“Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí. De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo” (Mal 3, 1).
Es día de enviar un mensaje, de hacer una visita, de llamar a un amigo, de desear lo mejor en las vísperas de Nochebuena.
Zacarías, ante el nacimiento de su hijo Juan, entona el cántico de bendición: “Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación | por el perdón de sus pecados” (Lc 1, 76-77).
Es tiempo de reconocer las mediaciones por las que se manifiesta la Providencia divina. De saber ver en los acontecimientos lo que llevan de Buena Noticia, o acaso de revulsivo para despertar y estar atentos a la presencia del Señor en la historia.
A lo largo de la vida, a veces nos sorprenden señales que nos interrogan y se convierten en mensajeros de lo efímero y de lo eterno; de lo que esclaviza y de lo que libera; de lo que produce paz y de aquello que engendra violencia. Lo importante es percibir lo bueno y abrazarlo.
“Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación” (Sal 24).
¿Has deseado lo mejor a quien puede necesitar un mensaje de amistad?