El Jesús de Pagola: la ruptura con su familia (1) (79-07-A)

Hoy escribe Antonio Piñero

Sobre las relaciones de Jesús con su familia escribe Pagola en dos ocasiones solamente –si no me equivoco, si fuere así rectificaré cuando llegue a ello en mi repaso de su libro- y con brevedad: en la p. 44 donde afirma “La ruptura con su familia marcó su vida de profeta itinerante” y en el apartado “Una familia nueva” en donde afirma que en el movimiento de Jesús desaparece toda autoridad patriarcal” (p. 290).

Creo que esta afirmación no puede ser tan rotunda: la relación de Jesús con su familia y el término “ruptura” (donde se deja traslucir que fue casi definitiva) pueden merecer un comentario para precisar el término. Para lo que sigue utilizo material de mi obra Jesús y las mujeres, Editorial Aguilar, Madrid, 2008, “Jesús y su familia”, pp. 85-99.

En los Evangelios aparece la breve reseña de algunos pocos contactos de Jesús con su familia carnal, en los que se da a entender que incluso viajaron con él al menos en alguna ocasión. Después de las bodas de Caná, leemos en Jn 2,12:

Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.


Sin embargo, la mayoría de estos textos presentan las relaciones de Jesús con su familia en una luz negativa. Veamos en primer lugar los textos pertinentes que no son muchos:

1. Marcos 3,20-21:

Jesús vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: “Está fuera de sí”.


El contexto hace referencia a una vuelta a casa (¿Cafarnaún? ¿Nazaret?) de Jesús tras una de sus salidas itinerantes proclamando la llegada del reino de Dios. Su grupo se va consolidando de modo que en una de estas salidas Jesús hizo una elección formal de Doce entre sus discípulos, como símbolo del Israel que iba a ser restaurado por Dios en los últimos días, entre los que no están sus hermanos o hermanas.

Tras uno de esos viajes tiene lugar la escena, bastante clara en su significado, que dibuja brevemente el texto. Sus parientes se hallan convencidos de que Jesús está más o menos loco: dejar su familia y su trabajo ordinario, asumir una vida pobre e itinerante, predicar la venida del reino de Dios en tierras del peligroso Herodes Antipas era un riesgo muy serio. El etnarca acabará buscándolo para matarlo (Lc 13,31), como hizo con su maestro Juan Bautista. Lo que está haciendo Jesús –piensa su familia- es propio de quien está fuera de sí.

Escribe Pagola:

Jesús puso en peligro el honor de su familia cuando la abandonó. Su vida de vagabundo lejos del hogar, sin oficio fijo, realizando exorcismos y curaciones extrañas, y anunciando sin autoridad alguna un mensaje desconcertante era una vergüenza para toda su familia (p. 47).


2. Marcos 3,31-35:

Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: “¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan”. El les responde: “¿Quién es mi madre y mis hermanos?” Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: “Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.


El que Jesús prefiera seguir predicando a su público y que no consienta en recibir a su familia, así como la indicación siguiente en la que antepone la “familia espiritual” o de la fe –los que aguardan con Jesús el reino de Dios- a la familia carnal, hay que entenderlo dentro del clima de confrontación familiar manifestado por el pasaje anterior.

Según Jesús, si la familia natural se opone a los designios divinos –en esos momentos predicar o prepararse para el Reino de Dios- debe ser apartada.

Ahora bien, algunos estudiosos –Pagola entre ellos- sostienen que Jesús, cuando piensa en la “familia espiritual” según el texto arriba citado, no nombra al padre sino sólo a madres y hermanos, lo que quiere decir que él –por medio de una omisión voluntaria- tenía el propósito revolucionario de sustituir la familia patriarcal por otra en la que el padre no desempeñaba ningún papel.

Pagola sostiene en la p. 44 que en la familia usual en el Israel del siglo I Jesús criticaba radicalmente el modelo patriarcal de familia:

En primer lugar la autoridad patriarcal que lo dominaba todo; la autoridad del padre era absoluta; todos le debían obediencia y lealtad; el negociaba los matrimonios… todos le estaban sometidos. Jesús hablará más tarde de una familia donde el dominio sobre los demás ha de ser sustituido por el mutuo servicio. Una fuente atribuye a Jesús estas palabras: “No llaméis a nadie ‘padre’ vuestro en la tierra, porque uno sólo es vuestro padre, el del cielo” (Mt 23,9)


Esta interpretación me parece exagerada a todas luces. Tal sustitución –una familia patriarcal por otra donde la figura del padre no desempeña función relevante alguna- no se deduce del pasaje, ni es verosímil por el conjunto de la actuación de Jesús.

La sentencia aducida debe enmarcarse en la disputa que existía en el Israel del siglo I acerca del honor debido, y el título correspondiente, a los maestros de la Ley. Algunos de ellos aceptaban que se les denominará "abbá", “padre” como título de respeto. Otros como Jesús, más humildes a este respecto –a estilo de su sentencia de no buscar en las mesas, cuando se es convidado, el lugar preferente, sino colocarse el último (Lc 14,10)- opinaban que no debía aceptarse ese título, sino el de “maestro” (rabí en este sentido, según parece no rechazó él) o en todo caso “señor” -como el señor de la casa- que tampoco parece que rechazó.

Por tanto, la sentencia de Jesús nada tiene que ver con la familia como realidad social, sino con el ambiente de la enseñanza entre fariseos y doctores de la Ley. Pagola acepta que Mateo trae estas palabras de Jesús para alertar de una peligrosa jerarquización emergente en las comunidades cristianas, pero que son eco del pensamiento auténtico se Jesús sobre la familia carnal (n. 13 a p. 44).

Un cambio de tal calibre en las relaciones sociales en Israel habría exigido una declaración formal de Jesús al respecto, pero no hay pista alguna de ninguna otra declaración formal del Nazareno sobre la cuestión. Y los fariseos, que criticaban todas las opiniones surgidas entre sus filas, hubieran disputado acerca de esta “nueva disposición de Jesús. Pero de tal disputa no se conserva palabra alguna.

Además de estas razones, es mucho más sencillo y natural pensar que si en ese momento de su predicación no se nombra al padre, es porque José habría ya muerto, o simplemente y en todo caso porque no iba él con su mujer e hijos en búsqueda de Jesús. Esta explicación vale igualmente para la omisión de la figura del padre en Mc 6,3.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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