Breve pero intensa



¡Feliz miércoles! No quiero dejar que termine el mes sin que te ofrezca una composición de ese compositor que nos maravilla, nos encanta, nos emociona, todo a la vez y siempre desde las más altas (altísimas) cotas de calidad. Su corpus musical es un referente para todo aficionado a la música, y regresamos a él una y otra vez para beber de unas fuentes maravillosas. Puede parecerte que estoy siendo demasiado cursi pero cuando sepas (lo mismo lo has adivinado) quién es me darás la razón.

Porque hablo de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), compositor austríaco nacido el Salzburgo. Se sabe que en 1763 Johann Wolfgang von Goethe vio a Mozart tocar en un concierto. Este tenía siete años y el escritor catorce. Con posterioridad Goethe hablaría del genio del salzburgués, destacando su habilidad para producir obras «que tienen una vida perdurable». Decía que todas las obras de Mozart eran de este tipo. Comparó el genio de Mozart con el de Shakespeare o con el genio italiano Rafael, describiéndolo como «irreal». Haydn era otro devoto de Mozart y fue su mentor, al igual que lo fue de Beethoven. Haydn le dijo al padre de Mozart, Leopold: «Ante Dios y con honestidad su hijo es el mayor compositor, tanto en persona como de música publicada». A propósito de su padre, se ha afirmado tanto que era un explotador de su hijo como que supo apreciar el talento de su joven hijo y hacer de él el músico que terminó siendo. Este vivió siempre con una gran tensión por adquirir una carrera tanto como compositor como intérprete pero sí es cierto que su padre también también le proporcionó la suficiente disciplina para alcanzarlo.

Te propongo hoy escuchar su Missa brevis en Do Mayor, KV. 258. Fue compuesta en 1775 y tiene el subtítulo de «Spaur». Se lo dio su padre en una carta porque fue posiblemente compuesta para la consagración del conde von Spauer, que luego sería deán de la catedral de Salzburgo. Mozart tuvo que adaptarse al decreto del arzobispo Colloredo, que pidió que se dejasen a un lado las grandes misas barrocas y se compusiesen otras más funcionales y breves. La premura de cada movimiento impide que Mozart se detenga en distintas palabras pero aún así sabe sacar lo mejor del texto. Los solistas vocales intervienen en contados movimientos ya que el protagonismo lo asume el coro. Solo en «Benedictus» y el «Agnus Dei» es tratado de una forma más lírica, muy en estilo de la música italiana de la época. La obra, haciendo gala de su origen e intención, está orquestada de forma festiva con trompetas y timbales, y las cuerdas sin violas ya que estas no eran usadas en la música religiosa de Salzburgo.

La partitura de la misa puedes conseguirla aquí.

La interpretación es de Barbara Bonney (soprano), Elisabeth von Magnus (alto), Herbert Lippert (tenor), Alastair Miles (bajo), el Coro Arnold Schoenberg y el Concentus Musicus dirigidos por Nikolaus Harnoncourt.

Volver arriba