Alimentación y vestido de Juan Bautista en comparación con los de los esenios (79-08-E)

Hoy escribe Antonio Piñero

Dijimos ya anteriormente que en realidad tampoco sabemos de dónde viene este bautismo de Juan, pues hasta que se manifestó en Israel el Bautista parece que nadie antes en el judaísmo se había dedicado a bautizar masivamente a otros hombres, y menos para significar el perdón de los pecados.

Por otro lado, si el bautismo de Juan hubiera procedido de los esenios, y el Bautista mismo hubiera sido un miembro de la comunidad de Qumrán, su rito bautismal debería haber sido un acto de iniciación en la comunidad esenia, lo cual es evidentemente absurdo…, considerando cómo era el pensamiento exclusivista de la secta: la admisión a ese bautismo de toda clase de pecadores y gente del pueblo llano, ritualmente no pura, incluso hasta soldados (cf. Mt 3,5), habría puesto los pelos de punta a cualquier qumranita convencido.

La alimentación y el vestido de Juan tampoco se parecen a lo que sabemos de los qumranitas por los manuscritos del Mar Muerto, en donde sabemos que en ocasiones solemnes se bebía si no vino, una suerte de "mosto", ciertamente al parecer una bebida alcohólica. Esto era impensable en un nazir, un consagrado como era el Bautista, cuyo voto excluía absolutamente cualquier bebida alcohólica.

Más bien tenemos la impresión de que la llamativa vestimenta que portaba Juan y su alimento singular iban destinados a impresionar al público, a demostrar con signos externos que él era un profeta venido del “desierto”, el último mensajero divino, al estilo de Elías (véase Malaquías 3, 1-5: "He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar mi camino delante de mí...", que parece ser un texto profético que guió la actuación de Juan Bautista.), antes del fin del mundo.

Añadamos, finalmente, otro par de rasgos –oportunamente señalados por Pagola en p. 71 nota 27-que separan a Juan Bautista del mundo teológico de los esenios. Estos son:

• El ofrecimiento universal de la salvación.

• La predicación acerca del “más fuerte”

El texto de Lc 1,80 (“El niño [Juan Bautista] crecía y su espíritu se fortalecía, vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”), aducido por muchos investigadores como indicio de que Juan Bautista fue uno de esos jovencitos acogidos por los esenios para instruirlos en la Ley (al estilo de Flavio Josefo, como cuenta él mismo en su Vida II 10-12: un tal Bano, un eremita que vivía en el desierto, portaba una vestimenta hecha a base de hojas, se alimentaba de alimentos silvestres y se lavaba noche y día, para purificarse ritualmente con agua fría), no me parece necesariamente probativo de una relación precisamente con los esenios. Hay otras posibilidades de interpretación, aparte de que no sabemos si ese dato del evangelio es histórico o meramente un detalle redaccional de Lucas para colmar la laguna entre el nacimiento de Juan Bautista y su aparición en público.

En conclusión: no parece en absoluto probable que Juan Bautista fuera un qumranita, ni tampoco un esenio. No basta la cercanía geográfica del lugar de su predicación y sus prácticas bautismales para postular una dependencia o concomitancia estrecha del pensamiento de Juan con el de los esenios de Qumrán.

Los rasgos más destacados del mensaje de Juan -el arrepentimiento, el perdón de los pecados, la cercanía inmediata del terrible juicio divino, el camino hacia Dios a través de la conversión (y del bautismo), el juicio por el fuego, la obediencia a la Ley, o un distanciamiento del culto en el Templo (sin llegar a polemizar contra él, como los qumranitas)- pueden explicarse perfectamente por la religiosidad judía corriente en la época, es decir, por la atmósfera religiosa apocalíptica y profética común a grupos de piadosos del momento, sin tener que recurrir necesariamente a una dependencia o contacto estricto de Juan Bautista con Qumrán.

Es más, el interés por todos los pecadores que mostraba el Bautista, la falta de atención a la pureza ritual y la práctica concreta y generalista de su bautismo parecen excluir positivamente a Juan de la comunidad que estaba detrás de los manuscritos del Mar Muerto. Si alguna vez llamó a la puerta de ese “monasterio”, probablemente ni le abrieron. Escribe acertadamente Pagola:

“Juan no está pensando en una comunidad cerrada, como la de Qumrán; su bautismo no es un rito de iniciación para formar un grupo de elegidos. Juan lo ofrece a todos. En el Jordán se está iniciando la ‘restauración’ de Israel. Los bautizados vuelven a sus casas para vivir de manera nueva, como miembros de un pueblo renovado, preparado para acoger la llegada inminente de Dios” (p. 71).



Hacer de Juan Bautista “el Maestro de Justicia” de Qumrán, como hace años en la obra de Barbara Thiering que tuvo cierta difusión (Jesus and the riddle of the Dead Sea Scrolls. Unlocking the secrets of his life story [= “Jesús y el enigma de los rollos del mar Muerto. Descubrimiento de los secretos de su vida"] San Francisco 1992), fue buscar conscientemente el sensacionalismo para, en lo posible, forrar cumplidamente la bolsa propia en el mercado de los best sellers religiosos, o bien fue una muestra de un pseudo cientificismo, que me parece hoy día superado.

Sin embargo, es cierto, que el estudio de los textos de Qumrán nos ayuda a enmarcar y comprender mejor el ambiente de exaltación apocalíptica en el que vivían variados grupos de piadosos judíos del momento y la incandescente atmósfera mesiánica en la que se desarrolló la figura de ese Bautista, que tanto debió de influir en Jesús.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
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