Vivir la Semana Santa

Vivir la Semana Santa, para vivir sin ensimismamiento egoísta

Quien vive la Semana Santa en primera persona, revive el acontecimiento más importante de su historia personal y de la historia de la humanidad, al identificarse a sí mismo y a todos los humanos con la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Esto significa que, a la luz de esta identificación, comprende el sentido de los sufrimientos humanos, propios y ajenos, y concibe la esperanza en una vida feliz más allá de ellos, tanto en esta vida presente, por obra de la solidaridad humana, como en la vida futura, por obra de Jesucristo, que al ser hijo de Dios e hijo del hombre ha podido y querido actuar como hermano salvador de todos los humanos.

La certeza de esta salvación, que transforma el sufrimiento en esperanza, convierte la vida del creyente en un deseo ardiente de vivir con Dios, que Jesucristo le ha revelado como Padre y como Amor sin límites.

San Juan de la Cruz expresa su experiencia de esta certeza en sus Coplas del alma que pena por ver a Dios:

Vivo sin vivir en mí

y de tal manera espero

que muero porque no muero

En mí yo no vivo ya

y sin Dios vivir no puedo;

pues sin Él y sin mí quedo,

este vivir ¿qué será?.

Mil muertes se me hará,

pues mi misma vida espero,

muriendo porque no muero.

Esta vida que yo vivo

es privación de vivir,

y así es continuo morir

hasta que viva contigo.

¡Oye, mi Dios, lo que digo:

que esta vida no la quiero,

que muero porque no muero!

Estando ausente de ti

¿qué vida puedo tener

sino muerte padecer

la mayor que nunca vi?.

Lástima tengo de mí,

pues de suerte persevero

que muero porque no muero.

El pez que del agua sale

aun de alivio no carece

que en la muerte que padece

al fin la muerte le vale.

¿Qué muerte habrá que se iguale

a mi vivir lastimero,

pues si más vivo más muero?.

Cuando me pienso aliviar

de verte en el sacramento,

háceme más sentimiento

el no te poder gozar;

todo es para más penar

por no verte como quiero

y muero porque no muero.

Y si mi gozo, Señor,

con esperanza de verte,

en ver que puedo perderte

se me dobla mi dolor;

viviendo en tanto pavor

y esperando como espero,

muérome porque no muero.

¡Sácame de aquesta muerte,

mi Dios, y dame la vida;

no me tengas impedida

en este lazo tan fuerte;

mira que peno por verte

y mi mal es tan entero,

que muero porque no muero!.

Lloraré mi muerte ya

y lamentaré mi vida

en tanto que detenida

por mis pecados está.

¡Oh mi Dios!, ¿cuando será

cuando yo diga de vero:

vivo ya porque no muero?
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