El Bautismo de Jesús cuestiona nuestra práctica bautismal

El Bautismo de Jesús cuestiona nuestra práctica bautismal
El próximo domingo celebramos el Bautismo de Jesús. Buena ocasión anual para revisar nuestra pastoral de bautizos. La oración que he preparado para dicha celebración supone conocer el hecho del bautismo de Jesús: encuentro consciente con el Espíritu de Dios, con el Amor que empapa toda la vida, con la presencia de Jesús que “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque el Dios estaba con él”.

¿Por qué queréis bautizar a vuestro hijo? ¿Para qué sirve estar bautizado? ¿No sería mejor dejar que el niño fuera mayor y decidiera? ¿Implica algún compromiso estar bautizado? ¿Los padres se obligan a algo por el hecho de bautizar a sus hijos? Estas preguntas ponen nerviosos a algunos padres. Se sienten atacados, y adoptan una actitud defensiva. “Bautizar, suelen argumentar, es una costumbre social, una tradición. Y la tradición no se discute. El que quiera que la siga, y el que no quiera, pues que no la practique. Encima que queremos bautizar, nos ponen pegas, exigencias... Debían recibirnos con los brazos abiertos y darnos facilidades”.

Es cierto que es una costumbre antiquísima. Pero no por eso ha de hacerse sin conocimiento y voluntad libre. Al bautizarnos elegimos una orientación fundamental: nos vinculamos de por vida a Dios Padre, a Jesús y al Espíritu de amor que ellos dan. Esa es, al menos, la intención original del bautismo. Supone en el creyente la aceptación del amor definitivo, incondicional y para siempre, que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús. Y esto es en el fondo lo que se quiere decir con la expresión de que el bautismo “imprime carácter” o sello definitivo de consagración al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. ¿Puede vivirse sin conocimiento y voluntad libre? La Iglesia sabe que no, y por ello siempre ha exigido a los padres el compromiso de educar en la fe. Incluso los padrinos, como segundo aval, se comprometen a ayudar y a suplir, en caso necesario, en esta educación.

La rutina y la pereza han hecho que estos compromisos y garantías se hayan devaluado tanto que ya a penas existen. Baste como anécdota lo que me ocurrió hace algunos años. Un matrimonio se empeñó en que fueran padrinos unos musulmanes amigos suyos. No tenían la menor sospecha de que no pudieran serlo. Gracias a las reuniones de preparación en que se habló del papel de los padrinos surgió la pregunta sobre lo que ellos habían preparado. El resto de padres tenían la misma duda. Y es que a la hora de pensar en los padrinos poca gente piensa en cristiano.

Tenemos derecho como ciudadanos a bautizar a nuestro hijo
No hace mucho tiempo una pareja decía tener derecho como ciudadanos a que le bautizaran a su hijo. Ellos, solteros ambos y bautizados, habían decidido casarse sólo por lo civil. Y de ningún modo querían casarse por la Iglesia. Así se sentían más libres, decían. “Para ser cristiano, sostenían rotundamente, no hace falta casarse por la Iglesia”. Veían su postura avalada por la práctica de muchas parroquias donde este aspecto no tiene nada que ver con el bautismo de los niños. “Los niños no tienen que ser castigados por el comportamiento de los padres”, habían escuchado como excusa para bautizar al niño a pesar de la situación irregular de los padres. No fue suficiente que el párroco les dijera que no toda “situación irregular” es lo mismo. Ellos libremente habían rechazado un sacramento de Jesús para ellos. Sencillamente no se casaban porque no querían, no porque no pudieran por alguna situación “irregular” que les impidiera, al margen de su libertad, casarse según la normativa eclesial. Su fe cristiana se había roto. ¿Cómo es posible querer seriamente para los demás lo que se rechaza para sí mismo? ¿Cómo pueden educar en la fe cristiana quienes rechazan a Jesucristo y no le quieren hacer presente en su amor matrimonial? ¿Es que se puede aceptar y rechazar a Jesucristo según nos interese, a nuestro capricho? Se fueron del despacho amenazando con llevar a los tribunales civiles al párroco que se negaba a bautizarles el hijo.

