Santa María Madre de Dios



¡Feliz sábado! En este fin de semana de Pentecostés no puede faltar la música mariana del sábado. Vamos a ponernos serios porque vamos a recibir a un grandísimo compositor cuya música nos deja boquiabiertos una y otra vez. Este genio de la música siempre convirtió en oro todo lo que compuso, desde incluso las obras de su más tierna infancia. Ha dado a luz obras inmortales pero esas otras que son desconocidas también nos siguen maravillando. Seguro que sabes a quién me refiero...


Efectivamente es Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), maestro austríaco nacido en Salzburgo. Como gran compositor que era también era un fabuloso instrumentista. Que se sepa tocaba el violín, la viola y el piano y empezó a dar recitales con solo cuatro años y con seis era un consumado intérprete apodado «niño prodigio». Es en el piano donde más se centró y se conserva en Viena el instrumento que usó Mozart para componer sus conciertos para piano, instrumento que tocó a diario casi durante nueve años. Era un Anton Walter (famoso constructor vienés) que adquirió en 1782 y que colocó en su apartamento de la Domgasse. Cuando se empobreció tuvo que marcharse a los suburbios pero se llevó consigo el piano. Tras la muerte del compositor su hijo donó el instrumento al Mozarteum pero actualmente se ha recuperado y está expuesto para maravilla de todos. En realidad es un fortepiano, un instrumento de menores dimensiones que el piano normal que suena más fresco pero a la vez con un sonido más tenue.

Mozart nos ofrece hoy su obra titulada Sancta Maria, mater Dei, KV 273, que es un «Graduale ad festum BMV», es decir, un gradual para la fiesta de la Bienaventurada Virgen Maria. Es una obra compuesta en 1777 para solistas, coro, cuerdas y órgano. Ese año Mozart pudo abandonar los servicios al arzobispo Colloredo y comenzó un viaje europeo con su madre. Esta obra pudo ser una ofrenda votiva a la Virgen antes de marcharse. Su simplicidad nos desarma y su material temático está perfectamente equilibrado. El coro presenta unas líneas encantadoras (habituales en Mozart) y el acompañamiento instrumental que las adornan tiene partes independientes. Una verdadera delicia.

La partitura de la pieza puedes conseguirla aquí.

La interpretación es del Coro Arnold Schoenberg y el Concentus Musicus de Viena dirigidos por Nikolaus Harnoncourt.

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