Domingo 23º TO C (04.09.2016): Gran parte de la Iglesia se presta a la burla

Introducción:Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,25-33)
Actitudes básicas para ser discípulo de Jesús
El evangelio subraya que “mucha gente acompañaba a Jesús” camino de Jerusalén. Jesús insiste en el verdadero acompañamiento o seguimiento. Ser discípulo suyo supone dos actitudes básicas: a) “posponer” padre, madre, mujer, hijos, hermanos, incluso a sí mismo; b) llevar su cruz detrás de Él. La primera actitud viene expresada con el verbo griego “miseo” (posponer, detestar, despreciar, desatender, descuidar, odiar...). En la mentalidad semita, las relaciones personales son de amor u odio, no hay término medio. “Odiar”, por tanto, según la mente semita, es poner en segundo lugar. Lo que Jesús pide es poner como opción prioritaria el amor del Padre, universal y gratuito.

Llevar la cruz” no supone un añadido al amor gratuito
Vivir en el amor del Padre tiene un coste, unas consecuencias. Eso es la cruz. Realizar el reino de la vida, de la verdad, de la fraternidad... es cumplir la voluntad de Dios. Ello supone enfrentamiento, primero con uno mismo (“niéguese a sí mismo”), apegado al “camino ancho” del egoísmo (apego a la riqueza, vanos honores, soberbia y todos los vicios). Después hay que enfrentarse con enemigos del reino: acumuladores de riqueza y poder, causantes de la miseria mayoritaria (“los diez hombres más ricos del planeta acumulan más riqueza que los dos mil millones de personas más pobres del mundo”). La vida de Jesús es claro referente: se rebajó a sí mismo..., se hizo obediente al amor del Padre hasta la muerte –una muerte en la cruz- (Flp 2, 8). Lo matan los enemigos del Amor.

Gran parte de la Iglesia se presta a la burla
Un constructor y un rey batallador deben ser previsores para no caer en ridículo, al no poder terminar la obra o hacer frente al enemigo. Ser cristiano exige un modo determinado de vida. De lo contrario es mejor no pretender ser discípulo de Jesús, porque se hace el ridículo. Buena parte de la Iglesia lo viene haciendo: vestimentas, ceremonias imperiales, ornamentaciones carísimas, tesoros, títulos ostentosos, procesiones turísticas, privilegios fiscales, poderes absolutos, celibatos empoderados... El gobierno de la Iglesia, montado en el poder dominador de las conciencias, es contrario al Espíritu de Jesús. Trepar, hacer “carrera”, ambicionar los primeros puestos... es brillo clerical, bien adobado por el dedo superior que elige y premia. Ni siquiera los sacerdotes son llamados a votar los cargos generales en la diócesis... Todo esto hace imposible seguir en pobreza y en cruz el amor divino. Todo esto oculta la vida expresa en la “renuncia a todos sus bienes”. El reino de Dios, anunciado y vivido por Jesús, es de “los que eligen ser pobres”, pobres de espíritu, “renuncian a todos sus bienes”, no tienen nada como propio.

Así lo ve, lógicamente, san Ignacio al imaginar
“el sermón que Christo nuestro señor hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada envía, encomendándoles que a todos quieran ayudar en traerlos, primero a summa pobreza spiritual, y si su divina majestad fuere servida y los quisiese elegir, no menos a la pobreza actual; 2º, a deseo de opprobios y menosprecios, porque destas dos cosas se sigue la humildad, de manera que sean tres escalones: el primero, pobreza contra riqueza: el 2º, opprobio o menosprecio contra el honor mundano; el 3º, humildad contra la soberbia; y destos tres escalones induzcan a todas las otras virtudes” (Ejercicios Espirituales, 146 y 142).


Vivir el amor de Dios lleva consigo comunión de bienes, fraternidad, humildad. Lo contrario al reino es la codicia de riquezas, el vano honor del mundo y la crecida soberbia

Oración:Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,25-33)

Nos hacemos hoy, Jesús del Reino, compañeros de tu camino:
si alguno viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre,
y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas,
e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío
” (Lc 14, 26-27).

