El Pastro bueno IV Domingo de Pascua

"Oh hermosura que excedéis a todas las hermosuras"

IV Domingo de Pascua

“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno” (Jn 10, 27-30).

Comentario

Jesús se presenta como el Buen Pastor. J. Tolentino traduce que Jesús no solo es el Buen Pastor, sino el más bello, que dice de Sí mismo: “«Yo soy el pastor bello». Pero ¿qué haríamos con esta afirmación?” Y responde: “La belleza no es un atributo, un campo aparte, una moneda de cambio, un consuelo, una técnica, un código simbólico… La belleza es una teología visual, un punto de unión entre el mundo invisible y el mundo visible, encarnación del espíritu”.

Y Jesús, además, dice que conoce a sus ovejas, o sea que las ama íntimamente y, si es así, significa que somos reflejo de la belleza del Pastor. Porque en nuestros rostros se refleja la mirada de quien nos mira.

La espiritualidad de este tiempo se alimenta, más que de conceptos teológicos, de la contemplación de la belleza, de la escucha de la poesía, de la experiencia mística. Sigue siendo actual la profecía de K. Rahner. “El cristiano será místico, o no será”. Y Hans Urs von Balthasar “sugiere que la vitalidad del sentir cristiano en el siglo XX se reflejaba más en la obra de los grandes poetas que en toda la teología que se había escrito en él”.

Hoy es la jornada de oración por las vocaciones. Podríamos interpretar que es el día de orar para que cada uno encuentre el camino más bello por el que hacer la andadura de su existencia, que sin duda será el camino de la llamada divina.

El salmista nos introduce en la atmósfera bucólica donde el Pastor más bello apacienta a sus ovejas más queridas: “Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño” (Sal 99). “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas” (Sal 22, 1-3).

Cuestión: ¿Eres sensible a los signos de bondad y de belleza que te rodean?

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