Una música exquisita



¡Feliz martes! En mi modesta opinión, eso es lo que te traigo hoy. Te traerá a la mente ambientes impresionistas que incluso pueden hacer que te traslades a otra época, pero la pieza es relativamente contemporánea. En este caso no estamos ante una composición de esas difíciles de escuchar y para nada suena a vanguardista ni rompedora. Es una música que nos recompensa mucho ya que con una sola escucha nos llena de un placer inmediato, de un brillo en nuestros sentidos.

El que se encarga de pulir ese brillo es Vincent Persichetti (1915-1987), compositor estadounidense nacido en Filadelfia. Se suele clasificar dentro de los compositores académicos de su país, con Schuman y Piston, clasificación que no hace justicia a su obra. Con cinco años comenzó a estudiar y ya con dieciséis era un solvente organista que consiguió un puesto de trabajo que mantuvo hasta la década de 1950. En la década de 1930 todavía no había terminado sus estudios y se dedicó a aprender dirección con Fritz Reiner. Era un gran pianista, cosa que reflejó en sus piezas para el instrumento, llenas de dificultades técnicas al servicio de la calidad musical. En cuanto a estilo de componer, casi fue tocando lo que estaba en la vanguardia del siglo que le tocó vivir: tonalidad, atonalidad, neoclasicismo, modalidad, etc. Su capacidad de trabajo era tan asombrosa que incluso escribió un tratado de armonía y una biografía de William Schuman. Todo un artista en el sentido literal de la palabra.

Persichetti nos trae hoy su Serenata para flauta y arpa n.º 10 op. 79. Esa combinación de flauta y arpa seguro que te retrotrae a ambientes impresionistas, recordándote la música de Debussy o Ravel, o incluso mucho más antiguas. Está dividida en ocho movimientos en las que el compositor casi enuncia la melodía más que desarrollarla y creando diversos universos musicales, llenos de encanto. Sus melodías nos recuerdan al Renacimiento por su delicadeza, por ese fluir tan característico y por la expresividad. Persichetti compone una obra llena de pasión y de encanto, con unos ritmos impredecibles y con líneas que a veces son más tranquilas y otras explotan en un evidente puntillismo, como el que da fin a la composición.

La interpretación es de Jeremy Lim (flauta) y Sarah Wong (arpa).

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