Visión positiva de la mujer en los HchAp (y III)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

De todos modos, la actitud de las mujeres que se separan de sus maridos encuentra una relativa justificación en lo que se ha llamado el "privilegio paulino", al menos, en sus prenotandos. "Si un hermano tiene una mujer infiel, y ella está de acuerdo en convivir con él, que no la despida. Igualmente la mujer que tiene un marido infiel, y él está de acuerdo en convivir con ella, que no despida a su marido" (1 Cor 7,12-13). En el texto hay dos términos que pueden ilustrar nuestros pasajes. Uno es el denominativo de "infiel" (ápistos); otro el verbo que explicaría la convivencia (oikéin). El primero hace referencia a la actitud de una persona frente a la fe cristiana. La convivencia de personas con actitudes sociorreligiosas distintas podía dar ocasión a situaciones paroxísticas.

Los esposos rechazados por las mujeres de los Hechos Apócrifos son "infieles". A veces, hasta se habla de un "alma de fiera" y una "conducta desordenada" (HchAnd 64,2). Y continúa el texto de Pablo: "Pero si la parte infiel se separa, que (la fiel) se separe" (1 Cor 7,15). Así se debe interpretar el verso 15 en coherencia con el 13. En todos los casos tratados en los Hechos se da este supuesto. Las mujeres han aceptado la fe; sus maridos la rechazan airadamente. No había posibilidad de "convivir" no solamente en la fe, sino en la manera de practicarla. Entre las diversas formas de convivencia, Maximila, Drusiana, Migdonia elegían una opción también contemplada por Pablo (1 Cor 7,29).

La actitud de las mujeres en los Hechos Apócrifos está reflejada en el aforismo, proclamado solemnemente por Pablo en su carta a los gálatas. En la nueva economía instaurada por el Evangelio, nuestro pedagogo, la Ley de Moisés, nos dejó a las puertas de la libertad y de la fe. "Ya no hay judío ni griego, no hay siervo ni libre, no hay varón ni mujer, pues todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús" (Gál 3,28). Esta proclamación está considerada como una fórmula bautismal. El bautismo capacita a la mujer para ser cristiana en un plano de igualdad con los varones. Esto es tanto más verdad cuanto que el rito de iniciación bautismal, a diferencia de la circuncisión, no marcaba ninguna diferencia entre los sexos. El rito de la circuncisión o corte del prepucio sólo podía aplicarse obviamente a los varones (D. F. Sawyer, Women and Religion, p. 36).

El pasaje es, por lo demás, el texto fundamental de la enseñanza paulina sobre la mujer. La contundencia de las palabras de Pablo ha motivado el que algunos autores, como E. Schüssler Fiorenza, hayan visto en la fórmula una evocación del mito del andrógino. Creemos que es forzar el contenido del texto. La intención de Pablo busca más bien reiterar que el Evangelio ha borrado muchas fronteras y ha hecho desaparecer las líneas que separaban realidades tan marcadas tradicionalmente como judíos y griegos, libres y esclavos, varones y mujeres. Sería, en el más exacto sentido de la palabra, la igualdad institucional de oportunidades.

No creo que sea necesario diseñar una apología de la mujer en unos tiempos en los que las féminas tienen abundantes y expertos defensores. Ni es cuestión de concesiones a posturas reivindicativas. También aquí podríamos repetir aquello de que "lo que ello solo se alaba no es menester alaballo". No solamente la naturaleza, sino la ciencia y la experiencia enseñan que el ser humano tiene dos vertientes fisiológicas, la masculina y la femenina, dos formas complementarias en sus funciones y en sus destinos. Ni la una ni la otra es ni menos ni más, ni inferior ni superior, a pesar de lo que dijera Aristóteles. Las sociedades y civilizaciones que no lo reconozcan -o no lo practiquen- se verán obligadas a "claudicar" (claudicare), es decir, a cojear perpetuamente.

Nuestras modernas actitudes son el fruto de verdades que se han ido abriendo poco a poco en las sociedades contemporáneas. La Biblia dejó casos paradigmáticos de mujeres señeras, como fueron Rut, Judit y Ester. Y el libro de los Proverbios contiene el famoso elogio de la mujer fuerte, verdadera reina de la casa, orgullo de su familia y motivo de alabanza para el marido. Dos virtudes la adornan y distinguen: la sabiduría y la bondad (Prov 31, 10-31). El autor del libro de los Proverbios concluye que tal mujer es la que teme a Dios.

Las actitudes sociales acerca de la mujer en la edad antigua deben interpretarse como concesiones coyunturales a las costumbres del momento. Pero el tiempo, el que todo lo pone en su sitio, fue dando la razón a la naturaleza. Y la naturaleza, decían los estoicos, es la norma de moralidad y en muchos aspectos hasta de verdad. Las constituciones de las democracias lo tienen claro. Igualdad del hombre y la mujer. Entre los dos construyen el mundo, escriben la historia. Las deficiencias y limitaciones quedarán corregidas en las nuevas páginas de una humanidad adulta. Para los Hechos Apócrifos, su mentalidad y su contexto, la postura de la mujer representaba una novedad.

El apóstol Andrés lo proclamaba en palabras dirigidas a Maximila: "Veo en ti a Eva que se arrepiente, y en mí a Adán que se convierte. Lo que aquella padeció por su ignorancia, ahora tú lo enderezas con tu conversión. Lo que sufrió la razón abatida y caída con aquélla, yo lo corrijo ahora contigo que te reconoces a ti misma levantada en alto. Lo que aquélla tenía de defectuoso tú lo has curado sin haber sufrido lo que ella. Lo que aquélla no quiso escuchar, tú lo has escuchado" (HchAnd 37, 3-4).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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