Es posibe que pienses que el nombre del compositor de Hamburgo es lo más alejado de música positiva, en el sentido de "fácil" de escuchar, de inmediata. Hay quien piensa que la obra de este grandísimo maestro es sesuda a más no poder. Si bien es cierto que gran parte de ella sí lo es, la que te traigo hoy te sorprenderá por esa chispa que te alegrará el día.

Voy a contarte algo del gran Johannes Brahms (1833-1897), maestro alemán nacido en Hamburgo. Brahms no solo era una persona muy modesta a quien le gustaba muy poco ser centro de atención, sino que además era muy crítico con su obra. Una vez fue invitado a una cena en su honor, siendo el organizador un gran experto en vinos. El hombre tomó la que pensaba que era le mejor botella de su bodega y le sirvió una copa a Brahms diciéndole: "Este es el 'Brahms' de mi colección". Este la observó, olió su bouquet, la examinó a la luz y finalmente probó el líquido, teniendo al huésped en vilo esperando su opinión. Tras una pausa, el maestro dijo: "Hubiese sido mejor que me hubiese traído el Beethoven". Así era este grandísimo maestro.

Brahms compuso dos serenatas para pequeña orquesta. Hoy te propongo escuchar un fragmento de su Serenata número 2 en La Mayor, op. 16, concretamente su último movimiento Rondo (Allegro). Fue completada en 1859 y está instrumentada para dos flautas, dos oboes, dos clarinetes en la, dos fagotes, dos trompas en mi, violas, violonchelos y contrabajos. Está dedicada a Clara Schumann. En realidad son los primeros intentos de Brahms de componer obras orquestales, y esos intentos están escritos en forma de suite. Este último movimiento que te traigo hoy es alegre y optimista, casi en forma de danza popular, que Brahms sabe plasmar muy bien en ese ritmo constante que tiene el rondó. Una obrita que es en realidad un rayo de luz.

La partitura de la serenata completa la puedes descargar aquí.

La interpretación es de la Real Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam dirigida por Bernard Haitink.