María-José Peña: Un Caballero se va: Mariano Rajoy

Una gran Dama Española-Catalana y excelente crítica socio-política saluda la digna salida del poder político de un Caballero del centro derecha Español, que ha preferido irse, cuando podía quedarse, a ser echado de malas maneras por su peor enemigo y deslenguado contrincante:
" Hoy, unos señalados por las mismas lacras que señalan a su Partido le han echado de malas maneras; sin que entre todos ellos mediara ni programa alternativo ni afinidad ideológica. Ha sido un simple “conchabamiento” para echar al que con aciertos o errores era el único legitimado para acabar la legislatura y obtener el veredicto social a continuación. Pero las cosas han ido por otros caminos serpenteantes y oscuros. Y, llegados a este punto, usted ha optado por dejar de liderar su Partido, permitir que le suceda quien el mismo Partido determine y abandonar su puesto en la política. Y lo ha hecho devolviéndole a la misma los modos y la dignidad que debería tener siempre y que casi siempre están ausentes. Nadie lo sabe mejor que usted. "
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" Se va un caballero y España se queda algo más desierta, algo más incierta, algo más confusa, algo más indefensa… creo que España y muchos de los españoles, incluso muchos de los que no estuvimos de acuerdo con gran parte de su gestión, le echaremos de menos. Y lamentaremos más de una vez los dos años que aún hay que recorrer y que, burlando la legitimidad que le correspondía, le impidieron recorrer a usted. Quizá, incluso, lamentaremos los años que sigan a los mismos. "
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Maria Jose Peña:
UN CABALLERO SE VA
· 13 h ·
¡Ay, Sr.Rajoy!, ¡Ay!.
Ya ve, tantas veces como le he reprochado su pasividad, y ahora que se acaba lo político y aflora lo personal, tengo sentimientos encontrados y un malestar interior al que no sé dar nombre.
Bueno, creo que ha hecho usted lo mejor que podía hacer y lo que en la situación presente era casi debido. Y lo ha hecho como debía hacerlo, con afecto hacia los suyos, sin casi reproches hacia los que le han llevado hasta aquí, con claridad frente a todos y con absoluta limpieza de procedimiento.
Su discurso anunciando su determinación me ha parecido de una gran dignidad. Serio, medido, sin sentimentalismo ni rencor; a tono.
Yo sigo echando en falta lo que no hizo cuando podía hacerlo, pero eso ya carece de sentido; otros son ahora los obligados. A mí me queda un cierto regusto amargo de una época que se cierra y el temor ante otra que se abre.
Pero vayamos a lo personal, Sr.Rajoy. Yo no simpatizo mucho con las propuestas políticas de su partido, y la corrupción en parte de él, como a usted, y como a otros muchos de dentro y fuera, me ha desagradado profundamente, pero tampoco me sorprendió demasiado.
Desgraciadamente, la corrupción en los Partidos Políticos no cuenta con frenos suficientes y el “ahora unos y otras veces otros” ha sido moneda corriente desde hace bastantes años. Por eso celebré que admitiera sin reparos purificar el ambiente con legislación adecuada. Por eso entendí que la Sentencia última era la justa reprobación a las conductas que allí se enjuiciaron, y por eso entendí que a partir de la misma, y de otras que se están sustanciando en estos tiempos, se erradicarían de las conductas públicas las indebidas prácticas “normalizadas” que nunca hubieran debido serlo.
Y por eso me sorprendió en extremo que esa conocida y usada moneda de la que todos hicieran uso en una medida u otra, fuera la que también todos hicieran servir para conseguir mediante la oportunidad ocasional lo que en la continuidad electoral no habían sabido lograr... Pero ya ve que la política tiene vericuetos cuyo uso perverso parece que nuestras normas tampoco han sabido evitar.
Porque, ¿sabe, Sr, Rajoy?, yo creo en su honorabilidad personal. Aquél “hasta aquí hemos llegado” con que defendió su honor personal y la frase siguiente con que paró en seco la deslenguada y gratuita afrenta que un Pedro Sánchez decidido a ser lo que hoy ya es le espetó en un debate con ánimo más de destruir que de injuriar, me llegó al alma.
Desde entonces contó usted con mi confianza y mi respeto personal, los mismos que desde entonces perdí a los contrarios, y desde entonces me resultaba mucho más doloroso observar su absoluta pasividad en un tema en el que media Cataluña se quedaba sin derechos. No creo que actuara por cobardía pues le creo capaz de defender sus convicciones con determinación; creo que actuó por desconocimiento incomprensible de lo que a todos se nos venía encima o por excesiva prudencia tratando de salvar lo que era insalvable, el entendimiento con quien pretendía y pretende destruir España., …¡qué sé yo!. En cualquier caso, un grave, gravísimo, error político, sigo pensando.
