Domingo 26º TO C (25.09.2016): “Los ricos en las iglesias y los pobres a la puerta”

Introducción:por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces” (Lc 16,19-31)
La parábola está dirigida a los fariseos, “amigos del dinero”, que, al oír la frase de “no podéis servir a Dios y al dinero”, se burlaban de Jesús. Pero él les dijo: `vosotros sois los que presumís de justos ante los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, porque lo encumbrado a juicio de los hombres a los ojos de Dios es una abominación´” (Lc 16,14-15). El contexto teológico es la apocalíptica. Imagina la historia avanzando hacia el reinado de Dios. El presente se ilumina con la esperanza de dicho reinado. Ese día es secreto, tiene un “velo” que lo oculta a los ojos humanos. Cuando la vida se vuelve dura, el profeta siente la necesidad de “ver” el final proyectado por Dios. Intenta quitar el “velo” (apocalipsis = “revelación”). El pensamiento apocalíptico cree que la vida tiene arreglo en el futuro, al final, cuando Dios diga la última palabra. Recurre a imágenes, al lenguaje cifrado y al ocultamiento del nombre (pseudonimia), para darlo a entender. El final soñado, el reinado de Dios, debe marcar la pauta del comportamiento aquí y ahora. Si el reinado de Dios es la dicha de todos, debemos adelantarla en la medida que podamos. Sólo quien trabaja por suprimir el sufrimiento y la miseria aquí y ahora, cree de verdad en el Reinado de Dios. Eso es justamente lo que no hacía el rico de la parábola. En el fondo no creía en Dios, en su voluntad, en su reino.

Denuncia de Jesús: no creen lo que dicen
Jesús utiliza el pensamiento apocalíptico en esta parábola. Los fariseos creen en la vida después de la muerte, y utilizan las imágenes del seno de Abrahán y el abismo. Jesús, en su mismo lenguaje, les desenmascara su infidelidad. Les recuerda las malaventuranzas contra los ricos: “ya habéis recibido vuestro consuelo..., estáis repletos..., reís..., pasaréis hambre..., lloraréis...” (6, 24-25), según vuestra creencia. ¿Cómo es que no actúan aquí y ahora de acuerdo a sus creencias? En el fondo no creen lo que dicen. Viven de apariencia, de deslumbrar, de dominar a los demás con sus creencias, que ni ellos creen de verdad. Su vida real les delata. Si creyeran en la justicia de Dios socorrerían al pobre que no tiene para comer. Esa es la denuncia de Jesús. Lázaro es el pobre que transita por las calles de Israel, el indigente, el hambriento real. El rico es la clase dirigente (escribas, fariseos, sacerdotes) que vive muy bien, y no les duele el desamparo del pobre. Dicen creer la Escritura pero no es, en el fondo, verdad. No escuchan a los profetas sobre la injusticia y opresión. Quien no tiene sensibilidad humana hacia quien sufre no siente a Dios (ni como Padre ni como juez). “Quien tiene bienes de este mundo y ve a su hermano pasar necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?... Quien no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor... El que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios, al que no ve...” (1Jn 3, 17; 4, 8; 4, 20).

¿Creemos lo que decimos?
El reino de Dios ya está aquí, “entre vosotros” (Lc 17,21) . Los cristianos somos llamados a realizar el reino aquí y ahora. Jesús resucitado se hace especialmente presente en el pobre, en el débil, en el necesitado... Los pobres como él, son ya dichosos porque tienen a Dios por rey, viven saciados y ríen, siguen alegres a Jesús con su cruz, están habitados por su mismo Espíritu:
“En el reino de Jesucristo la preeminencia pertenece a los pobres, que son los primogénitos de la Iglesia y sus verdaderos hijos... En la santa Iglesia no se admite a los ricos más que con la condición de servir a los pobres... En la Iglesia de Jesucristo, las gracias y las bendiciones son para lo pobres, y los ricos no tienen privilegios más que por medio de ellos ...” (J.-B. BOSSUET -1627-1704-, obispo, orador y escritor francés: Sermón de septuagésima 1659. Oeuvres Completes, Bar-Le-Duc, 1862, t. lI, 155-162. G. Faus: Vicarios de Cristo. Ed. Trotta. Madrid 1991, pp. 246 s).


