¿Qué es el orfismo? (III): ¿Fue el orfismo un fenómeno unitario?

Hoy escribe Fernando Bermejo

Podría creerse que “orfismo” es un substantivo que designa una realidad unitaria y sistemática, como si hubiera existido una autoridad central que hubiera dispuesto las piezas de que se compone en un sistema coherente. Sin embargo, no debe entenderse el término “orfismo” del modo en que entendemos, por ejemplo, el término “maniqueísmo”. En este último caso hablamos de una religión con un fundador histórico, un canon preciso y delimitado de Escrituras, una doctrina y unas prácticas suficientemente coherentes a lo largo del tiempo y el espacio, y una autoridad central.

De nada de esto, sin embargo, hallamos pruebas en el caso del orfismo. Pretender crear una ideología órfica coherente es un intento condenado al fracaso no sólo por la ausencia de documentación, sino porque se opone a la dispersión en que aparecen los datos disponibles. Las especulaciones órficas tienen ciertos elementos comunes –lo que permite que utilicemos con sentido la categoría de “orfismo”–, pero esas especulaciones no aparecen organizadas más que en las sistematizaciones particulares que efectuaron determinados individuos.

La mención de una “vida órfica”, que podría hacer pensar en un tipo de existencia definida y uniforme, aparece aludida en Platón sólo una vez (y en plural), como algo más bien indeterminado que aconteció en tiempos remotos. Además, las referencias a los sacerdotes itinerantes que realizaban iniciaciones de tipo órfico se parecen más al modelo de un gremio que al de una secta organizada (a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con los pitagóricos).

La semejanza de algunos textos (como, por ejemplo, las laminillas áureas) provenientes de regiones muy alejadas muestra ciertamente que la tradición poética y ritual órfica se expandió en ámbitos muy diversos. Sin embargo, la preocupación por la uniformidad y, por tanto, el sentimiento de una comunidad definida se hallan ausentes de los testimonios disponibles. A diferencia de lo que ocurre con los pitagóricos o con las comunidades cristianas primitivas, no existen pruebas de grupos de órficos más allá de las fronteras de la familia.

Así pues, y aunque no sea necesario llegar al extremo de los llamados “orfeoescépticos” (que pone en cuestión la existencia misma del orfismo), sí debe quedar constancia de que los testimonios de que disponemos no permiten referirse al orfismo como un sistema ideológico organizado que haya tenido un reflejo en una comunidad órfica definida.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Volver arriba