Oración para la Epifanía del Señor (6 enero 2013)
“¡Ay de mí si no evangelizo!”
Introducción:también los gentiles son coherederos (Ef 3,2-3a.5-6)
En esta carta circular a las comunidades del Asia Menor, Pablo recuerda el plan de Dios: la unidad del género humano en el amor y la libertad. Ese plan se ha manifestado claramente por medio de su Hijo, Jesús de Nazaret. Él nos ha comunicado el Espíritu del Padre creador que ama a todos y quiere unirnos a judíos y no judíos en la misma dignidad de hijos y hermanos.
Lo que Pablo recuerda hoy a los no judíos –los gentiles- es en el fondo el mensaje de la epifanía cristiana: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio” (3,6). Nos hacemos miembros del Cuerpo de Cristo al bautizarnos en su Espíritu. Éste nos hace conscientes de la dignidad de hijos de Dios y nos incita a dejarnos llevar por su aliento amoroso: “hijos de Dios son todos y sólo aquellos que se dejan llevar por el Espíritu de Dios” (Rm 8,14). Creer que todos somos hijos de Dios, llamados a vivir de su amor, es la entraña del Evangelio. Más allá de creencias, normas y ritos –que separan y enfrentan- está lo que nos une: el amor gratuito de Dios a todos, considerándonos hijos y hermanos en su Hijo.
Urge que la Iglesia vuelva al Espíritu de Jesús, al Espíritu del Reino, al Espíritu que nos habita y “trabaja” desde dentro instándonos a realizarnos y ser felices. “Los profetas de Dios vivieron de acuerdo con Jesucristo y por ello sufrieron la persecución. La gracia de Jesucristo les inspiraba para persuadir a los incrédulos que no existe más que un Dios y que éste se ha manifestado por Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio y que complació en todo al que le había enviado” (San Ignacio de Antioquía: Carta a los Magnesios 8,2. Ver D. Ruiz Bueno: Padres Apostólicos. 5ª ed. BAC Madrid 1985, p. 463. Oficio de Lectura, 2ª lectura lunes XVI semana TO). “El que me ve a mí, está viendo al Padre”, pondrá Juan en boca de Jesús (Jn 14, 9).
¿Cómo podemos expresar hoy que Dios quiere salvar a todos los pueblos? ¿Volviendo a tradiciones humanas (en las que no hay acuerdo “de fe y costumbres” entre los católicos) o volviendo a lo esencial, es decir, al amor y libertad del Evangelio? Siempre podemos decir “que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas” (3,5). Creo sinceramente que “ahora” tenemos también “santos apóstoles y profetas” que transmiten lo que el Espíritu nos va diciendo en nuestro “hoy”. Hoy vemos con más claridad que los muros sociales, políticos, económicos, religiosos y culturales, que crean hambre, esclavitud, guerras, enemistad... son antihumanos. No puede bendecirlos el Padre común. Los apóstoles verdaderos del amor de Dios, profetas divinos, lo vienen denunciando constantemente. Hoy la denuncia se ha hecho más universal. Nadie puede presentarse imponiendo unas verdades oscuras, dominando las conciencias, apoyando dictaduras, anulando la capacidad de diálogo y decisión en asuntos comunes, impidiendo cambiar normas añejas de vida. Recomiendo leer el nº 250, de abril-junio 2012 de Iglesia Viva, sobre todo los textos de J. Perea González: “¿Qué dice el Espíritu a las Iglesias? (Apoc 2): fidelidad creativa al Concilio”, y de F. J. Vitoria Cormenzana: “Quo vadis, Ecclesia? Hermanos obispos, tenemos que hablar”.
ORACIÓN:también los gentiles son coherederos (Ef 3,2-3a.5-6)
Jesús del amor gratuito a todo ser humano.
Hoy celebramos tu “manifestación” (epifanía) a los no judíos.
La parábola de los Magos representa a todos los que buscan la verdad de la vida:
la “estrella” simboliza la luz verdadera que ilumina a todo hombre al venir al mundo;
es la estrella del Misterio que asoma en la conciencia personal;
es el impulso a buscar la realización de nuestra vida;
es la fuerza que nos mueve hacia el respeto y amor a todos;
es la libertad que nos hace señores, conductores de nuestra existencia;
es la confianza básica en la vida, en las personas, en nuestros padres...;
es la sospecha esperanzada de que somos amados por el Misterio de la vida...