¿Pueden los padres elegir por los hijos?
La orientación fundamental de vida es muy personal. Cada uno va decidiendo en su vida las actitudes y los comportamientos básicos que él cree que le realizan y le hacen sentirse bien en todos los aspectos. Elegir la orientación fundamental cristiana supone hacer propias las actitudes básicas de Cristo: orar al Padre nuestro, celebrar la memoria de Jesús (“haced esto en memoria mía”), construir el reino de vida que Dios quiere. Aceptar esta orientación de vida es lo que llamamos fe. En cristiano no pueden existir “creyentes y no practicantes”. Se trata de una aceptación vital. Sólo se tiene fe cuando se vive: cuando se siente en lo profundo de la conciencia y se expresa en la experiencia sabrosa, jugosa, feliz, comprometida con las tareas del reino de Dios.

Creo que sólo los padres que vivan esta orientación están en condiciones de poder humanamente elegir. Y aquí viene el problema. La inmensa mayoría de los padres no se han convertido de verdad al cristianismo. “Les han llevado” a la iglesia en brazos, de la mano o del brazo, para cumplir una costumbre sin consentimiento pleno. Es verdad que hay muchos matices. La experiencia de los despachos parroquiales constata que la situación religiosa de los padres que solicitan bautizar a sus hijos es muy variada. Tanto en conocimientos como en práctica y convicciones íntimas hay muchas diferencias en niveles y grados de aceptación o duda. Cada pareja, cada persona, respira de forma singular religiosamente. Lo fundamental cristiano es poco conocido en general. Hay una visión de Dios muy infantil y primitiva. Se confunde a Dios con Jesucristo -¡muchos creen que es cuestión de nombres!-. Sobre el tema “Iglesia” hay bastante agresividad, y muchos la confunden con sus dirigentes, cuya labor les resulta incomprensible. Sobre sacramentos y celebraciones religiosas predomina una visión mágica, en la que lo importante es la protección de Dios que se espera alcanzar mediante los ritos sagrados. La coherencia de vida y el compromiso en favor del Reino de Dios no se comparte generalmente, ni se conecta con la práctica sacramental.

¿Pueden los padres elegir para sus hijos esta orientación fundamental de vida? “Elegir” por los hijos parece excesivo. Ellos, los padres, eligen por sí mismos y para sí mismos. Los niños irán eligiendo cuando vayan teniendo conocimiento y libertad. Tardarán en ir cogiendo su vida y optar por una orientación fundamental. Es evidente que los padres cuidan a sus hijos según la orientación básica que ellos poseen. No existe una educación neutral. Tanto ateos como religiosos, agnósticos como indiferentes, no pueden ocultar sus comportamientos a sus hijos. La vida de los padres es educación para los hijos. El niño acompañará a sus padres al mercado y a la iglesia, al fútbol o al bar, a las manifestaciones o fiestas de su partido, o a quedarse en casa escuchando sus opiniones sobre política o religión... Los niños son educados en las opciones fundamentales de los padres: ateísmo o religiosidad tienen las mismas posibilidades que la indiferencia o la agresividad contra lo religioso.

“Bautizan para tener una foto”
En las reuniones previas al bautismo los padres escuchan todas estas cosas. La mayoría calla. Los menos dicen alguna frase de compromiso: “cuando estamos aquí será por algo...”, “para ser buen cristiano no hace falta ir a misa”, “a nosotros nos bautizaron y nosotros queremos también que nuestros hijos sean bautizados”... Lo que todos quieren es saber la hora, qué cosas tienen que traer, y qué papeles tienen que presentar. Ah, y si pueden tirar fotos. Sí, este es un tema que a todos preocupa. Su tío, su primo, su cuñado... todos tienen aparatos dispuestos a gravar el acontecimiento. A veces tiene uno la sensación de que “bautizan para tener una foto”. Como en la primera comunión confiesan ingenuamente: “quiero que este tenga también su foto de primera comunión”.

También en la ceremonia del bautismo queda patente la situación cristiana de los padres. La participación es muy pobre: apenas se santiguan, no suelen contestar a los saludos litúrgicos ni a la proclamación de la Palabra. Y lo que es más grave: muchos ya no recuerdan la oración básica cristiana: el Padrenuestro.

