Domingo 2º de Cuaresma A 2ª Lect. (12.03.2017): Evangelio es realización plena

Introducción: "Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa" (2Tim 1,8b-10)
Estamos en una carta “pastoral”. Escrita al “pastor” Timoteo, colaborador de Pablo, que preside la iglesia de Éfeso. Su contenido es claramente “pastoral”: ofrece orientaciones para la buena marcha de la Iglesia. El texto que leemos viene enmarcado dentro de la fidelidad que todo cristiano, con más razón el responsable de la comunidad, debe tener al Evangelio (1, 6-14). Lealtad evangélica que viene motivada por “tu fe sincera” (lit.: no hipócrita -”anhipocritou”-). La fe lleva a reconocer la obra de Dios en nosotros. En concreto a Timoteo, Pablo le recuerda que “avive el don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos... Recibiste un espíritu de fortaleza, de amor y de buen juicio -prudencia-" (2Tim 1,6-7). Como consecuencia: “no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero” (2Tim 1,8a).

Comunidad apostólica no clerical
La lectura de hoy resalta otra consecuencia de la “fe sincera”: “toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé” (2Tim 1, 8b). Literalmente: “con-sufre males por el evangelio según la fuerza de Dios” (“sugkakopázeson”: “sufre-males-con”). Debe aplicarse a todo cristiano, consagrado por el bautismo, ungido por el Espíritu para evangelizar a los pobres, abrir los ojos a los ciegos y dar libertad al oprimido (Lc 4, 18). El término “con-sufrir-males” supone la comunidad apostólica: todos llamados a evangelizar “según la fuerza de Dios”. Es decir, según los carismas, cualidades, fuerza espiritual..., que Dios nos da. La comunidad debe acoger y acoplar todos los carismas para el bien común (1Cor 12, 4-7). El clericalismo ahoga la comunidad.

Dios quiere la realización humana
Es el núcleo de la lectura de hoy. Se trata de la decisión divina de “salvar y llamar a una vida santa no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo” (2Tim 1, 9). Literalmente: (Dios) “nos salvó y nos llamó con vocación santa, no según nuestras obras, sino según su propio designio y gracia, la que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos eternos”. Es la voluntad salvífica divina que ha escrito en la primera carta al mismo Timoteo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). El pastor, discípulo de Jesús, colabora con la voluntad de Dios, con su proyecto de felicidad humana, con el reino de Jesús.

Proyecto y gracia de Dios han sido revelados por Jesús Mesías
Ahora esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal” (2Tim 1, 10). Literalmente: (designio y gracia) “conocida ahora a través de la manifestación (“epifanía”) de nuestro salvador Cristo Jesús, que aniquiló la muerte y alumbró vida e inmortalidad por el evangelio” (2Tim 1, 10). Sobre el proyecto divino se exponen estas características: a) es una gracia; b) esta “gracia” se ha manifestado claramente en Jesús salvador; c) su evangelio anula la muerte e ilumina la vida y la inmortalidad. Es el resumen de la vida de Jesús: su palabra y su vida muestran a Dios. Un Dios muy distinto al que exponen las religiones: Dios que ama a todos, “justos e injustos” (Mt 5, 45; Lc 6, 35), “nos salvó y nos llamó con vocación santa, no por nuestros méritos” (1Tim 1, 9). Jesús nos enseña a orar a Dios con su misma oración: “Padre nuestro...” (Lc 11, 1-13; Mt 6, 9-13; 7, 7-11). Jesús “destruye la muerte y alumbra vida e inmortalidad con su evangelio” (2Tim 1, 10).

Oración:Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa” (2Tim 1,8b-10)

Jesús, salvador nuestro y mesías de Dios:
aviva el don de Dios que está en nosotros”:
- el Espíritu que nos consagró en el bautismo;
- el Espíritu que derramó sobre cada uno el Amor de Dios;
- el Espíritu que nos hace hijos y nos permite gritar ¡Padre – Madre!;
- el Espíritu que nos perdona siempre;
- el Espíritu que nos resucita y nos resucitará a la vida inmortal.

Hoy, Jesús, leemos tu llamada a proclamar el Evangelio:
toma parte en los duros trabajos del Evangelio,
según las fuerzas que Dios te dé
”.

Según el Espíritu, según los dones, que hemos recibido:
podemos saborear nuestra confianza en el amor del Padre – Madre;
podemos explicar su proyecto de fraternidad;
podemos denunciar los abusos y marginaciones de sus hijos;
podemos compartir nuestros bienes con los más débiles;
podemos acercarnos a tu mesa de palabra y de vida entregada.

Esta es “la vida santa”, tu vida santa, a la que nos llamas:
que conozcamos al Padre y a ti, su enviado” (Jn 17,3);
que experimentemos profundamente la voluntad divina;
que nos consideremos “salvados”, liberados por el amor divino;
que creamos que el amor divino se adelanta a nuestra existencia;
que estemos persuadidos de que nada nos puede separar de este amor;
que aceptemos la “gracia-amor” sencilla y humildemente.

Esta gracia en que estamos” es el Espíritu divino que nos habita:
- nos hace conscientes de que somos hijos del Padre-Madre, que es Amor;
- nos persuade de que “vivimos, nos movemos y existimos” en su Amor (He 17,28);
- nos da “espíritu de fortaleza, de amor y de buen juicio” (2Tim 1,6-7).
contrario a la cobardía, al egoísmo y al alocamiento;
- nos une en la pasión por el Reino de Dios y su justicia;
- nos enciende la imaginación para soñar mundos más humanos,
iglesias más libres, más humildes, más acogedoras, más de Jesús.

Jesús, hijo del Padre-Madre, aviva tus dones en nuestra Iglesia:
inspíranos momentos de oración para oír tu voz inefable;
danos buen juicio y osadía para abrir caminos nuevos de amor;
incítanos a una vida santa, como la tuya, transparente y graciosa:
- comprometida y solidaria con los más débiles;
- verdadera y reflejada en nuestras celebraciones;
- basada en la confianza, sin discriminación ni clericalismo;
- más comunitaria y corresponsable.
quítanos los miedos que no nos dejan avanzar en tu Reino:
- “a la libertad de investigación, en el fondo, desconfianza con respecto
a que la verdad de Dios pueda abrirse camino por su propia luz;
- a la autonomía moral en el ámbito de la afectividad;
- a la creatividad y a la espontaneidad en la expresión simbólica de la fe;
- a la igualdad, a la libertad, a la innovación...”
(P. J. Gómez Serrano: “El miedo en la Iglesia hoy”. Rev. Teología Pastoral Sal Terrae 98 -2010- p. 695-709).

“Jesucristo, nuestro referente último:
tú fuiste radicalmente libre y no te dejaste someter por el temor;
te mostraste creativo en la reformulación de la tradición judía;
viviste desde una total obediencia a tu conciencia por encima de cualquier ley;
sometiste el culto a Dios a la lógica de la entrega de la existencia;
creaste unas comunidades profundamente fraternas.
Pero, además, Jesús, si algo te caracterizó y en parte explica tu dramático final,
fue tu lucha infatigable contra una religión que:
- oprimía doctrinalmente,
- cargaba de culpabilidades a los sencillos,
- separaba lo sagrado de lo profano
- y sancionaba institucionalmente, en nombre de Dios, diferencias entre los seres humanos.
Que no volvamos a tropezar en la misma piedra” (L. c , p. 702).

Rufo González
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