"Símbolos e iconos", Imagen y palabra de un silencio. Sobre un libro de Julio Trebolle (3) (100-02-C )

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con nuestro comentario de lo que nos parece más interesante del libro de Trebolle para nuestros lectores.

El autor explica cómo la religión de Israel, en lo que respecta a los símbolos e iconos, debe considerarse en el entorno de las religiones de su alrededor y de su evolución desde el neolítico hasta el primer milenio a.C., que es donde aparecen los fenicios y arameos entre los que se insertan los hebreos.

Cuando Israel entra en la historia (hacia 1200-1000 a.C.) había una tendencia general en las religiones de su entorno a simbolizar a la divinidad por medios abstractos, anicónicos, es decir, sin imágenes (por ejemplo por cipos o estelas, decoración geométrica, etc.). La decoración del templo salomónico (sea como fuere su grado de historicidad) estaba al parecer desprovista de imágenes de animales que representaran gráficamente a la divinidad; lo que había era, probablemente, sólo motivos florales al modo geométrico.

Pero mientras las religiones de alrededor abandonaban poco a poco esta tendencia anicónica, la religión de Israel se confirmaba en sus tendencias contrarias a las imágenes, de modo que a medida que se iba implantando el yahvismo entre las gentes de Israel se iba consolidando también su tendencia antiimágenes.

Ello no significa aún una representación monoteísta de la divinidad. Trebolle indica en este capítulo cómo de entre las inscripciones de esta época hay una, del siglo VIII a.C., hallada en Kuntillet Ajrud, en la que se habla de “Yahvé y su Asherá”, y que ello hace referencia a la divinidad femenina pareja de Yahvé. Será sorprendente para muchos –a tenor de lo que espontáneamente se deduce de la lectura de la Biblia tal como está ahora- que en el siglo VIII a.C. entre las gentes de Israel todavía existiera un politeísmo claro (lo sabemos también por otras múltiples referencias), a saber cómo al lado de Yahvé había una deidad femenina.



Explica luego el autor cómo la "aniconía" (repito: representaciones abstractas de la divinidad sin imágenes) era típica de las culturas nómadas. Y se explica con facilidad, ya que este tipo de vida no favorecía el ir cargando con pesadas imágenes de la divinidad; eso quedaba para los palacios y los templos, propios de otras culturas urbanas. Como los orígenes de Israel están ligados a esta cultura nómada –lo que no impedía sin duda que en algunos lugares los nómadas practicaran ciertos cultivos agrícolas elementales-, se explica que

en los orígenes de Israel existiera un aniconismo de facto, aunque tolerante con las imágenes. Luego se impuso el celo iconoclasta (destructor de imágenes) propugnado por el movimiento deuteronómico [el grupo de gentes responsable de la redacción del Deuteronomio y de la revisión del Pentateuco en general que se llevó a cabo durante tiempos del exilio en Babilonia]. Con lo que el aniconismo de Israel puede ser tan antiguo como el mismo pueblo israelita y, la prohibición expresa de imágenes, la conclusión última de una tradición muy anterior. Ni el aniconismo ni la prohibición de imágenes son el resultado de una reflexión teológica, aunque conducen a ella (p. 142)


Por tanto, la prohibición de las imágenes es más reciente en Israel de lo que se pensaba hace unos años. Esta interdicción se restringió al ámbito de las prácticas y ritos religiosos; no afectaba a la vida diaria. En tiempos de Jesús, sin embargo, ya se veía mal en general que en las cortes de los reyes y en los palacios de los ricos abundara la decoración a base de estatuas y pinturas, como en las casas de los paganos.

Hay que constatar que tal prohibición no surtió un efecto fulminante en Israel. Por diversos testimonios, sobre todo por los improperios de los profetas, en la religión popular sobre todo –e incluso quizá en la oficial- siguió el culto a las imágenes ligadas a prácticas politeístas. Hemos tenido ocasión de aludir a ellas en nuestra serie de postales sobre los “Restos de magia en el Antiguo Testamento”.

Hasta el exilio a Babilonia y sobre todo a la vuelta de los exiliados –casi todos personas importantes- puede afirmarse que

por influjo asirio, la diosa Ishtar (divinidad protectora del amor, de la guerra y de la fertilidad; Astarté en Fenicia) se había popularizado entre las hebreas en tiempos del profeta Jeremías (comienzos siglo VI a.C.) generando formas sincréticas del culto yahvista y de los cultos asirios especialmente en el ámbito familiar. Se ofrecían a Ishtar, la “reina del cielo” tortas en forma de estrella, símbolo de la diosa (Jr 7,18; 44,19), o se la portaba en una hornacina de madera por las calles (Amós 5,26) […]. Así pues, existía un profundo abismo entre el ideal profético-deuteronómico, tendiente a la aniconía, y la práctica de la religión yahvista, muy influida por las religiones vecinas.


Como se ve, sólo en tiempos recientes se va refinando la religión israelita. Seguiremos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

www.antoniopinero.com
Volver arriba