Visión positiva de la mujer en los HchAp (II)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Pero en los escritos cristianos encontramos reflejos de la visión negativa de la mujer. En este sentido, las ya citadas Homilías Pseudo-Clementinas, esas obras Pseudo-Clementinas forman parte de unos escritos atribuidos a Clemente Romano testifican una visión ferozmente pesimista acerca de la mujer. "El varón es todo verdad; la mujer es todo mentira". Por esa razón, lo que nace del varón y de la mujer, parte miente, parte dice verdad (Homilía III 27, 2). Según la Homilía XX 2, 3-4, cuando nace un hijo de una pareja, la mujer aporta la semilla roja, el varón la blanca. De la mujer procede el cuerpo; del varón, el espíritu. Con el cuerpo van los tres pecados: concupiscencia, ira y tristeza; con el espíritu, los tres dones: pensamiento, conocimiento y temor (de Dios). M. López Salvá menciona las tradiciones comunes a la iglesia primitiva y a las culturas hebrea y grecolatina: "Una de esas tradiciones compartida y arraigada en el tejido social era la concepción de que la mujer era inferior por naturaleza al hombre" ("La Iglesia y las mujeres en los siglos I-IV", Erytheia 16 (1995) p. 7).

Es la idea que expone diáfanamente Aristóteles en su Política (1260 a). La naturaleza exige que el libre mande sobre el esclavo; el varón, sobre la mujer; el adulto, sobre el niño. La razón diferencial está basada en la capacidad de deliberar. La mujer la tiene, pero incompleta (ákyron). Para el Estagirita la mujer representa a una humanidad imperfecta. Como puede ver Paapuctus, la idea no viene de Oriente, pues la defendía un egregio representante de la "correcta cultura griega". El hijo de Sirac, autor del libro bíblico "El Eclesiástico", expresa la misma concepción con la inmediatez propia de las lenguas semitas: "Esclavitud, ignominia y vergüenza es la mujer que domina al marido" (Ecclo 25, 28-29). Otro preclaro judío, Flavio Josefo, lo decía con descarnada claridad: "La mujer según la Ley es inferior al varón en todo" (Contra Apión, II 201). La idea, común a otros pueblos semitas, está tajantemente expresada en el Corán, Sura IV 38: "Los hombres son superiores a las mujeres a causa de las cualidades por medio de las cuales Dios ha elevado a éstos por encima de aquéllas". Es un hecho palpable que la Mishnah menciona frecuentemente a la mujer en el mismo contexto de los menores y de los esclavos). Como signos del estado defectivo de la mujer recuerda Gillian Clark dos detalles que la mujer tiene en común con los niños: ni tiene barba ni sufre de calvicie. Dos aspectos evidentes en los hombres imperfectos antes de su realización natural completa (Women in the Ancient World, Oxford, 1989, p. 6).

Un topos muy socorrido es que fue Eva la que introdujo el mal en el mundo por la prevaricación en el Paraíso. Era doctrina profesada ya en el Antiguo Testamento. Lo recordaba el autor del libro del Eclesiástico: "Por la mujer tuvo principio el pecado, y por ella morimos todos" (Ecclo 25, 33). La idea, presente en los escritos neotestamentarios, aparece con toda claridad en las Pastorales: "Adán fue creado el primero, después Eva. Pero Adán no fue el engañado, sino que la mujer, seducida, cayó en la prevaricación" (1 Tim 2, 13-14). Las palabras de 1 Tim 2, 12-15 están en un contexto sobre la conducta de las mujeres en la oración. Pablo ve con malos ojos la actitud autoritaria de la mujer que pretende "enseñar y dominar" al marido. El término griego authentéin significa ejercer una autoridad absoluta sobre alguien. El texto de las Pastorales no es, ni con mucho, tan estridente como las palabras de Tertuliano, quien en consonancia con las apreciaciones bíblicas se dirige a la mujer para espetarle: "¿No sabes que tú eres Eva?... Tú eres la puerta del diablo; tú eres la que abriste el sello de aquel árbol; tú eres la primera transgresora de la ley divina" (El adorno de las mujeres, I 1, 1-2).

Sin embargo, los errores de la primera mujer han sido corregidos por la bondad de mujeres como Maximila, nos informa el autor de los Hechos de Andrés (HchAnd 37). Lo que significa que los Hechos Apócrifos representan un cambio radical de actitud en este punto frente a las teorías o apreciaciones pesimistas de otra literatura. Ahora aparecen varias mujeres con unos perfiles netamente positivos. Muchas son más receptivas que los hombres ante el mensaje de la predicación apostólica, más entregadas, más perseverantes. Su conducta remediaba la situación creada con el pecado primitivo. Así decía Andrés a su alumna Maximila: "Con razón, veo en ti a Eva que se arrepiente y en mí a Adán que se convierte. Pues lo que aquella padeció por su ignorancia, ahora tú, a cuya alma yo me dirijo, lo enderezas con tu conversión. Y lo que sufrió la razón abatida y caída con aquella, yo lo corrijo ahora contigo que te reconoces a ti misma levantada en alto" (HchAnd 37).

Es verdad que hay en los relatos de los Hechos mujeres sin relieve, incluso tan poco edificantes como la Euclía de los HchAnd o la Teoclía de los HchPl. Pero la visión de las Homilías Pseudo-Clementinas queda aquí no sólo superada, sino neutralizada con el ejemplo de mujeres valerosas, arriesgadas, leales. Unas mujeres que superan, en los paradigmas típicos de las personas femeninas estelares, la personalidad de sus respectivos esposos. Maximila está muy por encima de Egeates, como Drusiana lo está sobre Andrónico, Tecla sobre sus ilustres pretendientes, y Migdonia aventaja a Carisio. La visión de las Pseudo-Clementinas reflejaba más al hombre viejo. Las grandes mujeres de los Hechos Apócrifos responden mejor al concepto de hombre nuevo.

El hecho de que unas mujeres se rebelen en cierto modo contra la autoridad de sus maridos es una novedad en la literatura y en la historia social de aquella época. Es verdad que los Hechos Apócrifos atribuyen su actitud a un deseo de perfección promovido por la predicación de los apóstoles. Pero en medio de una sociedad claramente patriarcal no deja de sorprender una conducta, socialmente arriesgada, tanto más cuanto que la que describen los HchAp se cumplía en el contexto de hombres poderosos. Por eso, es atrevido el movimiento de algunos autores norteamericanos, que aventuran la hipótesis de que se trate más que de una aspiración ascética de perfección, de una auténtica rebelión contra los postulados sociales del marido autoritario.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro



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