Ha habido más, muchos más momentos en que me sentí exasperada por su escaso hacer y por su mucho no hacer, por delegar al poder judicial lo que era propio del poder ejecutivo; por ignorar a la media Cataluña que quería ser escuchada; por tolerar que un nacionalismo desleal fuera consiguiendo hitos que esgrimir frente al mundo y con que afrentar más y más al Estado, a sus autoridades… a los españoles. Y creo que eso nos hizo mucho, muchísimo daño a todos; a usted y a su Partido también. Y eso es lo que, finalmente, concitó en su contra las esperanzas con que muchos españoles le prestaron su voto en las últimas elecciones. Yo entre ellos.
Después de las manifestaciones constitucionalistas de Octubre en Barcelona, creo que hubiera debido usted dimitir o cambiar su estrategia. No hizo ninguna de las dos cosas. Cierto es que su dimisión nos hubiera llevado a elecciones y tampoco había en el panorama quien ofertara con solvencia una alternativa programática referida, sobre todo, a la cuestión en Cataluña que, a mi parecer, ha sido lo más grave ocurrido durante sus años de Gobierno y, curiosamente, lo que con menor decisión abordó.
Pero eso ya es pasado.
Hoy, unos señalados por las mismas lacras que señalan a su Partido le han echado de malas maneras; sin que entre todos ellos mediara ni programa alternativo ni afinidad ideológica. Ha sido un simple “conchabamiento” para echar al que con aciertos o errores era el único legitimado para acabar la legislatura y obtener el veredicto social a continuación. Pero las cosas han ido por otros caminos serpenteantes y oscuros. Y, llegados a este punto, usted ha optado por dejar de liderar su Partido, permitir que le suceda quien el mismo Partido determine y abandonar su puesto en la política. Y lo ha hecho devolviéndole a la misma los modos y la dignidad que debería tener siempre y que casi siempre están ausentes. Nadie lo sabe mejor que usted.
De usted quedarán otros aciertos de los que se irá hablando y que han podido quedar oscurecidos en el fragor de la batalla, y, sobre todo, quedará un hueco inmenso en los modos de la clase política con la ausencia de ese estilo suyo, tan personal, tan austero en el disfrute, tan brillante en el Parlamento, tan respetuoso de tono hacia propios y extraños… Ese hueco quedará. Y lo echaremos en falta. No lo dude.
Se ha ido un caballero, un hombre que pretendió ser justo y cabal pero que se equivocó en el trato con el nacionalismo; deja a su Partido huérfano y sin programa. Y a lo que hasta ahora era la oposición en el poder y también sin programa.
Aún es pronto para juzgar con perspectiva su figura política aunque, salvo en la cuestión aludida y las que de ella derivan, que siguen motivando mi amargura, creo que fue razonablemente acertada, y, sobre todo, digna.
Ha gestionado con mayor eficacia que sensibilidad social, cierto es; supongo que porque entiende que la gestión de la economía debe preceder a lo demás; yo no lo considero así pero eso, claro, no tiene ninguna importancia ni ya ni para nadie, y se inscribe en lo que es las ideologías no coincidentes en nuestro caso.
Pero otros méritos importantes, que dan humanidad a la política, le han rodeado: no ha hecho usted un deliberado feo a nadie; ha tolerado con condescendencia la impulsividad grosera de algunos; ha asumido sin quejarse, como si fueran propios, errores de otros; y ha prestado a sus colaboradores aprecio, respeto y afecto.
En este época en que nos desenvolvemos casi me parece usted un mirlo blanco, el mejor vecino que cualquiera podría tener, el familiar agradable, correcto y comedido que todos agradecemos; y, posiblemente, el Jefe de Gobierno trabajador y responsable que, como algún otro del pasado, supo asumir el error propio y el dolor de un trato injusto sin reproches.
Todo eso le reconozco, Sr. Rajoy, y ello aunque en la política usted haya sido un digno Gobernante de centro derecha, algo ajeno a mis expectativas de simple ciudadana simpatizante de una izquierda hoy ausente.
Se va un caballero y España se queda algo más desierta, algo más incierta, algo más confusa, algo más indefensa… creo que España y muchos de los españoles, incluso muchos de los que no estuvimos de acuerdo con gran parte de su gestión, le echaremos de menos. Y lamentaremos más de una vez los dos años que aún hay que recorrer y que, burlando la legitimidad que le correspondía, le impidieron recorrer a usted. Quizá, incluso, lamentaremos los años que sigan a los mismos.
Se va un caballero.
¡Que tenga usted, Sr. Rajoy, la mejor de las suertes!.
Fuente: María-José Peña: UN CABALLERO SE VA
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