“Buscador de Dios”: Jesús y Juan Bautista según J. A. Pagola (79-08-B)

Hoy escribe Antonio Piñero


Una vez que hemos concluido el comentario al libro de J. Trebolle, “Imagen y palabra de un silencio”, volvemos a nuestra indagación sobre Juan Bautista y Jesús de la mano del libro de J. A. Pagola. Por ahora analizaremos los temas de su capítulo 3, titulado “Buscador de Dios”, y luego nos volveremos a detener para bucear en otros temas, ofrecidos por otros autores relevantes. Espero así que nuestros lectores no se aburran por falta de variedad.

Escribe Pagola:

“Jesús se aleja de toda tierra habitada y se adentra en el desierto”.


Se sobrentiende que Jesús va al desierto, según Pagola, antes de su contacto con Juan Bautista, de su bautismo y del relato propiamente dicho de las “tentaciones”, que tendrá lugar después (p. 63).

Señala el autor en nota 1, a pie de página, que el caso parecido de Flavio Josefo -quien en su búsqueda de una vida espiritual y doctrinaria auténtica se vio también conducido al desierto como lugar privilegiado del encuentro con Dios, según el Antiguo Testamento- hace plausible que Jesús hiciera lo mismo, es decir que antes de tomar una decisión como bautizarse (y unirse al grupo del Bautista) se adentra en el desierto para meditar como habían hecho también, según la tradición, Moisés, Elías, etc.

Habría, pues, dos estantcias de Jesús en el desierto: antes y la de las tentaciones. Es posible, sin duda, pero es una mera hipótesis, sin base en los textos.

El “desierto” como escenario de encuentro con la divinidad cuenta en la Biblia con pasajes paradigmáticos. Así el conocido texto de Isaías 40,3: “Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahvé, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios”. Y también el del profeta Oseas, el cual -cuando compara a Israel con una esposa infiel- hace hablar a Dios, el marido burlado, del modo siguiente: “Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón”.

Aunque todo esto es cierto, los textos evangélicos (véase Mt 3,13 y Mc 1,9; los otros dos evangelistas omiten este dato) parecen excluir esta posibilidad, pues dan la impresión de decir expresamente que Jesús abandonó Galilea (Nazaret) para acercarse directamente a donde estaba el Bautista para ser bautizado en remisión de los pecados. Lo más probable es, por tanto, que debamos excluir esta marcha al desierto previa al bautismo. La fama del Bautista y de su bautismo debió de llegar hasta el villorrio de Nazaret, y tanto Jesús como otros decidieron bautizarse, sin necesidad de experiencia previa de reflexión en el desierto.

Desde un punto de vista histórico parece probable, por el contrario, que Jesús experimentara el deseo de retirarse en soledad al desierto después del bautismo y tras unos meses (¿?) en compañía del grupo en torno al Bautista. Esta retirada ha sido descrita como un auténtico “rito de paso” antes de lanzarse a fundar su propio grupo, separado del de Juan Bautista.

De cualquier modo, debería señalarse expresamente al lector de una “aproximación histórica” a Jesús que todo el relato evangélico de las "tentaciones en el desierto" parece ser una creación de los evangelistas -pues está absolutamente lleno de marcas o señales de su redacción, estilo y pensamiento-, y que por tanto ha de tomarse con notable precaución. O he leído mal, o el tema de las “tentaciones de Jesús” no es abordado por Pagola en este capitulo tercero (el cuarto habla ya directamente de la concepción del reino de Dios según Jesús). Me da la impresión de que esta omisión es un indicio claro de que Pagola no considera histórico el relato de las tentaciones de Jesús, pero no lo dice: lo omite simplemente.

Encuentro que la omisión absoluta es discutible, pero que este punto de vista que la sustenta es ajustado, puesto que las “tentaciones” de Jesús constituyen un relato teológico tan elaborado, y una reflexión sobre el mesianismo de Jesús tan clara, que el relato tal como está sólo puede provenir del estrato de los evangelistas, o de la tradición inmediatamente subyacente, y que no puede retrotraerse al Jesús histórico.

Respecto al estatus de Juan Bautista, podemos aceptar que “Juan era de familia sacerdotal rural” (p. 64 y n. 8). Pero es una mera suposición afirmar que alguna vez Juan Bautista llegó a ministrar como tal sacerdote: “No sabemos qué le mueve a abandonar su quehacer sacerdotal”(¿?) (p. 65) frase que señalo simplemente con signos de interrogación.

Sí parece acertada la descripción y calificativos que nuestro autor dedica al “lenguaje rudo y las imágenes que emplea” (Juan Bautista), lo que refleja el ambiente campesino de una aldea. Al igual que el de Jesús, este lenguaje es muy eficaz y debía de gustar a las gentes.

Señala Pagola en la nota 8, p. 64, y nos parece también acertado, que según muchos autores (entre ellos J. P. Meier), estos dos datos, “procedencia sacerdotal y rural de Juan Bautista” serían “lo único que puede ser aceptado como histórico del material que aporta Lucas en el relato de la ‘infancia de Juan’ Bautista (Lucas 1)”.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.

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