Hemos convertido la Cena del Señor en ceremonia vacía Corpus Christi C 2ª Lect. (23-06-2013)

Jesús resucitado en medio de la vida

Comentario: Haced esto en memoria mía” (1Cor 11,23-26)

Leemos el relato más antiguo de la Cena del Señor, escrito sobre el año 55 d.C. Su contexto hace entender el sentido institucional según la tradición de Pablo, recibida en Damasco de Antioquía. Conecta con la tradición de Lucas (Lc 22, 19-20 es una cita de 1Cor 11,24-25). Ambos textos expresan el significado de la Eucaristía: dar vida gratis en actitud fraternal de servicio. Quienes viven en desamor, dominación e hipocresía no pueden celebrar la Cena del Señor.

El problema de la “Cena del Señor” en la iglesia de Corinto

El texto pertenece a la sección sobre problemas de las asambleas cristianas (11,2-14,39): la mujer en el culto (11,2-16), la celebración de la cena (11,17-34), el uso de los dones (12,1-14,39). En 11, 17-22 se alude a la comida de la comunidad de Corinto, dentro de la cual se celebraba la Cena del Señor. Pablo sabe que en dicha comida no hay de comunión de vida:

Así, cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la cena del Señor, puescada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los que no tienen?” (1Cor 11,20-22).

“La Cena del Señor” en la iglesia de Corinto no expresa la diferencia de Jesús: actúa como el mundo, permite la miseria y la humillación de los más pobres. Pablo intenta resolver sólo el escándalo que se produce en la reunión comunitaria. Propone una solución aceptable aparentemente: “¿no tenéis casas donde comer y beber?” (1Cor 11,22).

El problema de la “Cena del Señor” en nuestras iglesias

Jesús diría y haría otra cosa entre los Corintios. Jesús les diría: “Dadles vosotros de comer” (Mt 14,16; Mc 6,37; Lc 9,13). La comunidad que celebra la” memoria de Jesús” debe mantener la vinculación con su vida real, con su modo de vivir. De no ser así, esa reunión celebrativa es “indigna”, “eso no es comer la cena del Señor”. Nosotros, la Iglesia hoy, ha desvinculado la cena de la comida fraterna. Superando a Pablo, ha encerrado la celebración de la Cena, llamada a ser compendio y proyección de la vida de Jesús, en ceremonia estrictamente ordenada, en culto a veces fastuoso, en hieratismo espectacular, en distinciones aristocráticas y jerarquizadas... El sentido de la vida de Jesús, la sencilla fraternidad y el compromiso por la igualdad y el respeto a todo ser humano, brilla muy poco en nuestras eucaristías. 

Haced esto en memoria mía

Esto” es el contenido de la “cena del Señor”, que tiene varias dimensiones:

- presencia de Jesús resucitado en el pan y el vino, partidos y repartidos en amor fraternal;

- proclamación de la muerte y resurrección de Jesús, reveladoras el amor del Padre;

- “hasta que él vuelva”, la eucaristía anticipa su presencia cara a cara, el “le veremos tal cual es”;

- memoria de la vida de Jesús: fraternidad, sin categorías ni discriminaciones, servicio mutuo;

- consuelo y ánimo comprometido por un mundo más fraternal.

Oración: “Haced esto en memoria mía” (1Cor 11,23-26)

Jesús de nuestras eucaristías:

¿Puede decirnos hoy Pablo con razón, como a los corintios:

cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la cena del Señor”?

Los corintios habían pervertido tu Cena:

porque “cada uno se adelanta a comer su propia cena,

 y mientras uno pasa hambre, otro está borracho.

¿No tenéis casas donde comer y beber?

¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios

que humilláis a los que no tienen?” (1Cor 11,20-22).

No valoraban la convivencia y el compartir los bienes;

como ahora, los pobres pasan hambre y los ricos derrochan;

como ahora que el lujo preside la Iglesia, y los pobres están marginados;

no cuenta “la eminente dignidad de los pobres en la iglesia” (obispo Bossuet).

Ante esta situación Pablo les recuerda el memorial de tu entrega:

la catequesis que, como todo cristiano, “recibió” tras su conversión;

tu vida entregada se hace presente al comer y beber el pan y el vino;

cada vez que lo comemos y bebemos, “anunciamos tu muerte”:

“tu muerte”, el resumen de tu vida entregada a favor del Reino;

“tu muerte” violenta, injusta, procurada por quienes no querían el Reino;

“tu muerte” que reveló el amor del Padre que no abandona y llena de gloria.

