Domingo 15º TO C (10.07.2016): la ayuda al prójimo tranquiliza la conciencia, no la religión

Introducción:¿quién es mi prójimo? (Lc 10, 25-37)
Iniciamos la lectura de la parte central del viaje (10,25-18,30) del nuevo Moisés que atraviesa el desierto de la vida, hacia la tierra prometida: “pasar al Padre”. Durante el viaje, Jesús va formando un pueblo nuevo, que trabaja por el “Reino de Dios”, y evita la perversión farisea: contentar a Dios con prácticas religiosas, sin conducta comola de Jesús.

La vida definitiva se encuentra en el amor
Un jurista (intérprete profesional de la Ley) pregunta a Jesús: ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? En los paralelos (Mc 12,28; Mt 22,36) se formula en términos de importancia: ¿qué mandamiento es el primero de todos?. Es igual. Sin esos mandamientos no hay vida verdadera y eterna. Jesús no quiere que se entienda sólo respecto de la vida del más allá (espiritualidad evasiva). Amar a Dios y al prójimo aporta ya “vida eterna”, definitiva, que no termina. Ambos textos piden un mismo amor a Dios y al hombre (Mt 22,34-40; Mc 12,28-31). No puede darse el uno sin el otro. Queda muy explícito en el examen final (Mt 25,31ss) y en las cartas de Juan (1Jn 4,20s).

Cuidar al ser humano es cuidar a Dios
El jurista cree que lo difícil está en saber quién es el prójimo. Para el judaísmo del tiempo de Jesús, “prójimo” es el que está cerca, el compañero, compatriota, el israelita. El sabio judío reconoce que “hay dos naciones que mi alma detesta, y la tercera ni siquiera es nación: los que viven en la montaña de Seír, los filisteos y el pueblo estúpido que habita en Siquén (Samaría) (Eclo. 50,25-26). Jesús va a cambiar el concepto de “prójimo”. En la parábola queda claramente identificado. “Un hombre”, cualquier persona, es “prójimo”, sobre todo en situación de necesidad. Por allí pasan un sacerdote y un levita (empleado del templo) y, al verlo, dan un rodeo. No dice el texto la causa del rodeo: insensibles, peligro de meterse en una complicación, miedo a incurrir en impureza ritual (“todo el que toca un muerto, un cadáver humano, y no se purifica, mancha la morada de Yahvé”, Num 19,13; cfr. Lev 21,1-4).

Jesús antepone la ayuda a las personas a los debres religiosos
Muchas críticas a la religión se basan en no entender esta parábola de Jesús. Albert Camus (1913-1960), escritor francés, existencialista, sospecha que la religión antepone el culto religioso a la lucha contra la miseria. Es famosa su leyenda de San Dimitri que llega tarde a la cita de Dios por ayudar a desatascar las ruedas de un carro. En cristiano es falso que llegue tarde: contradice la parábola de hoy. Toda ayuda a cualquier persona es ayuda a Dios, a su hijo, identificado sobre todo con el enfermo, el hambriento, el preso... (Mt 25,31-46). “Si alguien ve a su hermano pasar necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá el amor de Dios en él?..., no cree en Dios, hace a Dios mentiroso” (1Jn 3, 17; 4, 20s). “El amor os tenga al servicio de los demás” libremente (Gal 5, 13). San Vicente de Paúl explicó el amor cristiano como “dejar a Dios por Dios (que está en cualquier persona, sobre todo en la necesitada)...; el dejar a Dios por Dios no es dejar a Dios”.

Oración:¿quién es mi prójimo?” (Lc 10, 25-37)

Jesús de Nazaret, buen samaritano de todos:
hoy nos invitas a entrar en la verdadera espiritualidad;
pones en acción el cimiento básico de la vida verdadera;
¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?, te preguntan.
Tu respuesta es el amor al Autor de la vida y a su obra fundamental, el ser humano;
amor único, indisoluble, inseparable...;
quien no ama a su hermano... no puede amar a Dios”;
y si dice lo contrario, está mintiendo (1Jn 4, 19-20).
Tú, como los profetas, ridiculizas a los representantes de la religión:
un sacerdote y un levita, al verlo, dieron un rodeo, pasaron de largo”;
su “Dios” no les urge a cuidar a un “medio muerto”;
su vida puede quedar “inhabilitada” para celebrar los ritos del templo;
la complicación subsiguiente les impediría llegar tarde a su obligaciones...

