El cristiano “soso”, sin Espíritu, no actúa conforme a su naturaleza, se ha desvirtuado, se hace insensibles al Amor, se hace fanático de la ley, “dice o hace necedades”... Domingo 5º TO (09.02.2020): El Amor: “sal y luz de la vida”

Hechos de vida: Vicente Ferrer y “El cura que quise ser yo”

Comentario: “Vosotros sois la sal...la luz” (Mt 5, 13-16)

Leemos el texto intermedio entre las Bienaventuranzas (5, 1-12) y la enseñanza sobre Jesús y la Ley (5, 17-48). Los “bienaventurados” del Reino son comparados con la sal y con la luz. Han aceptado el Amor del Padre, y han descubierto las Bienaventuranzas: generosos, sufridos, solidarios, hambrientos de justicia, compasivos, transparentes, pacificadores, valientes ante el mal... Estas actitudes les convierten en “sal y luz”.

La sal simbolizaal Espíritu que “conserva” la alianza: el Amor de Dios siempre incondicional. El cristiano, viviendo en el Espíritu de Jesús, es testimonio genuino y eficaz de dicho Amor. “Si la sal se vuelve sosa...” (“morandzé”: del verbo “moraino”: estar embotado, estar loco, decir o hacer necedades). El adjetivo “moros” significa: embotado, tonto, estúpido. Lo que expresa es que el cristiano “soso”, sin Espíritu, no actúa conforme a su naturaleza, se ha desvirtuado, “se embota” (se hace insensibles al Amor), “está loco” (fanático de la ley...), “dice o hace necedades” (pone su vida en rito, títulos mayestáticos, vestidos distantes y segregadores...), no sirve para el Reino (lit.: “no sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”). Sin el Espíritu de Amor no puede ser “germen e instrumento de redención universal” (LG 9).

La luz es imagen de las buenas obras. La imagen de la ciudad en lo alto del monte recuerda a Isaías (60, 1-3) que habla de Jerusalén: “caminarán los pueblos a tu luz”. Igualmente el Siervo de Yahvé será “luz de las naciones” (Is 42, 6; 49,6). La lámpara es para alumbrar, no para ocultarla y que no alumbre a nadie. Las obras son la verdad de una vida histórica, real. Ésta no se oculta, está “en el candelero” de la existencia observable. Las bienaventuranzas son luz de una humanidad nueva, “salada” por el Amor, obra del Espíritu que nos habita. “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5, 16). La vida real llega a las personas, y así perciben lo que mueve nuestra vida. Si perciben el Amor, perciben al Padre-Madre, como un ser activo, verdadero, real, capaz de transformar la historia. Así “las obras del Espíritu” se hacen luz y vida, “salvan”, “redimen” del vacío y el sinsentido, de la injusticia y el desamor...

Oración: “vosotros sois la sal... la luz” (Mt 5, 13-16)

Hechos de vida:

-Vicente Ferrer: su vida derramada en la India ha sido fruto del Espíritu Santo. Ser sacerdote casado no le ha impedido ser “sal y luz” de nuestro mundo. La Iglesia, en sus altas instancias, no lo distingue como cristiano eminente, lo “redujo” al estado laical y ha silenciado su obra y su muerte. Fue siempre sacerdote como Jesús.

“El cura que quise ser yo. A veces pienso cuánto habrán sufrido aquellos curas buenos de pueblo. Porque los hubo muy buenos. Buenos por ser personas de Cristo buenas, que, perdidos en su pueblo, lloraron con el que lloraba y rieron con el que reía. Y cuando la gente ve que su cura es así de bueno, da pasiva a lo demás. Conocí a uno que tenía dos hijas con la maestra del lugar y jamás he percibido más afecto a un cura que a aquel. `Porque es bueno, decían, porque nos ayuda, porque está siempre a nuestro lado, porque su casa es la nuestra´. Y yo, infeliz de mí, pensaba `porque tuve hambre y me diste de comer...´. Y así fue, cuando murió, todo lo había dado y lo encontraron acostado en el suelo sobre una manta” (carta de un sacerdote misionero casado).

Estos hechos de vida, Jesús de todos, nos llevan a pensar:

lo que nos hace “sal y luz” es vivir de tu Espíritu;

lo que nos hace evangelio -buena noticia- es amar como tú;

lo que nos hace sacerdotes -dar lo santo- es dar el corazón a todos,

especialmente a quien no se lo merece.

