Ella sigue en el desierto de la vida Asunción de la Virgen

Dormición de la Virgen

Asunción de Nuestra Señora a los cielos

Evangelio

María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava.  Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí (Lc 1, 39-48).

Comentario

Como profecía de su asunción a lo más alto, María subió deprisa hacia la montaña y alcanzó la meta de su acción solidaria. Hoy celebramos que por gracia de su Hijo, la Nazarena, una vez terminado su curso terreno, fue elevada a lo más alto de los cielos en los brazos de su propio Hijo, y escoltada por los ángeles.

La Iglesia acogió el clamor de los pueblos, que desde muy pronto intuyeron que no podía conocer la corrupción del sepulcro la madre de quien es el Hijo de Dios, y si cabe que compartiera con Jesucristo la muerte, nuestra fe `profesa que ella goza planamente de los méritos del Redentor.

A esta fiesta se la llama también de la Dormición de María. La iconografía, los autos sacramentales, los poemas y cánticos exaltan a la Bendita, Llenada de gracia, Amada de Dios que nos recuerda lo que dice el texto del Apocalipsis: “La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser alimentada mil doscientos sesenta días”. María nos acompaña en el tránsito terreno, intercede por todos los hombres, se convierte en refugio de quienes necesitamos auxilio, y es invocada como medianera de todas las gracias.

María, siguiendo al Primogénito de todos los hombres, a su Hijo, se convierte en pionera de los redimidos y en esperanza de quienes aún avanzamos por las estepas de la existencia temporal.

Impresiona cómo los pueblos cantan a Nuestra Señora, cómo se sienten en ella protegidos y cómo acuden a tantos santuarios y ermitas a rendir homenaje a la Madre de Dios y madre nuestra.

Quienes mantienen la devoción a María avanzan confiados, y en los momentos de mayor dificultad siempre cuentan con la certeza de su protección.

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