En tus palabras y obras... hemos ido encontrando este racimo de intuiciones:
tú nos has asegurado que el Misterio original es un Amor sin límites;
lo llamabas Padre tuyo y nuestro;
su santidad no consistía en separarse de lo no santo, de lo impuro;
su santidad son sus entrañas amorosas y compasivas:
el hecho real de que le duelen los sufrimientos de todos;
su voluntad de eliminar los factores que hacen sufrir;
su compromiso y trabajo para suprimir o mitigar cualquier dolor.
Este Misterio inspiraba tu vida y quieres que inspire la nuestra:
sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.
Esta experiencia del Misterio te movía a amar a todos sin discriminación;
a buscar a los últimos, a los que menos vida tienen...;
a enfrentarte a todo lo que hace daño a la vida:
ricos acaparadores, dictadores, costumbres y leyes deshumanizadoras;
ritos, ceremonias y ofrendas que buscan camelar al Misterio;
organizaciones religiosas al servicio y honor de sus dirigentes;
explotación del sentido religioso con supersticiones y engaños...
a dar la cara ante el sistema religioso opuesto al Amor del Misterio:
sus dirigentes decidieron tu muerte porque peligraba su organización;
nada más curar a un enfermo en sábado deciden deshacerse de ti (Mc 3, 1-6)
Este Misterio de Amor es anunciado por Pablo en la carta a los Efesios:
“también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo
y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio”;
es decir, toda la humanidad está invitada a aceptar el proyecto de amor,
manifestado en tu vida, en tu historia real, en tu muerte, en tu resurrección;
la Bondad y el Amor de Dios han aparecido en ti, Jesús;
Dios es Padre de todos y todos somos hijos de Dios;
amar al modo de Dios, manifestado en tu vida, es la dicha más humana.
Al celebrar tu Manifestación, abierta a todas las personas,
queremos, una vez más, sincerarnos en tu presencia;
desistimos de vivir nuestra fe enmascarados por la apariencia;
deseamos vaciarnos de toda avaricia de poder, dinero, imposición...;
suspiramos por la verdad de las cosas, la mejora de la vida, la vivencia de tu amor.
Pretendemos así encontrar “la casa, donde verte a ti, Jesús, con María su madre”,
acostado en el pesebre de Belén por las manos serviciales de María, tu Madre;
acogiendo a los más débiles con las manos abiertas desinteresadamente.
Rufo González
Introducción:también los gentiles son coherederos (Ef 3,2-3a.5-6)
En esta carta circular a las comunidades del Asia Menor, Pablo recuerda el plan de Dios: la unidad del género humano en el amor y la libertad. Ese plan se ha manifestado claramente por medio de su Hijo, Jesús de Nazaret. Él nos ha comunicado el Espíritu del Padre creador que ama a todos y quiere unirnos a judíos y no judíos en la misma dignidad de hijos y hermanos.
Lo que Pablo recuerda hoy a los no judíos –los gentiles- es en el fondo el mensaje de la epifanía cristiana: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio” (3,6). Nos hacemos miembros del Cuerpo de Cristo al bautizarnos en su Espíritu. Éste nos hace conscientes de la dignidad de hijos de Dios y nos incita a dejarnos llevar por su aliento amoroso: “hijos de Dios son todos y sólo aquellos que se dejan llevar por el Espíritu de Dios” (Rm 8,14). Creer que todos somos hijos de Dios, llamados a vivir de su amor, es la entraña del Evangelio. Más allá de creencias, normas y ritos –que separan y enfrentan- está lo que nos une: el amor gratuito de Dios a todos, considerándonos hijos y hermanos en su Hijo.
Urge que la Iglesia vuelva al Espíritu de Jesús, al Espíritu del Reino, al Espíritu que nos habita y “trabaja” desde dentro instándonos a realizarnos y ser felices. “Los profetas de Dios vivieron de acuerdo con Jesucristo y por ello sufrieron la persecución. La gracia de Jesucristo les inspiraba para persuadir a los incrédulos que no existe más que un Dios y que éste se ha manifestado por Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio y que complació en todo al que le había enviado” (San Ignacio de Antioquía: Carta a los Magnesios 8,2. Ver D. Ruiz Bueno: Padres Apostólicos. 5ª ed. BAC Madrid 1985, p. 463. Oficio de Lectura, 2ª lectura lunes XVI semana TO). “El que me ve a mí, está viendo al Padre”, pondrá Juan en boca de Jesús (Jn 14, 9).
