Magníficat

Magnificat, Weckmann

¡Feliz sábado! Para este primer sábado del año te traigo música de la más alta calidad que será interpretada en el rey de los instrumentos, es decir, el órgano. El maestro que la ha compuesto ha aparecido por aquí alguna vez aunque hace bastante tiempo. Cuando me he dado cuenta de ello inmediatamente he buscado algo porque, como verás, su música tiene una calidad especial, quedando claro que sale de la mano de un verdadero maestro.

Matthias Weckmann

Se trata de Matthias Weckmann (c. 1616-1674), maestro alemán nacido en Niederdorla. Podemos decir que era paisano de Bach porque la localidad donde nació es también de Turingia. El Dresde Weckmann estudió con Schütz y eso influyó definitivamente en su música. Precisamente, con él allí, fue organista en Nykobing (Dinamarca) pero luego se marchó a Dresde para encargarse de los teclados de la Jakobikirche. La presencia de obras suyas en diversos manuscritos ha hecho que se le haya atribuido otras que luego se sabe que no son suyas. En la suyas hayamos que su calidad a la hora de componer le alejaba de cualquier convencionalismo, algo que sin duda aprendió de su maestro Heinrich Schütz. De él, y de elaboración propia, aprendió a usar un complejo contrapunto y unas disonancias que aportan a sus composiciones un color especialmente intenso. Se trata de uno de los maestros del primer barroco que tenemos que tener en cuenta como eslabón en esa cadena que llega hasta Bach pero que luego continúa.

Disfrutemos de las características de su obra con su Magnificat secundi toni. Es una obra compuesta en cuatro partes que tiene detrás una emocionante historia ya que fue compuesta en Hamburgo en 1664, cuando una epidemia asoló la ciudad llevándose por delante a la esposa de Weckmann y varios amigos, entre ellos el también organista Heinrich Scheidemann. La primera se abre con unos acordes grandiosos, a modo casi de preludio, con la melodía coral en la voz de tenor. El segundo verso tiene el cantus firmus en la voz de soprano, muy ornamentada. El tercero está lleno de meditaciones y con disonancias que recuerdan a las obras italianas pero con un aspecto noralemán único. Termina con una conclusión casi a modo de amén, con un impulso rítmico notable pero sin abandonar la solemnidad.

La interpretación es de Agnes Luchterhandt al órgano Arp Schnitger de la Ludgerikirche de la localidad alemana de Norden.

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