¿Un concierto compuesto 400 veces?



¡Feliz lunes! ¡Y feliz semana que se nos presenta por delante! Seguro que el título del post te ha llevado a reconocer a nuestro compositor de hoy. O, quizá, te ha llegado a relacionar dos nombres, aunque para esto se tiene que ser un melómano algo avezado. Sea como fuere, vamos a disfrutar hoy de una música maravillosa, sorprendente, fresca y que seguro que ni siquiera sabías que existía. Lo curioso es que fue escrita por uno de los grandes nombres de la música.

Que no es otro que el de Antonio Vivaldi (1678-1741), maestro italiano nacido en Venecia. A lo que aludía en la entradilla es a la frase de Igor Stravinsky, que dijo que Vivaldi no había compuesto cuatrocientos conciertos sino uno solo, que había repetido cuatrocientas veces. No es de extrañar la predilección de Vivaldi por el violín ya que era un virtuoso del instrumento gracias a que su padre era violinista profesional; su primer concierto parece ser que lo dio en 1696. Fue ordenado sacerdote pero su primera misa fue la última debido a problemas en el pecho y al asma. Hay quien dice, sin embargo, que fue ordenado en contra de su voluntad y era la forma de rebelarse por ello. Debía ser una persona curiosa y quizá algo engreída ya que se jactaba de que era capaz de componer un concierto más rápidamente de lo necesario para ser copiado. Desgraciadamente gran parte de sus obras se perdieron y las que quedaron fueron descubiertas en la década de 1920.

Una de las joyas suyas que nos ha llegado es el Concierto para clave, cuerdas y continuo en La Mayor, RV 780. Aunque es una pieza típicamente vivaldiana seguro que te sorprende que un concierto de este tipo haya sido compuesto por él. En realidad se trata de una versión del concierto RV 546, que fue compuesto alrededor de 1720. En todos los conciertos del maestro se requería la presencia del clave como elemento del continuo. En 1980 el clavecinista Igor Kipnis de forma que las dos voces de los instrumentos originales (violín y chelo) fuesen interpretadas por las dos manos del instrumentista. La obra es totalmente soberbia pero también sorprendente por la sonoridad del instrumento y cómo Vivaldi consigue un resultado redondo.

La interpretación es de Nicola Reniero (clave) y L'Arte Dell'Arco dirigidos por Federico Guglielmo.

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