Por eso tus amigos son sal, sustancia química:

que trabaja la comida, mezclada y escondida en sus entrañas;

que hay que “probar” para darnos cuenta que está allí;

que, gracias a su presencia activa, aquello está sabroso, 

no se ha corrompido, y sirve para nutrir nuestro organismo.

¿Puedo yo atribuirme estas cualidades?:

es verdad que estoy dentro de una familia: 

que mi trabajo lo realizo con otras personas;

que trato y me alegro con bastante gente.

Pero ya no estoy tan seguro de que mi vida sea “sabrosa”:

de que tu amor fortalezca mi familia;  

de que mis compañeros de trabajo sientan mi apoyo gratuito;

de que mis amigos estén ciertos de mi afecto desinteresado.

Es verdad, Señor, que me gustaría ser así:

fortaleza y ternura para mi familia con tu mismo Espíritu;

apoyo y esfuerzo generosos para mis compañeros;

afecto, paz, atención a los más débiles, alegría para todos.

Estos deseos, Señor Jesús, vienen de tu Espíritu:

creo sinceramente que me los has comunicado tú; 

sí, Tú, que fuiste y eres “sal y luz de la vida”.

Como lo han sido y siguen siendo tantos que:

se dejaron y se dejan conducir por tu Amor;

superaron y superan leyes que impiden su realización personal;

animan con tu Espíritu comunidades sin permiso canónico;

trabajaron y trabajan por su humanización y la de los demás;

pretenden hacerse y hacernos más humanos.

Ahí, en en medio de la vida, fueron y son “sal y luz”:

han sido y son tu Amor en el espesor de la vida;

viven la libertad, sin ataduras innecesarias;

aman y dan la vida por los que aman...

Ayúdame, Señor, a ser “evangelio, sal y luz:

inspírame actitudes como las tuyas: 

que acepte y respete a todos como personas libres;

que quiera vida humana, digna para todos;

que me duelan los dolores, los fracasos, las frustraciones...;

que sienta el amor inmenso del Padre por todos.

Ilumina, Señor, mi inteligencia

para buscar caminos de realización verdadera;

fortalece mi voluntad, para moverme hacia tu Reino;

conduce mis pies y manos hacia obras como las tuyas.

Leganés, 9 febrero 2020

Preces de los Fieles (D. 5º TO-A. 09.02.2014): El Amor: “sal y luz de la vida

Los cristianos, somos llamados a ser “sal de la tierra y luz del mundo”. Por eso, no podemos “ser insensibles al Amor”, “actuar sin discernimiento, autistas de la ley...”, “envolvernos en ritos, títulos mayestáticos, vestimentas pintorescas, distantes y segregadoras...”. Esta sal “no sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”. Pidamos que esto no ocurra diciendo: “Queremos, Señor, ser `sal y luz´ de la vida”.

Por quienes presiden las comunidades cristianas:

- que “sean guiados por el Espíritu del que no vino a dominar, sino a servir;

- que su casa esté abierta y nadie tema frecuentarla” (PO 17).

Roguemos al Señor:Queremos, Señor, ser `saly luz´ delavida.

Por nuestras comunidades cristianas:

- que seamos capaces de permitir y consolidar el diálogo sincero;

- que reconozcamos los carismas del Espíritu.

Roguemos al Señor: Queremos, Señor, ser “sal de la tierra y luz del mundo”.

Por los problemas que afligen hoy a la Iglesia:

- la división de los cristianos, impropia de la fraternidad de Jesús;

- la libertad de los sacerdotes casados para servir a las comunidades.

Roguemos al Señor: Queremos, Señor, ser “sal y luz delavida.

Por las intenciones del Papa (Febrero 2020):

- que “el clamor de los hermanos migrantes,

 víctimas del tráfico criminal, sea escuchado y considerado”.

Roguemos al Señor: Queremos, Señor, ser “sal y luz delavida.

Por los más débiles de nuestro mundo:

- que encuentren en nosotros siempre tu Amor desinteresado;

- que se unan y trabajen por superar las dificultades.

Roguemos al Señor: Queremos, Señor, ser “sal y luz delavida.

Por esta celebración:

- que saboreemos aquí y ahora la sal y la luz del Amor;

- que el pan y vino compartidos nos comprometan con la vida.

Roguemos al Señor: Queremos, Señor, ser “sal y luz delavida.

Cristo Jesús, hermano de todos, “sal de la tierra y luz del mundo”, bendice nuestros deseos y reaviva nuestro espíritu con el tuyo. Tú que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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