Hoy, día de la Eucaristía, recordamos cómo sucedió:

te arrodillaste ante cada discípulo y les lavaste los pies;

les inculcaste tu amor: “amaos como yo os amo”;

anticipaste la cena que simbolizaba tu muerte y resurrección;

sería tu memorial comprometido con el Reino de Dios.

Aquí la tragedia de la eucaristía de los corintios y la nuestra:

la celebramos al margen de la fraternidad y el compromiso con los pobres;

sigue siendo que “mientras uno pasa hambre, otro está borracho”;

si los corintios no se esperaban para comer,

nosotros desconectamos nuestras comidas de “tu Cena”:

adoramos a Cristo y no compartimos la comida.

El concilio Vaticano IInos recuerda:

“La participación más perfecta en la misa es comer el Cuerpo del Señor” (SC 55);

ese es tu mandato: “tomad esto, repartirlo entre vosotros...” (Lc 22,17);

pero nosotros hemos convertido tu Cena en una ceremonia:

cargada de hieratismo inexpresivo y ricamente embellecido,

con signos ininteligibles y palabras inusuales y vacías;

protagonizada por varones prominentes y ricamente adornados,

a veces de espaldas a una comunidad que apenas interviene;

“parece una cosa poco seria... que un grupo de señores

mayores y responsables anden jugando con una mitra en la misa... 

Si Dios está en el altar,

¿quién se atreve a sentarse en un trono, separado de los demás? 

Sólo los que decimos que Dios está presente pero no nos lo tomamos en serio”

(J. M. Laboa: entrevista en Religión Digital 16.05.2013. 08:40).

A pesar de todo, tú, Jesús del amor, te haces presente:

donde dos o tres están reunidos en tu nombre” (Mt 18,20);

cuando nos acogemos, nos escuchamos, compartimos;

cuando leemos tus palabras y recordamos tu vida;

cuando nos comprometemos por un mundo mejor;

cuando fomentamos la igualdad, la libertad, la fraternidad, el trabajo...;

cuando nos atrevemos a llamar Padre-Madre al Misterio inabarcable;

cuando pedimos y damos perdón y paz;

cuando comemos y bebemos el pan y vino, signos de tu presencia.

Ayúdanos, Jesús de la Eucaristía, a valorar tu Cena:

donde nos encontramos sinceramente fraternales;

donde eliminamos todo lo que no transparenta tu presencia;

donde ponemos tu amor alegre, libre, participativo, sencillo.

Preces de los Fieles (Corpus Christi C 2ª Lect. 23-06-2013)): Jesús resucitado en medio de la vida

Necesitamos valorar “la Cena del Señor”. Esta presencia de Jesús resucitado necesita ser reconocida y expresada  por todos nosotros. Es una comida comunitaria. Tiene que haber comunidad celebrante, reunida en su nombre, e intentando tener el Espíritu de Jesús. Pidamos mejorar la eucaristía diciendo:

Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13)

Por la Iglesia:

- que no se desentiende de las necesidades más elementales;

- que sea memoria de Jesús acogiendo, dando de comer, sanando, amando...

Roguemos al Señor: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13),

Por las comunidades pequeñas:

- que no les falte la eucaristía, reunión fraternal;

- que todos se sientan celebrantes, presididos por un hermano/a.

Roguemos al Señor: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13)

Por las intenciones del Papa (Junio 2019):

- que “los sacerdotes sean sobrios y humildes en sus vidas”;

- que “se comprometan en una solidaridad activa hacia los más pobres”.

Roguemos al Señor: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13)

Por los estudiantes (niños y jóvenes):

- que terminen el curso con el buen fruto de su trabajo;

- que estén contentos, colaboren en casa, sean buenos amigos.

Roguemos al Señor: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13)

Por los más débiles y necesitados:

- que los queramos, los valoremos, les ayudemos;

- que compartan con nosotros la vida y la mesa.

Roguemos al Señor: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13)

Por esta celebración:

- que la vayamos mejorando, con más y mejor participación;

- que nos haga sentir la familia de Jesús, con su mismo “aire de familia”.

Roguemos al Señor: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13)

Queremos, Jesús de todos, ser más comunidad tuya, llevarnos mejor, colaborar más, preocuparnos más de los necesitados, de los enfermos, de los marginados... Que nuestra eucaristía no sea una ceremonia vacía, sino un encuentro alegre de hermanos, que comen juntos y se ayudan en tu nombre. Te lo pedimos a ti, Jesús resucitado que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, junio 2019

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