Llorad, cielos



¡Feliz miércoles! Ya hace tiempo que dejamos atrás el Adviento, tiempo para el que esta obra fue compuesta. Pero da igual puesto que casi todas las obras pueden disfrutarse en cualquier momento. Sobre todo si es de tan gran calidad como la de hoy, de un maestro que fue toda una institución en su tiempo y que hoy goza de todo el prestigio que merece aunque no es todo lo conocido que merece. Poco a poco iremos paliando esto aquí y la obra de hoy es una buena prueba de ello.

Nos visita Heinrich Isaac (c. 1450–55-1517), compositor neerlandés nacido en la región de Flandes o Brabante. Fue un destacadísimo miembro de un grupo de músicos franco-flamencos entre los que estaban Josquin des Prez, Jacob Obrecht, Pierre de la Rue o Alexander Agricola. Todos ellos alcanzaron fama internacional en los alrededores de 1500, aunque ha sido Josquin quien ha eclipsado a todos, algo injusto porque todos son de altísima categoría. La música de Isaac influyó tanto en la música renacentista italiana como en el resto de Europa. Compuso una gran cantidad de obras, muchas dedicadas a la casa de Habsburgo y la gran mayoría compuestas para alguna ocasión especial. Esta vinculación con esta dinastía hizo que Isaac fuese quien dominase la música en Alemania durante su tiempo (y luego gracias a sus influencias) pero también en Italia hallamos sus huellas debido a que el maestro vivió durante una buena cantidad de tiempo en Florencia. Precisamente en 1514 fue nombrado preboste de la catedral de la capital toscana y le dedicó al papa el motete «Quid retribuam tibi, O Leo» como agradecimiento por haber confiado en él y haberle sostenido.

Es otro motete el que te traigo hoy. Concretamente su Rorate, coeli. La composición podemos calificarla de grandiosa, lo que viene reforzado por la presencia de instrumentos con las voces, algo habitual. Apreciamos ese estilo a la vez grandioso (que desembocaría en el veneciano) pero a la vez algo austero propio de la polifonía francio-flamenca. Las voces ascienden en el momento del «desuper» (sobre todo las agudas) y poco a poco Isaac va desarrollando una polifonía rica, llena de inventiva y aún con medio pie en el final de la Edad Media. Las inserciones del canto llano parecen pausas ya que, tras la segunda, el maestro usa menos voces. Tras la doxología final, la obra vuelve a repetirse a modo de majestuoso final.

La interpretación es de Currende Consort dirigido por Eric Van Nevel.

Volver arriba