"Jesús y el Evangelio". Comentario a un libro de Graham N. Stanton (y 3)

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Hoy escribe Antonio Piñero

Concluimos el comentario al libro de Graham N. Stanton “Jesús y el evangelio”

Llegados al final de nuestro comentario, vayan también unas palabras sobre la traducción al español, obra de Víctor Morla. En líneas generales parece legible y buena, aunque en ocasiones se percibe fácilmente el subyacente texto inglés –sin necesidad de tenerlo ante los ojos físicamente- y cómo no ha sido correctamente entendido.

El caso más clamoroso que ha saltado a mi vista me parece el de la p. 55. Leemos en la versión española: “El antiguo historiador de Heidelberg Geza Alföldy”. Sin embargo, y me atrevo a afirmarlo con toda seguridad, lo que el texto inglés original quiere decir no es eso, sino: “El profesor de historia antigua de Heidelberg, Geza Alföldy”.

Otros casos de mala traducción afectan al vocabulario: el traductor traduce mal el vocablo inglés “topic”, que significa “tema”, “asunto”, y que vierte erróneamente por “tópico”. Escribe P.J. Chamizo, en su artículo “False friends”, de la revista Journal of Pragmatics 34 [2002] pp. 1839s:

“El sustantivo inglés topic y el español tópico son ejemplos de “malos amigos” completos, aunque ambos vocablos están etimológicamente relacionados con el griego tópos, “lugar” y ambos se refieren a la obra de Aristóteles Topiká. En inglés topic ha llegado a ser sinónimo de subject, por vía de mejora. Sin embargo, en español por un proceso de empeoramiento, significa “lugar común” en el peor de los sentidos. Así cuando un profesor en un país de lengua inglesa teaches a topic (“enseña sobre un tema determinado”), puede considerársele un buen profesor, si lo hace bien, pero cuando en español un profesor explica y enseña “tópicos” es un mal profesor”.


Igualmente, leemos en la versión al español en la p. 39 refiriéndose a una edición de García Martínez y Tigchelaar, de los textos del Mar Muerte en bilingüe, hebreo e inglés: “El texto hebreo va impreso en la ‘página de enfrente’”. Esa frase no significa nada en español. Lo que quiere decir el traductor es: el texto hebreo aparece en la página de la derecha, o de la izquierda, (es decir en “otra página”). Una edición bilingüe de un libro concreto puede ser la derecha o la izquierda, pero en español nunca está “en la página de enfrente” (“in front of”, como dicen los ingleses).

Otro caso: el vocablo inglés “festival” (p. 56) es ambivalente. Significa tanto “festival” como “festividad”. Al referirse a la religión antigua, casi nunca se puede hablar de “festivales” religiosos, sino de “festividades” religiosas.

Tampoco se dice en español “verso” (inglés “verse”) cuando se utiliza esta vocablo para los evangelios, sino “versículo” (p. 96); ni tampoco se puede escribir de la “caída (inglés “fall”) de Jesús”, sino del “fracaso” de Jesús (p. 101).

Igualmente otros pequeños usos incorrectos, como el abuso de los guiones, de las mayúsculas (por ejemplo, Cristianismo o Judaísmo, cuando en español es en minúsculas, “cristianismo” o “judaísmo”), o la utilización continua de “énfasis” (inglés, “emphasis”) sin alternarlo, por mor de la variación, con el español “hincapié”… etc., hace que el lector sienta continuamente el inglés subyacente.

Pero no deseo acabar con estas pequeñas críticas, sino con una opinión general sobre el libro, que es buena. En síntesis, el volumen escrito por Stanton es interesante, y tiene un buen monto de ideas novedosas y estimulantes que ayudan a comprender mejor por qué los cristianos utilizaron el vocablo evangelio y el misterioso viaje de los textos (códices, rollos) en el cristianismo primitivo.

Hubiera deseado en algún momento una mayor rotundidad en las afirmaciones, pero quizá no vaya eso con el carácter del Prof. Stanton. Por ejemplo en el caso de la utilización abundante del vocablo “evangelio” por parte de Pablo: estoy convencido –pensemos que sus cartas auténticas son todas obras de su madurez- de que el Apóstol estaba enfrentando conscientemente su “evangelio” de Jesús a los múltiples “evangelios” de los emperadores y a las nociones religiosas sobre la salvación de los iniciados en las “religiones de misterios”. Quizás hubiera sido conveniente poner más de relieve esta idea.

El mensaje de Pablo –que estaba deseoso de encardinar en el verdadero Israel a algunos, o muchos, paganos antes de que llegase el fin del mundo- afirmaba expresamente a sus convertidos que la salvación aportada por Jesús –cuyo contenido se expresaba como buena noticia/“evangelio”- era la única verdadera salvación y no esas pseudo salvaciones y pseudo beneficios que traían las épocas de paz de los emperadores, comenzando por Augusto.

Pablo libraba una lucha sin cuartel por captar a los posibles fieles de otras religiones para la propia, que era la única verdadera. Por ello utilizaba el Apóstol conscientemente el vocablo evangelio, propio del culto al Emperador, y lo contraponía expresa y negativamente a la buena nueva del único y verdadero rey y salvador, Jesús mesías = Jesús Cristo.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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