Domingo 20º TO A 2ª Lect. (20.08.2017): El Dios de Jesús quiere la felicidad de todos

Introducción:Dios nos encerró a todos en desobediencia para tener misericordia de todos” (Rm 11,13-15.29-32)
Dos párrafos sobre el rechazo y reintegración de Israel
Pablo sostiene que Dios no ha rechazado a Israel. Él mismo es israelita y ha obedecido a Dios al creer a su Mesías. El haber rechazado a Jesús lo más granado de Israel -sus jefes y gran parte del pueblo- no ha roto el proyecto salvador de Dios. Este proyecto tenía a Israel como mediador para llegar a la humanidad entera. Un resto de Israel -como ha pasado en otros momentos históricos- ha recibido la gracia, el amor de Dios. Ese resto ha abierto el Evangelio a los no judíos.

El resultado de esta apertura son las comunidades cristianas
Han sido una bendición de Dios. Pablo está muy contento de haber llevado el mensaje de Jesús a los no judíos, “los gentiles”. “Haré honor a mi ministerio” (v. 13), dice hoy. Concuerda con lo dicho en esta misma carta: “no me avergüenzo del evangelio, porque es fuerza de Dios para dar salvación a todo el que cree; primero al judío y luego al griego (Rm 1,16); ¿o Dios es sólo de los judíos? ¿no lo es también de los gentiles? Sí, también de los gentiles, ya que hay un único Dios” (Rm 3, 29-30). Sueña Pablo con que “los de su raza sientan celos”, al comprobar la alegría de las comunidades cristianas y revivan la llamada de Dios y crean a su Cristo. Su vuelta al amor de Dios manifestado en Jesús será un “volver de la muerte a la vida” (v. 15). Siguen dos comparaciones: las primicias y el olivo de ramas desgajadas e injertadas, no leídas hoy (vv. 16-28). Al “gentil” cristiano le dice: “No sostienes tú la raíz, sino la raíz a ti” (v. 18). La raíz es el amor de Dios, aceptado por el Israel fiel, primer fruto del amor de Dios. Tú has sido el segundo fruto. Esa raíz te sostiene a ti, ya que tú has sido injertado en ella por la fe en Cristo Jesús. Los judíos también pueden reinjertarse.

La buena noticia de Jesús: el Padre nos ama gratis y en toda situación
El segundo fragmento (Rm 11, 29-32) razona la voluntad salvadora universal de Dios (cf. 1Tim 2,4). Apoyado en la fe de los profetas (Is 59, 20; 27, 9; Jr 31, 31-34), claramente afirma: “todo Israel se salvará” (Rm 11, 26). Y la razón es lo que leemos hoy: “Los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (v. 29). Todo es don y en el mismo don tenemos la llamada a realizarnos como personas y como pueblo. Esto lo ha vivido explícitamente el pueblo israelita desde los patriarcas. Tanto los gentiles como los judíos han sido desobedientes al Dios manifiestado en la conciencia personal y colectiva, proclamada por los patriarcas, sabios y profetas. La desobediencia de unos y otros ha tenido y tendrá siempre, como respuesta divina, la misericordia. “Dios nos encerró a todos en la desobediencia, para tener misericordia de todos” (v. 32). Esta es la buena noticia de Jesús: el Padre nos ama gratis y en toda situación. Creer su evangelio es recibir el Espíritu Santo, que nos reconoce sus hijos y nos da fuerzas para amar como somos amados.

Oración:Dios nos encerró a todos en desobediencia para tener misericordia de todos” (Rm 11,13-15.29-32)

Jesús israelita, Hijo de Dios y Hermano de todos:
los primeros discípulos siguen tu misericordia;
hoy el evangelio y la lectura de Pablo proclaman la apertura imparable de tu amor.

El evangelio de hoy (Mt 15, 21-28) narra tu encuentro con una mujer no judía:
te vemos “crecer en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres” (Lc 2,52);
comprobamos que no eres un robot que actúa al margen de la libertad;
vas tomando decisiones, como nosotros, según tu conciencia;
descubres así lo mejor, lo que Dios quiere, la voluntad divina.

Al principio “no respondiste nada” a su grito de auxilio:
¿Era el modo mejor de tratar a un no judío?
¿Creías que era esa la voluntad de Dios?

Los discípulos te ayudan: “Atiéndela, que viene detrás gritando”:
no debías verlo claro cuando contestas:
- “Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”.
La mujer te ruega de rodillas: - “Señor, socórreme”.
Tu respuesta desconcierta:
- “No está bien echar a los perros el pan de los hijos”.
Para la mentalidad judía, “perros” son los paganos, lo no judíos.
La mujer parece estar de acuerdo con esta apreciación.
También ella está acostumbrada a la esclavitud:
- su hija “tiene un demonio muy malo”;
- está dominada por una ideología extrema y violenta;
- no soporta la opresión del sistema impuesto;
- era una inadaptada agresiva, socialmente desquiciada.

La respuesta pacífica y sosegada de la cananea consigue cambiarte:
- “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen
las migajas que caen de las mesas de los amos
”.

La voluntad del Padre Dios te ilumina:
- “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
“fe” para ti, Jesús, es humanidad, bondad, insistencia en curar a su hija;
curación, bondad, comprensión, misericordia... son tus obras de fe, Jesús.

Jesús de todos, esta mujer marcó “un antes y un después” en tu misión:
Dios quiere que todos los hombres se realicen, se salven;
Dios nos quiere libres e iguales en dignidad y libertad;
Dios no quiere fanatismo ni obediencia ciega, ni esclavitud ni violencia;
la fe no es la pompa de las celebraciones, ni la práctica ritual;
la fe que tú, Jesús, propones es atender a los necesitados, dar vida y dignidad;
tu fe te exige no rechazar a nadie, no excomulgar, sino acoger y acompañar...

Para ti, Jesús, fanatismo y obediencia ciega, esclavitud y violencia:
proceden de “espíritus inmundos o impuros”, incompatibles con Dios;
son las ideologías que enajenan y despersonalizan;
producen ritos y prácticas religiosas tranquilizadoras que no cambian la realidad;
nos impiden ser nosotros mismos y utilizar nuestra razón y libertad;
anulan algo tan humano como la capacidad de crítica y decisión.

Lo irrevocable”, que no cambia nunca, "es el don y la llamada de Dios”:
es el evangelio de Pablo, idéntico al tuyo;
a la desobediencia de unos y otros responde la misericordia de Dios;
es tu buena noticia: el Padre ama gratis a todos y en toda situación;
creyendo tu evangelio recibimos tu mismo Espíritu:
- que nos testifica que somos hijos de Dios (Rm 8, 16-17);
- que nos da fuerzas para amar como somos amados;
- que nos realiza como personas y como pueblo;
- que nos hace vivir su amor, manifestado en tu vida, a favor de todos.

Todos, judíos y no judíos, estamos llamados a la vida definitiva:
- a vivir del amor misericordioso en toda situación;
- a escuchar a todos, piensen lo que piensen, vivan donde vivan;
- a dejarnos interpelar por todo acontecimiento y circunstancia;
- a comprometernos, sin fanatismo, humildemente, con toda verdad;
- a poner nuestro esfuerzo en la construcción del reino de la vida;
- a poner sinceridad, racionalidad, sensatez, amor tuyo... en nuestras relaciones.

Ayúdanos, Cristo Jesús, a abrir nuestro corazón y ayuda a toda persona:
judíos, griegos, esclavos y libres, varón o hembra...
todos somos uno en ti, Jesús Mesías
” (Gál 3, 28).

Rufo González
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