¿Cómo podemos expresar hoy que Dios quiere salvar a todos los pueblos? ¿Volviendo a tradiciones humanas (en las que no hay acuerdo “de fe y costumbres” entre los católicos) o volviendo a lo esencial, es decir, al amor y libertad del Evangelio? Siempre podemos decir “que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas” (3,5). Creo sinceramente que “ahora” tenemos también “santos apóstoles y profetas” que transmiten lo que el Espíritu nos va diciendo en nuestro “hoy”. Hoy vemos con más claridad que los muros sociales, políticos, económicos, religiosos y culturales, que crean hambre, esclavitud, guerras, enemistad... son antihumanos. No puede bendecirlos el Padre común. Los apóstoles verdaderos del amor de Dios, profetas divinos, lo vienen denunciando constantemente. Hoy la denuncia se ha hecho más universal. Nadie puede presentarse imponiendo unas verdades oscuras, dominando las conciencias, apoyando dictaduras, anulando la capacidad de diálogo y decisión en asuntos comunes, impidiendo cambiar normas añejas de vida. Recomiendo leer el nº 250, de abril-junio 2012 de Iglesia Viva, sobre todo los textos de J. Perea González: “¿Qué dice el Espíritu a las Iglesias? (Apoc 2): fidelidad creativa al Concilio”, y de F. J. Vitoria Cormenzana: “Quo vadis, Ecclesia? Hermanos obispos, tenemos que hablar”.
ORACIÓN:también los gentiles son coherederos (Ef 3,2-3a.5-6)
Jesús del amor gratuito a todo ser humano.
Hoy celebramos tu “manifestación” (epifanía) a los no judíos.
La parábola de los Magos representa a todos los que buscan la verdad de la vida:
la “estrella” simboliza la luz verdadera que ilumina a todo hombre al venir al mundo;
es la estrella del Misterio que asoma en la conciencia personal;
es el impulso a buscar la realización de nuestra vida;
es la fuerza que nos mueve hacia el respeto y amor a todos;
es la libertad que nos hace señores, conductores de nuestra existencia;
es la confianza básica en la vida, en las personas, en nuestros padres...;
es la sospecha esperanzada de que somos amados por el Misterio de la vida...
En tus palabras y obras... hemos ido encontrando este racimo de intuiciones:
tú nos has asegurado que el Misterio original es un Amor sin límites;
lo llamabas Padre tuyo y nuestro;
su santidad no consistía en separarse de lo no santo, de lo impuro;
su santidad son sus entrañas amorosas y compasivas:
el hecho real de que le duelen los sufrimientos de todos;
su voluntad de eliminar los factores que hacen sufrir;
su compromiso y trabajo para suprimir o mitigar cualquier dolor.
Este Misterio inspiraba tu vida y quieres que inspire la nuestra:
sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.
Esta experiencia del Misterio te movía a amar a todos sin discriminación;
a buscar a los últimos, a los que menos vida tienen...;
a enfrentarte a todo lo que hace daño a la vida:
ricos acaparadores, dictadores, costumbres y leyes deshumanizadoras;
ritos, ceremonias y ofrendas que buscan camelar al Misterio;
organizaciones religiosas al servicio y honor de sus dirigentes;
explotación del sentido religioso con supersticiones y engaños...
a dar la cara ante el sistema religioso opuesto al Amor del Misterio:
sus dirigentes decidieron tu muerte porque peligraba su organización;
nada más curar a un enfermo en sábado deciden deshacerse de ti (Mc 3, 1-6)
Este Misterio de Amor es anunciado por Pablo en la carta a los Efesios:
“también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo
y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio”;
es decir, toda la humanidad está invitada a aceptar el proyecto de amor,
manifestado en tu vida, en tu historia real, en tu muerte, en tu resurrección;
la Bondad y el Amor de Dios han aparecido en ti, Jesús;
Dios es Padre de todos y todos somos hijos de Dios;
amar al modo de Dios, manifestado en tu vida, es la dicha más humana.
Al celebrar tu Manifestación, abierta a todas las personas,
queremos, una vez más, sincerarnos en tu presencia;
desistimos de vivir nuestra fe enmascarados por la apariencia;
deseamos vaciarnos de toda avaricia de poder, dinero, imposición...;
suspiramos por la verdad de las cosas, la mejora de la vida, la vivencia de tu amor.
Pretendemos así encontrar “la casa, donde verte a ti, Jesús, con María su madre”,
acostado en el pesebre de Belén por las manos serviciales de María, tu Madre;
acogiendo a los más débiles con las manos abiertas desinteresadamente.
Rufo González