Domingo 23º TO A 2ª Lect. (10.09.2017): Amar al prójimo es la vida verdadera

Introducción:amar es cumplir la ley entera” (Rm 13,8-10)
Los tres versículos, que leemos hoy, continúan la exhortación “por la misericordia de Dios” del capítulo 12 sobre la vida en el Amor de Dios. Hablaba Pablo del amor mutuo desde las diversas funciones o carismas personales, del amor sincero, que llega, como el de Jesús, hasta el amor a los enemigos, “venciendo al mal a fuerza de bien” (12, 21).

El amor, síntesis y plenitud de toda ley moral
Sigue la tradición rabínica sobre el texto de Levítico 19,18b (“amarás a tu prójimo como a ti mismo”) como el “gran resumen de la Torá”. Es muy conocida la historia rabínica de un pagano que propuso al Rabí Shammay, de tendencia conservadora: “Hazme prosélito, a condición de que me enseñes toda la Torá mientras estoy parado en un pie”. Shammay rechazó la propuesta. Después se la hace al Rabí Hillel, liberal, que lo logra con esta frase: “¿Qué es odioso para ti? No lo hagas a tu vecino; es toda la Torá; el resto es comentario de eso; vete y apréndelo” (Talmud de Babilonia: Shabat. Folio 31 bis). Jesús también compendia la Ley en una norma general: amor a Dios y al prójimo; “estos dos mandatos sostienen la Ley entera y los profetas” (Mt 22,36-40; Mc 12, 28-31; Lc 10,25-28). Más aún: los evangelios a la hora de resumir qué es lo que hay que hacer para heredar la vida eterna, recuerda sólo los mandamientos que se refieren al prójimo (Mt 19, 18-19; Mc 10, 17-19; Lc 18, 18-20). Y lo mismo hace Pablo en el texto de hoy (Rm 13, 8-10).

A nadie debáis nada, más que amor
En el versículo anterior ha dicho que paguen a cada uno lo que le deban: “impuesto, contribución, respeto, honor... lo que corresponda” (Rm 13,7). La deuda del amor no se acaba de pagar nunca. El Amor es un deber permanente, que no se agota, a no ser que se renuncie al manantial. Surge de la propia conciencia humana. Es un deber universal que siente toda persona éticamente sana. En esa conciencia actúa el Espíritu de Jesús y convierte ese deber en un regalo, en el don del amor (agapé), el “camino excepcional”, el mismo amor que tenía Jesús-Mesías. Sería pecado contra el Espíritu no querer que habite en nosotros el Espíritu del Amor, el surtidor de ríos de agua viva (Jn 7, 38-39), la capacidad de amar como Dios ama (1Cor 13,1-13).

El que ama tiene cumplido el resto de la ley
No se trata de resumir, sino de suplantar la ley entera por el mandato del amor: “la ley en su totalidad queda cumplida con un mandamiento, con aquello de amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gál 5,14). Más adelante lo formula así: “Llevaos las cargas unos a otros, y así cumpliréis la ley de Cristo” (Gál 6,2). En la ley mosaica, viene a decir Pablo, se contienen concreciones del amor, aunque formuladas en negativo: no adulterarás, no matarás, no robarás... No hacer daño es la mínima exigencia del amor. El Amor es mucho más que no hacer daño. Amar es querer bien, valorar al otro como sujeto de derechos y deberes, prestarle ayuda en caso de necesidad. Para el cristiano el modelo de amor es Jesús que pasó “haciendo el bien”: acogiendo, protegiendo, curando, dando libertad, aportando sentido, cuidando la familia y la vida, compartiendo los bienes, etc.

Oración:amar es cumplir la ley entera” (Rm 13,8-10)

Jesús, don del Padre para que tengamos vida:
Dios amó de tal manera al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito,
para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida definitiva
" (Jn 3,16).

Aceptarte a ti, Jesús, es aceptar el amor del Padre:
creer que nosotros somos también don del mismo Padre;
aceptar que el Padre-Madre nos ama y nos envía a tu misma misión;
sentir en nosotros el Espíritu que nos regalas (Jn 17,18; 20,21s).

Tu Espíritu nos trae la inquietud del Padre:
nos involucra en el trabajo constante suyo y tuyo (Jn 5,17);
nos compromete para evitar el hambre, la injusticia, el dolor, el odio, la opresión...;
nos incita a dar vida, libertad, desarrollo personal y colectivo...;
nos da confianza en nosotros y en los demás;
nos hace superar las tentaciones de nuestra libertad:
- la ambición de acaparar para nosotros y los nuestros;
- el miedo al riesgo y la inseguridad;
- el querer vivir sólo de pan;
- el entregar la libertad a quien nos proteja;
- la insolidaridad ante el peligro...

En ti, Jesús creyente, contemplamos la acción del Espíritu:
que te hace paciente y constante en la construcción del Reino del Amor;
que te ayuda educar a los discípulos en la superación de prejuicios y afán de gloria;
que te “encara” ante el poder religioso y político de Jerusalén (Lc 9, 51) ;
que te lleva a confiar en la vuelta de todos al Amor del Padre.

Tu vida, Jesús de todos, fue anuncio y realización del Amor:
sin violencia, sin fanatismo, sin imposición alguna (Lc 9,54-55);
proponiendo y viviendo las bienaventuranzas (Mc 10, 17-22 y par; Mt 5,3-10);
quitando el pecado del mundo” (Jn 1,29):
- la codicia y rivalidad que impiden la solidaridad;
- la ideología que mantiene los falsos valores de riqueza, poder, gloria...;
- las secuelas del orden injusto: hambre, esclavitud, explotación, paro, exclusión...
realizando las obras del Padre que nos envía” (Jn 9,4): curar, abrir los ojos...;
dando a conocer la libertad y la dignidad de toda persona;
mostrando a todos el verdadero rostro de Dios:
- que es Amor, Padre y Madre, dador de vida...;
- que perdona siempre y quiere nuestra plenitud y dicha;
siendo fermento humilde que mejora la sociedad desde dentro;
trabajando por la justicia (“que todos tengan vida”) y la paz.

Somos conscientes de las dificultades del Amor:
como tú, somos tentados a desviarnos del camino;
nos tientan y seducen las riquezas y el poder;
encontramos persecución del mundo injusto, civil y religioso;
nos entretienen las teorías y la piedad vana;
nos cuesta la práctica del Reino: compartir, escuchar, curar, respetar...

Hoy Pablo nos dice: “A nadie debáis nada, más que amor”:
es tu misma propuesta de vida:
- “amaos mutuamente como yo os he amado...;
todos conocerán que sois discípulos míos en esto:
si tenéis amor entre vosotros
” (Jn 13, 34-35);
este amor sirve para reconocer la buena salud de las comunidades:
- “no dejo de dar gracias, después de oír vuestra fe en el Señor Jesús
y el amor para con todos los santos
” (Ef 1,15; Col 1,4).
este amor:
- nos afianza en tu seguimiento por la alegría (He 8, 8.39);
- nos hace luz y roca sólida (Mt 5, 14; 7, 24);
- nos mantiene despiertos para no dejarnos engañar (1Jn 2, 10);
- desarrolla nuestros talentos portadores de vida.

Moldéanos, Jesús, don del Padre, con tus mismas actitudes:
sencillos y humildes de corazón;
desprendidos y ligeros de equipaje;
limpios de corazón, transparentes y leales al Amor;
entregados sin miedo al bien, a la vida, a la libertad, a la dignidad humana.

Rufo González
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