Si amamos como el Padre:
llegamos a la raíz más honda de nuestros males;
erradicamos el orden que nuestro egoísmo ha establecido;
“posponemos” nuestra persona (el yo y sus aledaños);
empezamos a incluirnos –como uno más- entre los hijos de Dios;
vivimos así el mismo Espíritu de Jesús;
nacemos de nuevo para la fraternidad que Dios quiere.

Para cambiar el modo egoísta de vida,
tú, Jesús de todos, te rebajaste..., te hiciste obediente al amor del Padre;
te hiciste “madre y hermano de los que viven la palabra de Dios” (Mt 12,46-50; y paralelos);
formaste un grupo inicial –germen de la Iglesia- a quienes entregaste tu Espíritu;
les encargaste seguir tu misma tarea: anunciar y vivir el Reino del Padre.

Este grupo es la asamblea nuestra:
los llamados a vivir tu reino de vida;
tu Iglesia, los bautizados con tu mismo Espíritu;
llevamos el tesoro de tu amor en nuestras vasijas agrietadas.
Sólo con espíritu de pobre podemos entrar en tu Reino:
el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío” (Lc 14, 33).

¡Qué bien lo expresa uno de los campeones de la ortodoxia!
“- En el mundo, los ricos tienen todas las ventajas y ocupan los primeros puestos;
- en el reino de Jesucristo, la preeminencia pertenece a los pobres,
que son los primogénitos de la Iglesia y sus verdaderos hijos.
- En el mundo, los pobres están sometidos a los ricos
y parece que no han nacido sino para servirles;
- en la santa Iglesia, por el contrario, no se admite a los ricos más que
con la condición de servir a los pobres.
- En el mundo, los favores y los privilegios son para los ricos y los poderosos;
los pobres no tienen parte en ellos más que con el apoyo de los ricos;
- en la Iglesia de Jesucristo, las gracias y las bendiciones son para lo pobres,
y los ricos no tienen privilegios más que por medio de ellos ...”
(Jacques-Benigne BOSSUET (1627-1704, obispo de Meaux, eminente orador y escritor francés. Sermón de septuagésima de 1659. Oeuvres Completes de Bossuet, Bar-Le-Duc, 1862, t. II, 155-162). Citado por G. Faus: Vicarios de Cristo. Ed. Trotta. Madrid 1991, pp. 246s).


Mirando a gran parte de la Iglesia:
empiezan a burlarse de él todos los que lo vean,
diciendo: ese empezó a edificar y no pudo terminar
” (Lc 14, 29-30);
aún no hemos hecho a los pobres “los primogénitos de la Iglesia”;
ni “no se admite a los ricos más que con la condición de servir a los pobres”;
ni “en la Iglesia de Jesucristo, las gracias y las bendiciones son para lo pobres,
y los ricos no tienen privilegios más que por medio de ellos ...”.

¡Qué bien lo viven los campeones de la ortopraxis!
“En ese mundo sin rostro humano, sacramento actual del siervo sufriente de Yahvé,
ha procurado encarnarse la Iglesia de mi Arquidiócesis...
Lo digo con inmenso gozo, pues hemos hecho el esfuerzo de no pasar de largo,
de no dar un rodeo ante el herido en el camino,
sino de acercarnos a él como el buen samaritano...
Este encuentro con los pobres nos ha hecho recobrar la verdad central del Evangelio...
Se ha perseguido y atacado a aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado
del pueblo pobre y ha salido en su defensa...
La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres
y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres.
La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre,
que es hoy el cuerpo de Cristo en la historia...
Cuando la Iglesia se ha organizado y unificado recogiendo las esperanzas y las angustias de los pobres,
ha corrido la misma suerte de Jesús y de los pobres: la persecución...”
(Discurso en Lovaina -02.02.1980- de Oscar A. Romero, arzobispo San Salvador, al recibir el doctorado “honoris causa” de aquella Universidad. El 24 de marzo del mismo año -ya 36 años- fue asesinado mientras celebraba la eucaristía en el hospital para enfermos terminales donde vivía. Un tirador le puso la bala en el corazón. Su cuerpo sangrando cayó sobre el altar en el ofertorio).


Convéncenos, Señor, de que:
el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío;
quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío
”.

Danos, Jesús pobre, un corazón como el tuyo.

Rufo González
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