Devuélvenos, Jesús glorificado, al “amor primero... a las obras primeras” (Ap 2,4-5) El signo cristiano es el amor gratuito (Domingo 5º de Pascua C 15.05.2022)

Jesús glorificado, ¡qué lejos estamos de tu “gloria”!

Comentario: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre” (Jn 13,31-33a.34-35)  

Inicio del “primer discurso de despedida” (13,31-14,31).Sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre..., los amó hasta el extremo” (13,1). Les lava los pies e insta a Judas:  “lo quevas a hacer, hazlopronto” (13,27). Hasta el final le invita a aceptar su amor. Ahora se lo ofrece en el gesto de darle un trozo de pan (13,26). Jesús, como el Padre, ama a amigos y enemigos, responde con amor al odio.  

Al salir Judas, Jesús habla ala comunidad que continuará su misión. Les interpreta la salida de Judas: “ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él” (v. 31). Para Jesús la “gloria” es amar como ama el Padre Dios. A través de Judas, Jesús pone su vida en mano de los enemigos. Todos son dignos de su Amor. En la cruz culmina la glorificación: hasta ahí llega su capacidad de amar. “Dios es glorificado en él” porque él manifiesta el Amor-gloria de Dios. Identificar “gloria” y “amor” es algo sorprendente, un cambio radical de perspectiva. El amor (gloria) mayor es el que llega a “dar la vida por los amigos” (Jn 15,13). Pablo dirá más: “Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 5,5-8). Su glorificación “le convierte en espíritu vivificante” (1Cor 15,45). Nos da su Espíritu-Amor, para vivir su misma gloria.

Hijitos”. Único texto evangélico donde les llama así. Como Juan a los suyos (1Jn 2,1). “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado...” (v. 34). Lo llama “nuevo”, por incluir el amor del Padre, gratuito, no de gratitud, previo. No es el amor entre judíos: “no te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18). El historiador romano Tácito (55-120) destaca esta actitud como distintivo judío: “entre ellos practican una lealtad inquebrantable y una misericordia siempre pronta” (Historias V,5). Jesús lo supera. Pide amar como aman el Padre y el Hijo, llenos del Espíritu. Los cristianos, al aceptar a Jesús, reciben su Espíritu. Si “se dejan llevar por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios” (Rm 8, 14). El hacer, amar como Jesús, manifiesta que “son hijos de Dios”. Si no hacen, aunque digan “¡Señor, Señor!”, no están en el reino de Dios (Mt 7,21).

El Vaticano II termina su gran Constitución Pastoral comentando el último versículo leído hoy: “Los cristianos recordando la palabra del Señor: “en esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 35), no pueden tener otro anhelo mayor que el de servir con creciente generosidad y con suma eficacia a las personas de hoy... No todos los que dicen: “¡Señor, Señor!”, entrarán en el reino de los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre y ponen manos a la obra. Quiere el Padre que reconozcamos y amemos efectivamente a Cristo, nuestro hermano, en todos los seres humanos, con la palabra y con las obras, dando así testimonio de la Verdad, y que comuniquemos con los demás el misterio del amor del Padre celestial. Por esta vía, en todo el mundo las personas se sentirán despertadas a una viva esperanza, que es don del Espíritu Santo, para que, por fin, llegada la hora, sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza en la patria que brillará con la gloria del Señor” (GS 93).

Oración: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre” (Jn 13,31-33a .34-35)

Te contemplamos, Jesús, reunido con tu comunidad:

intuyes la traición e infidelidad de algunos discípulos;

ofreces tu amistad a Judas dándole “un trozo de pan”;

fanatizado, no comprende tu amor y se entrega a “la noche”.  

también la arrogancia de Pedro te hiere el corazón.

Cuando salió Judas, dices a los demás:

ahora es glorificado el Hijo del Hombre

y Dios es glorificado en él”.

Cuando hablas que “uno de vosotros me va entregar”,

que “te queda poco de estar con ellos”,

que “donde yo voy no podéis venir vosotros”,

que Pedro “te negará tres veces...”,

en esas circunstancias de dolor y fracaso,

sientes tu gloria, tu grandeza, tu esplendor.