Así debería ser la Iglesia, la comunidad, que Jesús quiere, pero...:
Sigue siendo verdad esta queja de un humorista que pone en boca de Cristo:
“Algo he debido explicar mal: los ricos entran en las iglesias y los pobres se quedan a la puerta”.
¿Estamos dispuestos a convertirnos a la comunidad de Jesús?

Oración:por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces” (Lc 16,19-31)

Jesús del Reino:
Hoy, en el evangelio, denuncias la incongruencia de los fariseos.
Se creen creyentes verdaderos por sus prácticas religiosas:
- rezan varias veces al día;
- asisten a celebraciones en el templo y la sinagoga;
- ayunan y dan limosnas de acuerdo con la ley.

Su vida real se parece al rico de la parábola:
- son ricos de corazón, “amigos del dinero”;
“vuestro interior está lleno de rapiñas y perversidades”;
- visten de púrpura y lino;
“gustan pasearse con largas vestiduras y ser saludados en las plazas”;
- banquetean espléndidamente cada día;
“ocupan los primeros puestos en las sinagogas y en los banquetes;
se comen los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos
”.

Les anuncias su malaventuranza, según lo que dicen creer:
¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!;
estáis ahora repletos y reís en abundancia”.
“Hijo, recuerda que en vida te tocó a ti lo bueno y a Lázaro lo malo;
por eso ahora éste encuentra consuelo y tú padeces
”.

¿Cómo es posible que sabiendo lo que les espera actúen en contra?
Esta es la tragedia de mucha gente religiosa:
- es la “levadura, es decir, la hipocresía de los fariseos” (Lc 12,1b);
cuidado con la levadura de los fariseos y herodianos” (Mc 8,15);
- es el mesianismo nacionalista y poderoso, amigo de privilegios;
- la ley, expresión del poder, se pone por encima del amor y la libertad;
- creen que, con rezos y sermones, se ganará el reino de Dios, la vida eterna;
escuchan promesas de “salvación” anudadas a unas prácticas religiosas;
ganan “indulgencia plenaria” si visitan un santuario, con confesión y comunión;
han logrado ya varios “jubileos” que se harán efectivos tras la muerte;
- sus actitudes ante esta vida siguen intactas:
afán de tener: “siempre ha habido ricos y pobres”;
sobresalen por el lujo y la gloria: ropajes y títulos honoríficos;
incluso compran marquesados para estar con “los grandes”;
dominan y se hacen obedecer “como sea” (sin reparar en los medios: desde gratificar la adulación hasta quitar la palabra y el sustento, imponiendo leyes innecesarias, sin derechos jurídicamente defendibles).

Jesús del Reino de la vida en el amor del Padre-Madre:
conviértenos a tu modo de vida amorosa y libre;
queremos que tu Evangelio sea la norma que inspire nuestra convivencia;
“sólo pretendamos, con la guía del Espíritu Paráclito, continuar tu misma obra:
- rendir testimonio a la verdad (dativo latino);
- salvar, no juzgar;
- servir y no ser servido” (GS 2).

Nosotros creemos que
“el Espíritu de Dios, que con admirable providencia dirige el curso de los tiempos
y renueva la faz de la tierra,
- está presente en la evolución de la vida;
- su fermento evangélico ha despertado y sigue despertando en el corazón del hombre
una irrefrenable exigencia de dignidad” (GS 26).


Tú, Jesús hermano:
- “nos has revelado que Dios es amor;
- nos has enseñado que la ley fundamental de la perfección humana,
y, por tanto, de la transformación del mundo,
es el mandato nuevo del amor;
- nos has dado la certeza de que el abrir el camino del amor a todos los hombres
y el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal,
no es cosa inútil o inane;
- nos has advertido que este amor hay que vivirlo, no solo en las grandes cosas,
sino sobre todo en las circunstancias ordinarias de la vida;
- sufriendo la muerte, nos enseñas a llevar la cruz que la carne y el mundo imponen
sobre los hombros de quienes trabajan por la paz y la justicia;
- resucitado, actúas por la fuerza de tu Espíritu en los corazones humanos,
no sólo despertando el anhelo del mundo futuro,
sino animando, purificando y robusteciendo los deseos generosos
que vuelven la vida más humana y
someten toda la tierra a esta finalidad humanitaria” (GS 38).


Que tu Espíritu, Jesús de todos, nos dé a sentir con la Iglesia:
“los cristianos no podemos desear nada con más energía
que servir siempre más generosa y eficazmente a los hombres de nuestro tiempo”(GS 93).


Rufo González
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