Cuatro motetes

Cuatro motetes, Duruflé

¡Feliz jueves! Hay veces que te traigo una pieza (a veces toda una señora pieza) y otras veces me da por traerte varias, como en el día de hoy. Alguna vez ha aparecido en este rinconcito el compositor de hoy pero, en cualquier caso, su música necesita ser conocida de una forma más intensa. Porque es uno de esos maestros cuyos nombres no nos vienen a la mente a la hora de enumerar maestros pero debería estarlo. Vamos a solucionar esto con el post de hoy.

Maurice Duruflé

Vamos a conocer primero algo de la vida de Maurice Duruflé (1902-1986), compositor francés nacido en Louviers. Su primera ocupación fue la de organista y algunas obras vocales que son verdaderas obras maestras, como su réquiem. Con diez años se matriculó en las escuela de la catedral de Ruán y allí se aficionó al canto gregoriano. En 1919 se trasladó a París para estudiar con Charles Tournemire, llegando a ser su asistente y luego el de Louis Vierne. En 1910 entró a estudiar en el conservatorio de París, destacando el órgano con Gigout y composición con Dukas. En 1930 fue nombrado organista de St. Etienne-du-Mont, puesto que conservó hasta su muerte y hasta 1969 enseñó armonía en el conservatorio de la capital francesa. Como puedes ver, la vida de Duruflé giró alrededor de este instrumento para el que dio grandes obras y algunas otras no específicas para él que, como te he comentado, también son obras maestras.

Una de ellas es Quatre Motets sur des thèmes grégoriens, op. 10. Son cuatro breves obras dedicadas a Auguste Le Guennant y se basan en cuatro melodías de Solesmes; la obra fue compuesta en 1960. El primero es Ubi caritas, antífona para el Jueves Santo, que comienza con sonidos oscuros con frases alternándose en dos coros. Las sopranos entran en una bella sección central. El segundo es Tota pulchra es, que es para la Inmaculada. El coro alterna estrofas y estribillo con las sopranos divididas y un bello contrapunto. Seguimos con el más breve: Tu es Petrus. El para el día de los santos apóstoles y el clímax es alcanzado al final de la pieza. Terminamos con el Tantum ergo, en bella polifonía a cuatro voces, con el canto gregoriano en las sopranos y una repetición de la pieza que la hace más contundente.

La interpretación es del University of London Chamber Choir.

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