Al final de la ceremonia también hay una actuación que delata la actitud cristiana. Es la entrega del donativo para los gastos de la iglesia. La mayoría intenta dejar buena imagen. Aunque eso depende cómo se produzca. Si se les dice que depositen lo que quieran en un buzón del templo... hay gente que no encuentra el buzón, o su aportación es meramente simbólica. Si entregan sobres anónimos... hay algunos –es verdad que pocos – que los entregan vacíos. Y hay casos en que se olvidan y prometen traerlo en unos días. Algunos más beligerantes se niegan a dar nada bajo el pretexto de que la Iglesia no necesita dinero. En una ocasión unos padres entregaron un sobre cuyo contenido único era un calendario con una mujer desnuda. ¿Qué hay detrás de estos comportamientos? Unas actitudes cristianas muy endebles, y en algunos casos muy negativas respecto del cristianismo y de la Iglesia. Con estas últimas actitudes no puede celebrarse ningún sacramento.

Es demencial, por parte de padres e Iglesia, tratar de engañarse
Lo lógico es que se afronte la realidad y desde ella se construya otro modo de hacer las cosas. Y si no hay opción creyente cristiana habrá que animarles respetuosamente a no insistir en pedir los sacramentos para sus hijos. Dejar que los hijos cuando tengan voluntad propia actúen en conciencia y pidan ingresar en la Iglesia. Eso es lo humano y responsable. Es demencial, tanto por parte de los padres como por parte de la Iglesia, que traten de engañarse acudiendo a otras parroquias donde no existe más planteamiento que bautizar a todo el que lo pide. Y encima enmascarando su falta de fe y valentía pastoral con el argumento de que Jesús “acoge a todos y bendice a los niños”. Unos y otros saben que la acogida de Jesús no era para el cambalache y el tapujo, ni su bendición de los niños tenía el significado y las consecuencias del bautismo cristiano. Resulta por lo menos irrisorio que en una parroquia ubicada en la misma catedral –donde tiene la cátedra de bien enseñar y hacer el responsable de la diócesis- se lea en el tablón de anuncios: “El bautismo supone: Acoger la Palabra de Dios, conversión a Jesucristo, actitudes de fe, compromiso y participación en la comunidad cristiana”. Y luego ninguna de estas cosas se exijan para bautizar.

Bendición de los niños sin conocimiento
Me parece más honrosa la salida que algunos pastoralistas han propuesto de celebrar una bendición de los niños sin conocimiento. Sería una bendición “ascendente” por parte de los padres y la comunidad cristiana que “dicen bien” de Dios por el don del hijo: le dan gracias; y una petición de bendición “descendente” de parte de Dios: que Dios “diga bien” de este niño. Esta bendición no supondría la incorporación a la Iglesia, pero expresaría la religiosidad genérica de los padres, y el inicio de su preparación, sin prisas, e integración a la comunidad cristiana. Se vería así, con seriedad, quiénes quieren de verdad el bautismo. Y se capacitarían para el compromiso de educar a su hijo en la fe cristiana Así el bautismo tendría más valor de opción por Jesucristo y de aceptación de oferta salvadora para aquellos que lo piden de forma responsable.

¿Qué piensan las comunidades cristianas?
Dar voz y voto a las comunidades cristianas en la pastoral es una exigencia hoy perceptible en los cristianos más vivos. Lo normal es que los niños entren a formar parte de las comunidades en las que están sus padres, según lo regulen dichas comunidades. Cuando los padres no están en ninguna comunidad, hay que arbitrar modos diversos de incorporase. Quien poco a poco se va arrimando a un grupo cristiano, ya verá ese grupo cómo lo va insertando en aceptación y compromiso. La libertad para determinar cómo y cuándo puede estar en la propia comunidad. Sus miembros irán viendo y decidiendo democráticamente –por supuesto, con razones- el modo de admitir nuevos miembros en su seno. Libertad y madurez deben ser guías para tomar decisiones. Coacción e infantilismo deben estar claramente excluidos. Imponer desde arriba, sin intervención de las comunidades, no es evangélico, ni siquiera humano. Lo evangélico es conocer los diversos modos de actuación, coordinar, compartir, supervisar y revisar desde el Evangelio. Quiera el Espíritu de Dios despertar estas actitudes en la Iglesia entera.

Rufo González
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