Lo que brilla en ti es el amor del Padre:

amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen,

para que seáis hijos de vuestro Padre celestial,

que hace salir su sol sobre malos y buenos,

y manda la lluvia a justos e injustos (Mt 5,45).

Los primeros cristianos lo vieron claro:

a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor

por su pasión y muerte...

Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo,

llevara muchos hijos a la gloria

perfeccionando mediante el sufrimiento

al jefe que iba a guiarlos a la salvación.” (Heb 2,9-10).

Jesús glorificado, ¡qué lejos estamosde tu “gloria”!:

vestidos de poderes divinizados, avasalladores...;

exigiendo obediencia servil y fervorosa;

“con mano tendida hacia posturas lindantes

con la extrema derecha autoritaria...;

con golpes inmisericordes contra todas las posturas afines

a la libertad evangélica, a la fraternidad cristiana

y a la igualdad entre todos los hijos e hijas de Dios...”

(Manifiesto “Ante la crisis eclesial”. Eclesialia. 20/04/2008). 

Admiramos a quienes curan y levantan a crucificados:

pero ellos, rostro “glorificado” de la Iglesia,

no presiden ni organizan la vida eclesial.

“Era espeluznante el choque entre las palabras del Papa

hablando de pobreza –la de Jesús que hay que imitar

y la de los pobres de verdad que hay que socorrer–

y el oro que abarrotaba cada imagen...

Mientras le escuchaba me preguntaba:

¿Puede haber más falta de sentido de realidad

y de la comunicación que éste?…”

(Hablar de pobreza recubierto de oro, Antonio Duato; 13/01/2009. Atrio).

Devuélvenos, Jesús glorificado, al “amor primero”:

devuelve a tu Iglesia “a las obras primeras” (Ap 2,4-5):

a la igualdad y la libertad humanas;

a la vida digna y sana para todos;

a la atención a los que más sufren;

a estructuras que respeten los derechos humanos...

Preces de los Fieles (Domingo 5º Pascua C 15.05.2022)

¿Por qué se conoce a nuestra Iglesia, a nuestra parroquia, a nuestra comunidad...? ¿En qué se nota que somos cristianos? ¿Sólo porque venimos al templo? Mal asunto. Pidamos ser conocidos por el Amor, diciendo: “que nos amemos unos a otros”.

Por los cristianos:

- que su amor “esté más en las obras que en las palabras”;

- que superemos las divisiones y volvamos al Espíritu de Jesús.

Roguemos al Señor: “que nos amemos unos a otros”.

Por las intenciones del Papa (mayo 2022):

- que “los jóvenes se sientan llamados a una vida plena”;

- que “descubran en María el estilo de la escucha,

la profundidad del discernimiento,

la valentía de la fe y la dedicación al servicio”.

Roguemos al Señor: “que nos amemos unos a otros”.

Por quienes presiden las iglesias:

- que este servicio pueda ejercerlo todo cristiano preparado;

- que sirvan humilde y fraternalmente según el Espíritu de Jesús.

Roguemos al Señor: “que nos amemos unos a otros”.

Por los más débiles:

- que su debilidad sea capaz de detener la fuerza bruta, inhumana;

- que abramos el corazón y las manos a las víctimas de violencia.

Roguemos al Señor: “que nos amemos unos a otros”.

Por los políticos:

- que sirvan honradamente a vecinos y ciudadanos;

- que sean sinceros y cumplan lo que prometen.

Roguemos al Señor: “que nos amemos unos a otros”.

Por esta celebración:

- que sintamos la fuerza del Espíritu de Jesús resucitado;

- que nos mueva a actuar en la Iglesia y en la sociedad.

Roguemos al Señor: “que nos amemos unos a otros”.

Queremos, Jesús resucitado, amarnos unos a otros. Con santa Catalina de Siena reconocemos que “Tú eres el que consumes con tu calor los amores egoístas del alma” (Diálogo sobre la Providencia. C. 107. Oficio Lectura 29 abril). Que la eucaristía que estamos celebrando nos ayude crecer en tu amor. Tú que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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