Tú, como los profetas, sientes asco:
de los sacrificios y el culto del templo;
de las ceremonias y rituales de los sacerdotes...;
porque anteponían la religión a la vida;
preferían los derechos de la religión a los derechos humanos
(Is 1, 11-18; 58, 6-9; 66, 1-3; Jer 7, 4-11; Eclo 34,21.24).

Para ti, Jesús de la verdad, Dios quiere en primer lugar la vida:
la “vida” en su primera y elemental acepción;
la vida que posibilita infinidad de capacidades;
la vida orgánicamente sana, sin dolor, placentera.

Ante nosotros pones un hombre destrozado y otro que cura y rehabilita:
un hombre desnudado, molido a palos, abandonado, medio muerto;
un hombre que se compadece, se acerca, venda las heridas, cuida del herido.

Este, disidente religioso, es el modelo a seguir en lo fundamental:
ama la vida, como Dios mismo;
ama al hombre, su obra fundamental, su imagen, su hijo;
llega a donde estaba el herido, lo ve, se conmueve, se acerca;
le venda las heridas echándole aceite y vino;
lo monta en su propia cabalgadura;
lo lleva a una posada y lo cuida;
le encarga al posadero el cuidado y la alimentación;
se hace cargo de todos los gastos...

¿Quién no te ve a ti, Jesús, Hijo del Padre, en este samaritano?:
tu vida estuvo entre los abandonados, marginales, los más pobres;
desde la cuna a la cruz te rodean los más despreciados de la sociedad;
has oído sus quejidos y has visto sus heridas;
te has hecho como uno de ellos: “no tienes donde reclinar tu cabeza”;
el Espíritu de Dios te lleva:
- a anunciar la buena nueva a los pobres,
- a liberar a los esclavizados,
- a dar vista a los ciegos y hacer andar a los cojos,
- a curar a los leprosos y dar oído a los sordos,
- a resucitar a los muertos.

¿Quién no te ve a ti
- en Enrique de Castro y compañeros, acogiendo a marginados;
- en Nicolás Castellanos, sirviendo a los más pobres;
- en Ignacio Ellacuría y compañeros de martirio, testigos de tu amor;
- en Vicente Ferrer y su esposa, dando agua, pan, dignidad...;
- en Jacques Gaillot, obispo de Partenia (ficción eclesial), acompañando a los débiles;
- en los sacerdotes obreros, testigos de tu cercanía y justicia;
- en los sacerdotes casados, fieles a su ministerio y a su matrimonio;
- en los voluntarios del amor y la ayuda desinteresada...
Casi todos marginados por la Iglesia clerical:
destituidos por “ser demasiado amigos de los pobres” (impedimento para ser obispo);
silenciados por no seguir las costumbres o normas eclesiásticas?

Perdona, Jesús samaritano, tanta palabra hueca de vida:
la espiritualidad centrada en nuestro ombligo y autoestima;
la religiosidad de músicas celestiales que no oye el clamor de los oprimidos;
tantas eucaristías rutinarias, sin vida, sin fraternidad, sin verdad...;
tantas ceremonias (peregrinaciones, rosarios aurorales...) que no llegan al cielo;
tantas estructuras y leyes... opresivas de la libertad evangélica;
tantos títulos, hábitos, distinciones... que alejan de la vida compasiva...

Que nos dejemos, Señor, llevar por tu Espíritu:
despierto a la vida dichosa de las personas;
atento al clamor de los más débiles y marginados;
inclinado a la misericordia que no humilla y dignifica;
lleno de tu amor que mira y se mira desde los que menos vida tienen.

Rufo González
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