El piano militar



¡Feliz lunes! Otra semana que comienza. Espero que la aproveches porque ya estamos a mediados de mayo. ¡Disfrútala! La música que te propongo hoy es muy conocida y seguro que te suena y la has escuchado alguna que otra vez. Tiene una fuerza muy especial, como es el caso de la música de este gran compositor que hoy nos ocupará un ratito. Merece mucho la pena porque con respecto al piano, su especialidad, era capaz de decirlo todo y de emocionarnos como nadie.


Es posible que hayas averiguado que me refiero a Frédéric Chopin (1810-1849), compositor polaco nacido en Zelazowa Wola. Aunque no lo parezca, no todos los pianistas aprecian la obra de Chopin ya que mucho la consideran trivial y muy ornamentada. Sin embargo, casi es general considerarlo como uno de los grandes nombres de la época romántica. Compuso muchas obras pero la gran mayoría a pequeña escala y con una gran cantidad de géneros y ritmos (valses, nocturnos, polonesas, preludios, mazurkas,...). Todas requieren de una técnica descomunal y tienen una rica armonía, muy expresiva y poética. En 1838, el joven Chopin estaba enamorado de George Sand y ambos marcharon ese invierno a Mallorca. El maestro escribió de la vida allí: «Sol todo el día, y calor; todo el mundo viste ropa de verano». Pero el idilio que mantenían duró poco ya que el tiempo cambió y a Chopin se le diagnosticó una tuberculosis. El viaje pasó a ser algo poco placentero pero sí productivo ya que ahí compuso Chopin alguna de sus obras más reconocidas. El pianista Joan Moll ha dicho al respecto: «Produjo obras íntimas, contemplativas y luminosas como un paisaje. Luego se dio cuenta de que su enfermedad era incurable».

Disfrutemos una vez más de su Polonesa en La Mayor, op. 40 nº 1 que lleva el subtítulo de Militar. No puede ser más sucinta y concentrada, tanto en su carácter como en el estilo. Ese ambiente militar está presente en toda la obra ya que escuchamos fanfarrias y tambores. Cada nota, cada acento, cada silencio, está lleno de fuerza. El tema tiene toda la fuerza a la nos acostumbra Chopin (cuando no era intimista) y contiene todo el sabor bélico, con esos poderosos unísonos. Pero el clímax de la obra se alcanza en su punzante trío, en Re Mayor, que Chopin marcó como enérgico y fortísimo. De nuevo desfilan batallones en forma de dedos sobre las notas. En fin, ¡qué maravilla!

La partitura de la obra puedes conseguirla aquí (páginas 2 a 4).

La interpretación es de Vladimir Ashkenazy al piano.

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