Silencio, vientos

¡Feliz jueves! Aunque por el título no lo parezca, te traigo hoy una pieza de contenido religioso, de esas que pertenecen a un compositor muy conocido pero que no estás entre las más escuchadas de él. También me parece bueno que poco a poco vayamos ampliando nuestro conocimiento porque no solo nos alimentamos de esas grandes composiciones que llevamos en nuestros oídos sino que también podemos nutrirnos de otras maravillas que han permanecido más ocultas.

Hoy nos visita George Frederick Handel (1685-1759), compositor británico de nacimiento alemán en Halle. ¡Antes de continuar, puedo prometerte que ha sido total casualidad que elija tres compositores británicos seguidos en esta semana! Ya te he contado algunas anécdotas de él, de este hombre que tenía un temperamento de lo más fuerte. Eso le hacía chocar con otros del mismo tipo. Era el caso de la famosa soprano Francesca Cuzzoni. Esta visitó Londres en 1722 y cuando se le dijo que tenía que cantar un papel protagonista de una ópera del maestro, la «prima donna» se negó en rotundo. Cuando Handel se enteró montó en una cólera tan descomunal que cogió a la soprano e intentó lanzarla por una ventana... Esta, visto lo visto, no tuvo más remedio que recular y terminó cantando el papel. Era un hombre que tenía un ego bastante subido pero no dudó en rechazar un doctorado honorífico que le ofrecía Oxford. Hay quien dice que ello se debía a que debía pagar una pequeña tasa y no estaba dispuesto, o que no quería compararse a su rival Maurice Greene, quien recientemente había recibido uno por Cambridge... o quizá porque se negaba a ser moneda de cambio entre los jacobitas y los hanoverianos.

Disfrutemos hoy de su motete Silete venti, HWV 242. Es una pieza compuesta en Londres en la década de 1720 y con préstamos de otras obras del maestro. Se abre con una obertura en estilo francés y luego entra la voz que lo silencia todo (como dice el título de la composición). La obra rezuma aire italiano y la estética es muy conservadora, mirando Vivaldi e incluso a Monteverdi. Sin embargo, en otros aspectos anticipa a Haydn. Destaca el aria «Dulcis amor», en la qu Handel casi aporta a la música de un carácter de aleluya y alegría, y aquí sí vemos el estilo pleno de Handel. Precisamente termina la obra con ese toque brillante al que nos tiene acostumbrado el compositor, obteniendo una obra redonda y que merece la pena ser más conocida.

La partitura de la composición puedes descargarla aquí.

La versión es de American Bach Soloists.

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