Domingo 29º TO C (16.10. 2016): Más Evangelio, menos Código

Introducción:Dios, ¿no hará justicia sin tardar a quienes le gritan día y noche? (Lc 18,1-8)
Tras el episodio de los leprosos (la fe en el amor de Dios salva), Jesús contesta a los fariseos sobre cuándo llegará del Reino: “el reino de Dios está en medio de vosotros” (final del c. 17). El capítulo 18 narra la actitudes para entrar en el Reino. Hoy la oración, como actitud personal indispensable. Ella expresa el deseo del Reino. Por eso Jesús “explica a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse”. El deseo del Reino es central en su oración: “santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad”. El reino es la fraternidad que “honra al Padre”, hace “reinar su justicia” de vida para todos y realiza su “voluntad de amor” en toda situación.

La parábola del juez injusto, que termina por hacer justicia, le sirve de contraste para alimentar la confianza en el amor del Dios, cuya justicia es amar sin medida. Siempre hay que desear la justicia de Dios: sentir su amor gratuito de Padre-Madre, querer con Él la vida (física, psíquica, moral, de sentido, cultural ...), respetar la igual dignidad y libertad, hacer fraternidad, disfrutar su alegría.

Dios, ¿no hará justicia sin tardar a quienes le gritan día y noche?
Jesús cree que Dios hace justicia siempre: “mi Padre, hasta el presente, sigue trabajando y yo también trabajo” (Jn 5,17). El problema está en nosotros: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Lucas dirige esta catequesis a las comunidades primeras, donde hay muchos que siguen apegados al judaísmo, a la institución de poder y categorías, y no aceptan la fraternidad y la igual dignidad.

Otra Iglesia es posible: más Evangelio, menos Código
También hoy necesitamos “gritar día y noche” desde la fe en el amor gratuito de Dios, que quiere su reino de libertad y fraternidad. No podemos seguir apegados a estructuras de poder y dominio. Los bautizados estamos llamados a ser Iglesia: revestidos y crismados(consagrados) para anunciar y vivir el Reino. El capítulo 23 de Mateo, criticando a los dirigentes de la sinagoga, “no se escribió contra los judíos, sino contra nosotros, para que no caigamos en lo mismo” (san Jerónimo). Lacras similares afectan a la Iglesia. Hay que trabajar por superarlas, si queremos ser testigos creíbles del Resucitado. Hay que compartir la misión eclesial según los carismas (no según el género, el poder, el nepotismo...) que el Espíritu distribuye a cada uno (y a cada una) según su Voluntad (1Cor 12,4-11). Otra Iglesia es posible: más libre, más fraternal, participativa, sin poder, sin leyes inhumanas... ¿Cómo se puede excomulgar, silenciar, represaliar... desde el amor gratuito? (1Cor 13,4-7). Hay que argumentar desde el Evangelio, en actitud más servicial y humilde, más “demasiado amiga de los pobres”, más plural, más “fijando los ojos en Jesús, pionero y consumador de la fe” (Hebr 12,2).

Oración:Dios, ¿no hará justicia sin tardar a quienes le gritan día y noche?” (Lc 18,1-8)

Jesús del Reino:
Hoy una viuda, por su insistencia, logra justicia de un juez injusto.
A nosotros, elegidos para el Reino, nos dices hoy:
Dios, ¿no hará justicia sin tardar a quienes le gritan día y noche?”.

Nos enseñaste la oración del Reino:
santificado sea tu nombre (Padre-Madre),
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad
”.

La decimos todos los días y el Reino apenas llega:
tal vez nuestra oración sea poco sincera;
tal vez no deseemos de verdad el Reino;
nos resistimos a la fraternidad que “honra al Padre-Madre”;
no buscamos el “Reino” de vida para todos;
su “voluntad de amor” es resistida por nuestra libertad egoísta.

Desde los que menos vida tienen, una mujer nos dice hoy:
“Desde abajo, lejos de la “pompa” y sin el peso de los protocolos,
se percibe la gran cantidad de miedos que paralizan y atenazan a nuestra Iglesia,
entre otros el miedo a la mujer.
Se percibe «el machismo» incorporado como «lo natural» a lo largo de los años,
como casi el único modo de mirar la realidad, interpretar la Palabra, hacer teología,
celebrar la fe, organizar la iglesia y pensar el lugar que tiene la mujer en ella” (I. Soler Giménez: Recuperar la Palabra desde abajo. Sal Terrae. Rev. de Pastoral n. 98; pp. 337-348).


Esta profecía, Señor, puede ampliarse a otros miedos:
- miedo a la pobreza y a los pobres;
- miedo a suprimir el celibato obligatorio para obispos y presbíteros;
- miedo al plualismo litúrgico, teológico, pastoral;
- miedo a la organización comunitaria democrática...

Jesús, amigo de la verdad, “que nos hace libres”:
“Desde dentro, la Iglesia duele.
¡Estamos tan lejos del Evangelio que predicamos ... !
¿Qué le pasa a nuestra Iglesia? ¿Por qué tantos miedos?
Se hace necesario abrir nuevos caminos y denunciar con cariño y libertad todo «sábado»,
toda ley, toda estructura de poder, toda ideología que se convierta en sistema de seguridad
y ahogue la Vida (que es vida concreta, con rostros concretos)”.


Es tu voz desde la experiencia de mujer:
“En la Iglesia, desde abajo, se respira más sencillez y libertad;
se aprende a vivir agradecidos con poco,
a no «quejarse» de la vida ni «hacer problema» de lo que no lo es,
a celebrar la vida de cada día como un regalo,
a experimentar el don de la fraternidad, la alegría de tener hermanas y hermanos...
Desde el último lugar, todos nos necesitamos.
Quizá sólo desde abajo se puede:
- vivir la fraternidad que rezamos en el Padre Nuestro;
- dar gloria a nuestro Padre-Madre;
- ayudarnos a buscar Su voluntad;
- ser fieles a Sus llamadas;
- amar a todos sin dejar a nadie fuera.
¿No fue este el lugar de encarnación de nuestro Dios?”.


Me maravilla que su denuncia no sea para subir en poder y gloria:
“El empoderamiento de la mujer no es para repetir un modelo de iglesia de poder,
vertebrado sobre el clero,
ni para que podamos llegar las mujeres al ministerio ordenado,
tal y como lo viven muchos varones en la actualidad.
El empoderamiento es para descender; para servir.
La cuestión de fondo es teologal: reconocer a la mujer como mujer (imagen y semejanza de Dios)
y reconocer a la mujer como bautizada e hija de Dios.
A la Iglesia le falta, “lo femenino”, y esto produce un «grave desequilibrio
que no deja brillar la verdad en la Iglesia en todo su esplendor,
ni deja fluir toda la corriente de vida para bien de todos»”
(C. KAUFMANN, «Renacer desde la Contemplación». Entrevista grabada en video para la XIX Semana de Vida Religiosa de Bilbao, Abril 2001).


Jesús del Reino de la vida para todos:
- Que tu Espíritu ilumine a los responsables de la Iglesia;
- Que tu Espíritu nos dé a todos inteligencia y osadía:
para “abrir nuevos caminos...;
para denunciar con cariño y libertad todo «sábado», toda ley,
toda estructura de poder,
toda ideología que se convierta en sistema de seguridad
y ahogue la Vida (que es vida concreta, con rostros concretos)”.
- Que tu Espíritu nos haga pedir noche y día la venida de tu Reino.

Rufo González
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