Jesús de Pablo es tan irreal, para el historiador, como el Jesús del Proto-Marcos, aunque éste sea mucho más coherente, e incluso plausible, que aquél.

En la pág. 79 Puente Ojea reproduce, supongo que aprobándolo, un pasaje de N. Sherwin-White, en el cual figura esta frase:

"El juicio ante el Sanhedrín y la condena por blasfemia readquieren [contra Lietzmann] plausibilidad histórica".


Mi problema es el mismo. Las únicas fuentes que refieren este juicio son dos de los evangelios. Pero los evangelios no son libros históricos, y los imprecisos criterios de historicidad no bastan para establecer un hecho tan tremendo como el de esta condena. Estoy, por tanto, con Lietzmann, y sostengo que "el juicio y la condena por el Sanhedrín fueron una fabricación". Lo contrario me huele a historia confesional.

Una práctica muy extendida entre los críticos, tanto confesionales como laicos, es la de aducir como argumento un pasaje de los evangelios sin dilucidar previamente su historicidad. Así, por ejemplo, se caracteriza la actitud de Jesús frente al poder romano por medio de una interpretación del episodio del "tributo al César". Pero lo que nunca se hace es examinar previamente si esta narración es históricamente válida. La interpretación, que se pretendía histórica, resulta ser puramente literaria.

En resumen: he partido siempre del principio de que los evangelios y los Hechos no son escritos históricos, sino legendarios, a partir de los cuales, por medio de criterios de historicidad, puede establecerse la posibilidad, la plausibilidad y, más raramente, la probabilidad de ciertos hechos; pero nunca pasarán por esto a ser "hechos históricos".

Habría, pues, tres clases de noticias acerca de Jesús, clasificadas de acuerdo con sus grados de certeza:

1. Noticias ciertas. Son las que provienen de documentos auténticamente históricos (Pablo, Flavio Josefo, Tácito...).

2. Noticias muy probables. Son las que provienen de los evangelios por medio de criterios de historicidad rigurosamente utilizados.

3. Noticias simplemente probables. Son las que provienen de los evangelios por medio de criterios de historicidad poco rigurosos.

Una narración histórica acerca de Jesús puede confeccionarse utilizando las noticias de las dos primeras clases. Pero la denominación de "noticia histórica" está reservada a las de la primera clase. Al referirse a las noticias de la segunda clase, el historiador laico crítico tiene que usar expresiones que recuerden de algún modo que se trata de un dato de procedencia bastarda, es decir, extraído de un documento legendario. Con las noticias de la tercera clase no se puede configurar una narración histórica acerca de Jesús, sino tan sólo hagiográfica o literaria.

Saludos de José Montserrat
Volver arriba