El testimonio indirecto sobre el posible celibato de Jesús por parte de los Evangelios admitidos por la iglesia (79-06-F)

Hoy escribe Antonio Piñero


Existen un par de argumentos más a favor de esta probable situación célibe de Jesús durante su vida pública, aunque debe insistirse en que ello no excluye que el Nazareno hubiera dejado a su familia, como Pedro, por mor de la predicación, o que fuera viudo:

A) El ambiente relativamente ascético de la vida itinerante de Jesús durante su ministerio,

B) El pasaje de Mt 19,12: “Hay otros que se hicieron a sí mismos eunucos por amor al Reino de los Cielos".

Examinamos a continuación estos argumentos.


A) El ambiente a priori ascético de la vida itinerante de Jesús parece bastante claro a todo lector de los Evangelios, aunque este ascetismo podría quedar en entredicho por el testimonio de la opinión de la gente sobre Jesús recogida en Lc 7,33-34:

Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores”.


Para interpretar este dicho hay que recordar que Jesús ciertamente se diferenciaba de su maestro Juan Bautista en que hacía del banquete, de la mesa común con sus discípulos y otras personas de Israel -a veces gentes de aparente mal vivir, pero convertidas al movimiento de Jesús-, el signo y el símbolo de la pronta venida del reino de Dios.

Y hay que recordar también que una de las características más notables de este Reino era que dentro de una vida de piedad general, Dios concedería en esos momentos mesiánicos un entorno de abundancia, donde habría muchos bienes materiales (“cien casas…; el céntuplo…”: Mc 10,30) y donde nadie pasaría hambre ni sed (Lc 6,21: “Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis”). Como sabemos ya por el capítulo 10, era éste un ideal perfectamente israelita del reino mesiánico que Jesús asumía.

Ahora bien la frase arriba transcrita, “comilón y borracho”, hay que verla como la repetición de un insulto hacia el Nazareno, en el que ante todo se exageraba para dejar mal al insultado, al igual que ocurría con lo de “prostitutas”, referido quizá a las mujeres que le acompañaban (capítulo 7). De lo contrario no se explica cómo Jesús presenta ciertas francachelas de la historia religiosa de Israel, donde había comida y bebida en abundancia, como algo reprobable que recibió el castigo divino:

Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste (Lc 17,26-30).


En este pasaje se observa con claridad que dedicarse a comer y a beber no era precisamente una aspiración de Jesús. Que éste ayunaba –quizá no tanto como los discípulos de Juan Bautista y algunos fariseos- pero sí lo suficiente se deduce de textos como los siguientes:

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre (Mt 4,2).


Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (Mt 6,16-18).


A los que se podría añadir Mt 17,21, si es que es auténtico: “Esta clase de demonios sólo se la expulsa con la oración y el ayuno”.

Por último, se ha señalado repetidas veces que el ascetismo de Jesús se hacía muy presente en la renuncia por él vivida –y exigida a otros- respecto a las posesiones terrenales hasta que llegara el Reino: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8,20). El seguimiento de Jesús era auténticamente duro: algunos discípulos habían dejado sus familias, como los hijos del Zebedeo, según indica Mt 4,22: cuando los llamó Jesús: “Al punto dejaron su barca y a su padre y lo siguieron”.

Por consiguiente, el continuo movimiento itinerante para predicar el Reino, que incluía a veces la huida de las autoridades –por ejemplo del “rey” Herodes Antipas que en ciertos momentos buscó a Jesús para quitarlo de en medio como había hecho con su maestro (Lc 13,31)- y la renuncia momentánea a las posesiones dibujan un entorno ascético más que probable que no favorece nada la imagen de un Jesús casado y, se supone, atendiendo a su familia.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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