“¿Yahvé el Dios de la guerra y la violencia?” (100-02-K)



Hoy escribe Antonio Piñero

Concluimos hoy el comentario al libro de Julio Trebolle, “Imagen y palabra de un silencio”(y XI).

El autor trata finalmente de uno de los problemas más agudos de la imagen de la divinidad en el Antiguo Testamento, Yahvé como divinidad guerrera y violenta en nada universalista, protectora hasta el extremo de su pueblo elegido, imagen que ha conducido a lo largo del tiempo a que, de la raíz de la Biblia hebrea surjan celotas, mesías, mártires e incluso suicidas, en la versión islámica influida también por el texto hebreo.

Acepta Trebolle, que el celotismo, que constituye una forma de expresión religiosa está bien representada en la Biblia, y lo ejemplifica comentando los casos de Pinjás (Número 25,69) de Jehú (segunda Reyes 9,20-26) hasta la exaltación del "judío celoso de la Ley" en el Eclesiástico ( 45, 23-24) y la acción de Jesús que expulsa a los mercaderes del templo.

Hay en el libro un comentario sabroso al transfondo violento del mesianismo en Israel, desde finales del siglo II a. de C. hasta la última revuelta judía que concluyó en el 135 después de Cristo con la destrucción definitiva de Jerusalén. Aprovecha aquí Trebolle para precisar la imagen de Jesús de S. G. F. Brandon en la obra Jesús y los Celotas, de 1967. Es conocido que este investigador judío presenta a Jesús como un celota condenado a la cruz por los romanos justamente por este motivo, como podría haberlo sido Barrabás

Para Trebolle, por el contrario, la figura de Jesús responde a la del mesías-profeta o a la del “maestro de justicia” más que a la del mesías rey. Precisaría yo aquí que, estando de acuerdo, en que Jesús no era un partidario directo de la violencia, y que muy probablemente esperaba que la llegada del reino de Dios fuera obra directa de Dios mismo y no de las armas, sin embargo debe señalarse que jamás Jesús condenó expresamente la violencia y que entre sus amigos y discípulos había auténticos celotas, en el sentido de celadores de la ley, propensos,en último término, al uso de la violencia.

Esta postura es lógica y fácilmente comprensible. Imagínense a un médico, por ejemplo, en extremo pacifista, que vive en estos días en la franja de Gaza. Por supuesto, concorde con sus principios, no toma un "kalashnikov" y se dedica a combatir expresamente a los israelíes, sino que pide a Alá fervientemente que intervenga para detener la guerra, o incluso para dar la victoria a los de su pueblo. A pesar de su pacifismno, ¿qué simpatía tendría este personaje por las tropas israelíes? ¿Se dedicaría públicamente a condenar la violencia? ¿Cuáles serían sus amigos, dentro de Gaza, aunque él mismo sea un pacifista convencido? Naturalmente tendría amigos entre los que sí empuñan las armas, pero no se dedicaría directamente a recriminarlos. Guardaría silencio. Creo que igual podría pasar con Jesús de Nazaret y con sus sentimientos respecto a los romanos y la venida inminente del Reino de Dios..., al fin y al cabo un triunfo sobre los romanos.

Por último, trata Trebolle expresamente el espinoso tema de Biblia y violencia, la guerra santa. Admite que la conciencia de pueblo elegido o de estar en posesión de la verdad religiosa conduce fácilmente a la brutal violencia y que, las narraciones biblicas sobre las guerras de conquista de la tierra prometida figuran ente los textos más violentas de la Biblia (pp. 308 y 309).

Pero admitido esto, hace hincapié Trebolle en que el conjunto de la Biblia presenta la imagen de una divinidad en la que se acentúan más los rasgos de liberación y misericordia que los de la violencia. Un análisis detenido de la terminología de la violencia en la biblia hebrea aporta interesantes resultados (pp. 310y ss.), por poner un ejemplo, la palabra hebrea y árabe que designa “violencia”, hamás, se refiere a la violencia sufrida y no a la provocada; viene a tener el significado de “a la vista de la violencia pido socorro, auxilio”; así el verbo hamás, hacer violencia, se aplica en siete ocasiones al hombre y en una sola a Dios.

Señala también a este respecto Trebolle que la Biblia no contiene relatos de contiendas sino de los preparativos y del desenlace de ellas, y que las guerras de Yahvé estaban ganadas o perdidas de antemano sin intervención significativa del ejército. Además la guerra santa era un tipo de contienda corriente y habitual, no sólo en la Biblia sino en todo el oriente antiguo, donde lo religioso y lo profano iban de la mano. Sostiene Trebolle del mismo modod que debe contrastarse la imagen del Yahvé guerrero de los libros históricos con la concepción profética que hacía de Israel un “pueblo sin armas cuyas guerras eran sólo de liberación y, sus victorias, milagros operados por Yahvé” (pág. 315).

Son ciertas estas observaciones. Pero, de todos modos, subsiste prácticamente íntegro para la sensibilidad del hombre de hoy el problema de la imagen bíblica veterotestamentario de un dios violento. Reconoce J. Trebolle que la idea del monoteísmo ha podido desgraciadamente servir para justificar las más crueles intolerancias a lo largo de la historia judía y cristiana, pero -afirma- que también ha servido de antídoto contra absolutismos propios y extraños y contra despotismos religiosos o antirreligiosos.

En conjunto, el libro de Trebolle es un libro “aluvión” -como dijimos-, que girando en torno a los temas que indica su título ofrece, sin embargo, muchas mayores riquezas de contenido que lo que ese título podría hacer sospechar. Es un libro histórico y filológico, con mil perspectivas que ponen al día al lector sobre lel estado de la ciencia actual respecto al tema que se trata, pero escrito desde la perspectiva de una tesitura de profunda creencia y de un deseo de mostrar que, a pesar de los pesares, la “Biblia tiene razón”. Por ello, hay muchos elementos que ofrecen materia importante y serena discusión para los que mantenemos una postura un tanto más escéptica respecto a la divinidad, la revelación y su posibilidad.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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