“Quietismo o acción” / Orden eterno e Historia (100-02-J)

Hoy escribe Antonio Piñero

Éste es la penúltima postal en la presentación y comentario al libro de Julio Trebolle: “Imagen y palabra de un silencio” (X)

El último capítulo aborda varios temas interesantes, bajo el impulso de una observación del famosos sociólogo Max Weber:

“Yahvé era un dios de la acción, no del orden eterno, distinguiéndose así de los dioses de Mesopotamia y de Egipto” (p. 275).


La primera parte explora cómo en la Biblia hebrea la divinidad se manifiesta no sólo con la palabra, sino también indicando expresamente que su “lenguaje” es a veces el silencio. Un silencio tan expresivo que, en opinión del autor, puede ser más revelador que la palabra misma. Uniéndolo con el tema general del libro afirma:


La aniconía es a la imagen lo que el silencio a la palabra. El silencio del desierto y del culto anicónico llena el espacio vacío del sancta sanctorum del templo de Jerusalén. Aniconía y apofatismo son manifestaciones gemelas de un tipo de religiosidad enraizada en la vida nómada o experiencia del desierto –real o interior- frente a la profusión de sonidos que resuenan, y de imágenes que hacen bulto en los templos, palacios y plazas de las ciudades-estado antiguas” (p. 275).


Una nota aclaratoria: el vocablo “apofatismo” se emplea para caracterizar en retórica las expresiones que nombran algo en verdad negando en apariencia la cosa.

Dos ejemplos: 1. la famosa frase “No mencionaré la avaricia de César, ni su astucia, ni su moralidad”. 2. En el ámbito de la religión es la teología negativa: sólo de expresa a Dios por medio de adjetivos negativos: innominable / inefable / inexpresable; incognoscible, inmortal, infinito, etc.

Aclaremnos finalmente que el sustantivo "apófasis" en griego, de viene "apofático" tiene dos significados: si deriva del verbo apo-phaíno (“manifestación”), significa “declaración; afirmación. Si deriva del verbo apo-phemí (“negar; decir que no") significa lo contrario: “negación”.

En este apartado el autor explica y hace jugosos comentarios a textos significativos del Antiguo Testamento q simbolizan la presencia y el mensaje divino por el silencio:

· 1 Reyes 1,40 (entronización de Salomón: un ruido inmenso tanto que hace "resquebrajarse a la ciudad" que apunta hacia el final desastroso del monarca);

· 1 Reyes 18,25-28 y 19,10-12 (Yahvé no se manifiesta en la tormenta y el trueno, sino en el silencio), para mí unos de los pasajes más bellos de la Biblia.

· Pasajes diversos en los que se muestra que los profetas no tienen voz propia, o que son torpes, estereotipo para indicar la indignidad del ser humano para ser portador de la palabra divina;

· Job 4,12-17 (una teofanía compuesta de voces imperceptibles y silencios), etc.

En el libro de Trebolle se efectúan comentarios interesantes sobre el “lenguaje apofático” que transcribo para nuestros lectores:

“La teología apofática es una teoría del lenguaje conlleva una crítica de todo lenguaje, religioso o místico, y también de todo pensamiento, teológico, filosófico y metafísico…” “En la frontera del lenguaje es donde vive y palpita el discurso religioso”

“El lenguaje simbólico de la Biblia se aleja de la “abstracción” inherente a la aphairesis (“eliminación”, “abstracción”) platónica y se arriesga a lo paradójico alentado por la propia estructura semántica de la lengua hebrea (p. 281).


Comentando el salmo 115,17: “No alaban al Señor los muertos/ ni los que descienden al silencio”, señala el autor que la raíz hebrea dmm denota el silencio de la noche y de la muerte, por lo que el silencio de Dios recuerda el del espacio del tiempo y de la muerte. El silencio es la otra cara de la palabra, la cara oculta del rostro de Dios; el rostro visible es representado por la palabra, el invisible por el silencio.

En esto, según Trebolle, la Biblia muestra una cierta “transcendentalización” del concepto de la divinidad que más tarde se operará en círculos platónicos y neoplatónicos, lo que condujo progresivamente a la idea, aceptada luego por el cristianismo, de que el silencio podía constituir la forma más pura del culto religioso, como contrapartida al silencio divino.

El problema, que me parece evidente, en la exlatación del silencio como lenguaje de la divinidad, es que tal lenguaje es esencialmente ambiguo en la mayoría de las ocasiones: puede interpretarse según el deseo de cada uno.

En la próxima postal concluiremos nuestro comentario hablando de la otra cara del Dios de Israel, la violencia.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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